Éste es un blog personal, no esperes gran cosa, aquí sólo aparecen algunas de las cosas que me importan o me divierten, libros, pelis, Formula 1... y otras bobadas que se me ocurren.
30 sept 2008
!Fernando Alonso ganó en Singapur!!!!!
!Fernando Alonso ganó en Singapur!!!!!
!UEEEEEEEEEEEE!!!!!!
!UEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!
!Se hizo el milagro!
Un diez por ti, machote, contigo hasta la muerte, en las buenas y en las malas.
Invasión - Oliver Hirschbiegel (2007)
Remeic (¿o se escribe remake?) justito de la genial “La invasión de los ladrones de cuerpos”. ¿Qué sentido tiene hacer una peli que es copia de otra? Es como ver una peli que ya has visto. Lleva la moraleja de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, recontada y resabida, nada nuevo. Si se tiene algo mejor no es necesario verla, ni mucho menos. Salen Nicole Kidman y Daniel Craig (el nuevo James Bond) en un papel más que discreto, por no decir insustancial.
Un día escuché en la radio que Nicole Kidman era la única actriz de hoy en día que tenía el glamour y la brillantez de las estrellas de antaño, como Ava Gardner, Liz Tailor y Rita Hayworth, verdaderas estrellas, y pensé que podía tener razón, pero después de ver el esperpéntico retoque que se ha hecho en los labios el título se le ha deformado de una forma grotesca. ¿Qué ha hecho esa moza? ¿No era lo suficientemente guapa? ¿Quería serlo aún más? ¿Por qué? ¿Para qué?
Señoras y señores estrellas de cine: no os entiendo, estáis bobos. Eso que hacéis con vuestros caretos es repugnante, y dice mucho de vosotros.
He aquí un par de muestras de lo comentado, abstenerse los que sufran del corazón, esto puede provocar emociones fuertes.
Un día escuché en la radio que Nicole Kidman era la única actriz de hoy en día que tenía el glamour y la brillantez de las estrellas de antaño, como Ava Gardner, Liz Tailor y Rita Hayworth, verdaderas estrellas, y pensé que podía tener razón, pero después de ver el esperpéntico retoque que se ha hecho en los labios el título se le ha deformado de una forma grotesca. ¿Qué ha hecho esa moza? ¿No era lo suficientemente guapa? ¿Quería serlo aún más? ¿Por qué? ¿Para qué?
Señoras y señores estrellas de cine: no os entiendo, estáis bobos. Eso que hacéis con vuestros caretos es repugnante, y dice mucho de vosotros.
He aquí un par de muestras de lo comentado, abstenerse los que sufran del corazón, esto puede provocar emociones fuertes.
Accidente de moto
Acabo de ver un accidente de moto, hace pocas horas. Iba subiendo por la C-13 dirección Tremp, en el primero de los dos túneles de Camarasa, el largo. Cuando llevaba recorrido medio túnel he visto aparecer un motero que, creo, iba pasado en la curva de izquierdas de la entrada del túnel. Se ha chocado contra la pared repetidas veces. La pared no es como la de los túneles modernos, no es lisa, es roca viva. Después de darse un montón de porrazos contra esa pared parecía que iba a mantener el equilibrio, pero el bordillo de la pequeña acera se lo ha impedido y se ha caído al suelo. Se ha quedado estirado boca abajo en el asfalto inmóvil. Al momento ha aparecido un coche que iba en la dirección del motero y sus dos ocupantes, una pareja mayor, se han bajado para atender al accidentado. Justo cuando me iba a bajar del camión, cuando por fin he podido deshacerme del puto cinturón, el señor del coche me ha dicho que llamase a una ambulancia lo más rápido posible. El motero intentaba arrastrarse como podía, con la intención más que nada instintiva, de salir del asfalto, ha hecho un gran esfuerzo y se ha vuelto a quedar inmóvil. Le he visto una mano ensangrentada, por lo demás no parecía tener daños, al menos visibles. Como no hay cobertura he tenido que seguir el camino esquivando trozos de moto, viendo como de los demás coches que paraban no se bajaba nadie. Cuando he salido de los túneles ya tenía cobertura y he llamado a los mossos. Después de una corta pero intensa conversación me han dicho que ya iba una ambulancia hacia el lugar del accidente.
Me hubiese gustado quedarme allí para atender al motero, pero alguien tenía que hacer la llamada. Sé que no hacía falta, que ya había alguien, y posiblemente él estaría inconsciente, pero me he quedado con las ganas de hacer algo más, de hablarle, intentar tranquilizarlo, decirle que la ambulancia ya estaba en camino, que todo iba a salir bien.
Se te encoge el corazón cuando ves algo así.
“Esperemos que no sea grave”, le he dicho al mosso, que ha atendido mi llamada (por cierto, rapidísimo), “Esperemos que sea así, gracias por su llamada”, me ha dicho el mosso.
Me hubiese gustado quedarme allí para atender al motero, pero alguien tenía que hacer la llamada. Sé que no hacía falta, que ya había alguien, y posiblemente él estaría inconsciente, pero me he quedado con las ganas de hacer algo más, de hablarle, intentar tranquilizarlo, decirle que la ambulancia ya estaba en camino, que todo iba a salir bien.
Se te encoge el corazón cuando ves algo así.
“Esperemos que no sea grave”, le he dicho al mosso, que ha atendido mi llamada (por cierto, rapidísimo), “Esperemos que sea así, gracias por su llamada”, me ha dicho el mosso.
22 sept 2008
Olvídate de mí – Michel Gondry (2004)
Es una peli rara. Me gustan las pelis raras, como “Memento” o “Cómo ser John Malkovich”. Pero ésta no tiene nada de surrealista, al contrario, se unen el más crudo realismo y la más pura fantasía para reflejar lo absurda, difícil y contradictoria que puede llegar a ser una relación de pareja.
Papelazo del dúo protagonista, Jim Carrey y Kate Winslet (la de Titanic), sobretodo de ella. Jim Carrey parece desmarcado definitivamente (aunque nunca se sabe) de su eterno papel del humor de muecas.
La trama, al principio resulta difícil de seguir, pero poco a poco se va aclarando y uno ya no tiene la sensación de estar viendo una paranoia de una mente desquiciada.
Creo que la intención del autor es darle la importancia que tiene al pasado, a los recuerdos, aunque no sean buenos, al fin y al cabo somos lo que fuimos, y de todo se aprende.
Recomendable para quien tenga ganas de ver peli rara pero no complicada, y nada recomendable para el que quiera ver a Jim Carrey haciendo el bobo.
Papelazo del dúo protagonista, Jim Carrey y Kate Winslet (la de Titanic), sobretodo de ella. Jim Carrey parece desmarcado definitivamente (aunque nunca se sabe) de su eterno papel del humor de muecas.
La trama, al principio resulta difícil de seguir, pero poco a poco se va aclarando y uno ya no tiene la sensación de estar viendo una paranoia de una mente desquiciada.
Creo que la intención del autor es darle la importancia que tiene al pasado, a los recuerdos, aunque no sean buenos, al fin y al cabo somos lo que fuimos, y de todo se aprende.
Recomendable para quien tenga ganas de ver peli rara pero no complicada, y nada recomendable para el que quiera ver a Jim Carrey haciendo el bobo.
eXistenZ - David Cronenberg (1999)
Ésta, como “Olvídate de mí”, también es una peli rara, no en vano es de David Cronenberg. Va sobre juegos de realidad virtual. El lío es que dentro del juego, los personajes se ponen a jugar a otro juego, y dentro de éste a otro, lo que le lleva a uno a plantearse si en algún momento de la película ha habido algún momento de realidad real.
Al que haya jugado a videojuegos le resultará familiar momentos en el que un personaje secundario del juego se queda repitiendo un mismo movimiento a la espera de que el principal, o sea, el que lleva el jugador, pase por cierto sitio o realice cierta acción. Esto pasa en la peli, pero son personajes reales los que lo interpretan. Resulta realmente curioso ver a un señor moviendo la cabeza en un bucle sin fin y con la mirada perdida, como en los juegos.
La peli no es ninguna obra de arte, y los actores, entre ellos Jud Law, en un papel más que discreto, no lucen demasiado, pero es entretenida y curiosa.
Ciencia-Ficción sin naves espaciales.
Al que haya jugado a videojuegos le resultará familiar momentos en el que un personaje secundario del juego se queda repitiendo un mismo movimiento a la espera de que el principal, o sea, el que lleva el jugador, pase por cierto sitio o realice cierta acción. Esto pasa en la peli, pero son personajes reales los que lo interpretan. Resulta realmente curioso ver a un señor moviendo la cabeza en un bucle sin fin y con la mirada perdida, como en los juegos.
La peli no es ninguna obra de arte, y los actores, entre ellos Jud Law, en un papel más que discreto, no lucen demasiado, pero es entretenida y curiosa.
Ciencia-Ficción sin naves espaciales.
19 sept 2008
Amigo del alma
Ayer Isabel y J.C.Alonso fueron a dar un paseo por las calles del pueblo a las doce de la noche, y de paso tomar un café. Pasaron por delante de un bar pero parecía haber mal ambientillo, había un tipo con barba justo a la entrada que no hacía muy buena pinta. Pasaron de largo. Recorrrieron el pueblo de cabo a rabo y sólo encontraron bares que hacían buen uso del verbo “cerrar”, tanto en su forma de participio como de gerundio. Volvieron al garito del principio y entraron. El tipo de barba seguía allí, tranquilo y solitario. Además, había una chica embarazada con un carrito, una mulatilla que correteaba por todo el local y un par de grupos de personas charlando afablemente. Lo del mal ambientillo, por suerte, resultó ser una mera suposición.
Isabel y JCA se tomaron sus consumiciones, las pagaron, y se dispusieron a irse a casa, ya era tarde.
Estaban casi a punto de salir cuando una voz tronó desde la barra.
-¡Ei, tío, qué passa!
“Mierda, es el tío de la barba, me parece que se dirige a mí” –pensó JCA-. Si el saludo hubiese sido un poco menos efusivo posiblemente hubiese respondido con un seco “Adéu” y hubiese pasado de largo, pero decidió mirar hacia el origen del bramido. Una vez sus ojos hallaron su objetivo, descubrió que detrás de aquella barba se escondía un amiguete…, bueno, un amiguete no, un tío con el que estuvo trabajando en una obra durante dos o tres meses. El barbudo se avalanzó hacia JCA para fundirse con él en un caluroso abrazo. JCA, sorprendido, adoptó la postura de la doncella recatada bailando un “agarrao” y le puso ligeramente la mano en el costado para corresponder educada pero discretamente al amigable gesto. El contacto de su mano con aquel orondo cuerpo le sugirió un inequívoco parecido a un enorme tonel con la madera rancia y bufada por el mal uso y el paso del tiempo.
-¡Qué passa tío! –dijo el barbudo-.
-Joder, no te había conocido con esa barba. Estás mu gordo –contestó JCA, derrochando simpatía y aprovechándose del exceso de confianza del de la barba-.
A todo esto Isa observaba atentamente la escena a una distancia prudencial, analizando la situación desde un punto de vista psicológico.
-Es un flipe –el barbas hizo caso omiso de las palabras de su interlocutor-, hoy me he encontrao tres colegas que hacía la tira que no veía, uno de hace diez años, el otro… no sé… y tú…pueeees.
-Pues por lo menos cinco o seis años.
-Noooo –dijo el barbudo, sin tener muy claro si era mucho más o mucho menos que cinco o seis años-.
-¿Y ahora cómo te va?
-Bueno, antes estaba con aquella mujer, tú sabes (¿yo sé?, pensó JCA), estaba en Sort, y… nooo… bueno…
-Cosas que pasan, pero ¿y ahora cómo te va? –dijo JCA, intentando dejar de lado el pasado-.
-Es que aquella tía… bueno, qué te voy a contar que no sepas…
JCA alucinaba, no tenía ni idea ni de que estuviese en Sort, ni de que estuviese con una tía, y ni mucho menos de que se hubiesen separado-.
-Vale vale, pero ¿ahora cómo te va?
-¿Y tú qué haces?
-Pues yo muy bi…
-Yo feliz –interrumpió el tonel parlante, deseando únicamente escuchar su propia voz. Tras su pelaje facial se adivinaba una sonrisa amarga-.
-Pues malegro hombre, y…
-Feliz, tío –volvió a interrumpir, esta vez señalando con la mano abierta al carrito y a su conductora (por lo visto iban juntos). En ese momento la mulatilla correteadora aparació por allí y también fue señalada por la mano abierta-.
-No me digas que todo esto es tuyo –dijo JCA, exhibiendo sus exquisitos modales-.
-Pues ya ves, ¡eh, cariño!, dale la vuelta al carro, que mi colega vea a mi churumbel.
La chica giró el carrito ipso facto mostrando a su ocupante. Isabel y JCA miraron sin saber qué decir. La chica tenía mirada de lobo, o de hiena. No pronunció palabra.
-Feliz, tío. Quién me iba a decir a mí.
-Eso digo yo.
-Dos y otro en camino, bueno, la que corre (la mulata) no es mía, esa ya estaba, es de ella y… y los otros dos sí son míos, a ver, el del carro y el que está en camino. Ya lo ves, feliz.
-Ya veo –dijo JCA-.
Isa seguía observando la escena con los ojos cada vez más abiertos.
-Cariño, cariño, ven que os presento… ostia, ¿tú cómo te llamas?, que no me acuerdo –dijo el tonel, dando una prueba irrefutable de que su amistad con JCA llegaba hasta lo más hondo del corazón-.
-Juan Carlos, ¿y tú cómo te llamas, que yo tampoco me acuerdo? –dijo JCA, aportando más pruebas y dejando de lado ya por completo sus refinadas formas-.
-Yo Mengano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es
Un momento, aquí hay un pequeño error. Para no utilizar elementos peyorativos en esta rica muestra literaria procederé a un sutil cambio en la última frase, para eso la repetiré íntegramente.
-Yo Fulano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es Mengana.
-Hola Mengana, encantado –Mengana no pronunció palabra-.
JCA se prestó raudo a presentar a Isabel, quien a buen seguro estaba deseosa de conocer a tan excelsa pareja. Besos. Mengana siguió sin pronunciar palabra.
-Pues nada tío, ayer llegué a las cinco de la mañana ¿eh cariño?, a las cinco, ¿te acuerdas? –Mengana no hizo ni el menor gesto, su mirada lobunohienesca seguía alojada en su semblante- y claro, te encuentras a alguien y… a las cinco tío, y ella, claro, es que la otra, ¿eh cariño? ¿la otra? es que no, porque, uno lo que tiene que hacer es, pues eso…
-Ya ya –dijo JCA, mientras con un ojo miraba atento a Fulano y con el otro trazaba una línea discontinua hasta la botella de cerveza vacía que había en la barra, percatándose de que era Voll Damm, una marca que con facilidad se te sube a la cabeza y te la desenrosca-.
Dado el nulo verbo de Mengana, Isa seguía observando la escena de aquellos grandes amigos con interés.
-Es que claro, te lías te lías, y acabas a las cinco, pero uno de diez, el otro de cinco, y luego… y ahora, pues ya lo ves, tres churumbeles, pero bien, feliz…
JCA, convencido de que un duendecillo perverso se había apoderado de la capacidad de discernimiento de Fulano, dio un cortito pero perceptible paso atrás para ir preparando la huida.
-¿Te acuerdas en la obra? Pagaban poco, a mí me pagó aquel de bigote, el…, no, el otro ¿cómo se llamba? tres churumbeles, primero uno de diez, otro de cinco ¿eh cariño? ¿eh?
-Bueeno –otro pasito atrás, ahora no le cabía la menor duda de que Fulano se había comido un éxtasis como la rueda de un camión-.
Isa estaba encantada de tan agradable conversación.
-Así es la vida, a veces… es que con aquella tía, bueno, ¿qué te voy a decir que no sepas?
-Bueeeeeeno, nos vamos a ir que es tarde y mañana hay que currar, ya sabes, currar.
-Ei tío, me alegro mucho de haberte visto, nos vemos otro día, pa comer, mejor un fin de semana, que claro, claro, ¿eh, cariño? –ni mu-.
-Por supuesto, ya nos veremos otro día más tranquilamente, venga, nos vemos.
Isa y JCA salieron por fin del bar y recibieron el aire fresco de la noche con gratitud. Entre risas incontenibles y expresiones lastimosas fueron comentando la jugada hasta llegar a casa. El encuentro de JCA con su grandísimo amigo del alma fue una experiencia irrepetible, pero se fueron a dormir con la incertidumbre de no conocer la voz de Mengana, que no pronunció palabra.
Isabel y JCA se tomaron sus consumiciones, las pagaron, y se dispusieron a irse a casa, ya era tarde.
Estaban casi a punto de salir cuando una voz tronó desde la barra.
-¡Ei, tío, qué passa!
“Mierda, es el tío de la barba, me parece que se dirige a mí” –pensó JCA-. Si el saludo hubiese sido un poco menos efusivo posiblemente hubiese respondido con un seco “Adéu” y hubiese pasado de largo, pero decidió mirar hacia el origen del bramido. Una vez sus ojos hallaron su objetivo, descubrió que detrás de aquella barba se escondía un amiguete…, bueno, un amiguete no, un tío con el que estuvo trabajando en una obra durante dos o tres meses. El barbudo se avalanzó hacia JCA para fundirse con él en un caluroso abrazo. JCA, sorprendido, adoptó la postura de la doncella recatada bailando un “agarrao” y le puso ligeramente la mano en el costado para corresponder educada pero discretamente al amigable gesto. El contacto de su mano con aquel orondo cuerpo le sugirió un inequívoco parecido a un enorme tonel con la madera rancia y bufada por el mal uso y el paso del tiempo.
-¡Qué passa tío! –dijo el barbudo-.
-Joder, no te había conocido con esa barba. Estás mu gordo –contestó JCA, derrochando simpatía y aprovechándose del exceso de confianza del de la barba-.
A todo esto Isa observaba atentamente la escena a una distancia prudencial, analizando la situación desde un punto de vista psicológico.
-Es un flipe –el barbas hizo caso omiso de las palabras de su interlocutor-, hoy me he encontrao tres colegas que hacía la tira que no veía, uno de hace diez años, el otro… no sé… y tú…pueeees.
-Pues por lo menos cinco o seis años.
-Noooo –dijo el barbudo, sin tener muy claro si era mucho más o mucho menos que cinco o seis años-.
-¿Y ahora cómo te va?
-Bueno, antes estaba con aquella mujer, tú sabes (¿yo sé?, pensó JCA), estaba en Sort, y… nooo… bueno…
-Cosas que pasan, pero ¿y ahora cómo te va? –dijo JCA, intentando dejar de lado el pasado-.
-Es que aquella tía… bueno, qué te voy a contar que no sepas…
JCA alucinaba, no tenía ni idea ni de que estuviese en Sort, ni de que estuviese con una tía, y ni mucho menos de que se hubiesen separado-.
-Vale vale, pero ¿ahora cómo te va?
-¿Y tú qué haces?
-Pues yo muy bi…
-Yo feliz –interrumpió el tonel parlante, deseando únicamente escuchar su propia voz. Tras su pelaje facial se adivinaba una sonrisa amarga-.
-Pues malegro hombre, y…
-Feliz, tío –volvió a interrumpir, esta vez señalando con la mano abierta al carrito y a su conductora (por lo visto iban juntos). En ese momento la mulatilla correteadora aparació por allí y también fue señalada por la mano abierta-.
-No me digas que todo esto es tuyo –dijo JCA, exhibiendo sus exquisitos modales-.
-Pues ya ves, ¡eh, cariño!, dale la vuelta al carro, que mi colega vea a mi churumbel.
La chica giró el carrito ipso facto mostrando a su ocupante. Isabel y JCA miraron sin saber qué decir. La chica tenía mirada de lobo, o de hiena. No pronunció palabra.
-Feliz, tío. Quién me iba a decir a mí.
-Eso digo yo.
-Dos y otro en camino, bueno, la que corre (la mulata) no es mía, esa ya estaba, es de ella y… y los otros dos sí son míos, a ver, el del carro y el que está en camino. Ya lo ves, feliz.
-Ya veo –dijo JCA-.
Isa seguía observando la escena con los ojos cada vez más abiertos.
-Cariño, cariño, ven que os presento… ostia, ¿tú cómo te llamas?, que no me acuerdo –dijo el tonel, dando una prueba irrefutable de que su amistad con JCA llegaba hasta lo más hondo del corazón-.
-Juan Carlos, ¿y tú cómo te llamas, que yo tampoco me acuerdo? –dijo JCA, aportando más pruebas y dejando de lado ya por completo sus refinadas formas-.
-Yo Mengano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es
Un momento, aquí hay un pequeño error. Para no utilizar elementos peyorativos en esta rica muestra literaria procederé a un sutil cambio en la última frase, para eso la repetiré íntegramente.
-Yo Fulano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es Mengana.
-Hola Mengana, encantado –Mengana no pronunció palabra-.
JCA se prestó raudo a presentar a Isabel, quien a buen seguro estaba deseosa de conocer a tan excelsa pareja. Besos. Mengana siguió sin pronunciar palabra.
-Pues nada tío, ayer llegué a las cinco de la mañana ¿eh cariño?, a las cinco, ¿te acuerdas? –Mengana no hizo ni el menor gesto, su mirada lobunohienesca seguía alojada en su semblante- y claro, te encuentras a alguien y… a las cinco tío, y ella, claro, es que la otra, ¿eh cariño? ¿la otra? es que no, porque, uno lo que tiene que hacer es, pues eso…
-Ya ya –dijo JCA, mientras con un ojo miraba atento a Fulano y con el otro trazaba una línea discontinua hasta la botella de cerveza vacía que había en la barra, percatándose de que era Voll Damm, una marca que con facilidad se te sube a la cabeza y te la desenrosca-.
Dado el nulo verbo de Mengana, Isa seguía observando la escena de aquellos grandes amigos con interés.
-Es que claro, te lías te lías, y acabas a las cinco, pero uno de diez, el otro de cinco, y luego… y ahora, pues ya lo ves, tres churumbeles, pero bien, feliz…
JCA, convencido de que un duendecillo perverso se había apoderado de la capacidad de discernimiento de Fulano, dio un cortito pero perceptible paso atrás para ir preparando la huida.
-¿Te acuerdas en la obra? Pagaban poco, a mí me pagó aquel de bigote, el…, no, el otro ¿cómo se llamba? tres churumbeles, primero uno de diez, otro de cinco ¿eh cariño? ¿eh?
-Bueeno –otro pasito atrás, ahora no le cabía la menor duda de que Fulano se había comido un éxtasis como la rueda de un camión-.
Isa estaba encantada de tan agradable conversación.
-Así es la vida, a veces… es que con aquella tía, bueno, ¿qué te voy a decir que no sepas?
-Bueeeeeeno, nos vamos a ir que es tarde y mañana hay que currar, ya sabes, currar.
-Ei tío, me alegro mucho de haberte visto, nos vemos otro día, pa comer, mejor un fin de semana, que claro, claro, ¿eh, cariño? –ni mu-.
-Por supuesto, ya nos veremos otro día más tranquilamente, venga, nos vemos.
Isa y JCA salieron por fin del bar y recibieron el aire fresco de la noche con gratitud. Entre risas incontenibles y expresiones lastimosas fueron comentando la jugada hasta llegar a casa. El encuentro de JCA con su grandísimo amigo del alma fue una experiencia irrepetible, pero se fueron a dormir con la incertidumbre de no conocer la voz de Mengana, que no pronunció palabra.
15 sept 2008
The Black Hole - Tibor Takács (2006)
Ésta es la peor película que he visto en mucho, pero que mucho tiempo. Incluyo cualquier bodrio tipo cine de barrio que hayan podido dar por la tele. Es tan mala que ni siquiera hace reír. El caso es que parecía algo. A mí me gusta la ciencia-ficción, y una peli sobre agujeros negros me llamó mucho la atención. Pero esto es realmente terrible. No llegué ni al la media hora, los párpados me pesaban toneladas, y como no había nada que ver me rendí a un sueño la mar de agradable, mucho mejor que estar soportando un esperpento así de espantoso.
Amigo lector, si tienes un mínimo de aprecio a tu tiempo libre, no se te ocurra verla.
Amigo lector, si tienes un mínimo de aprecio a tu tiempo libre, no se te ocurra verla.
14 sept 2008
Viaje al centro de La Tierra
Ayer fui al cine otra vez, al mismo cine en el que vi La Momia, y la peli que vi también está protagonizada por el mismo tipo, Brendan Fraser.
Esta vez no salí decepcionado. Con La Momia salí con los ojos destrozados por la mala calidad de la imagen, pero esta vez, no sé si por el buen estado de la película, por la calidad del proyector o por lo que sea, la peli se veía bien, aparte de una raya verde que apareció a media peli atravesando la pantalla de arriba abajo y en el mismísimo centro de la imagen, y que se quedó allí, de okupa, hasta que acabó la peli. Pero al menos no temblaba todo y pude conservar la vista en su estado inicial.
La peli está enfocada a un público infantil y juvenil, de hecho fui con mi hija Ami y su coleguilla Nur. Está bien, sin demasiadas pretensiones. Acción y aventura, el omnipresente tiranosaurus-rex, y otros tópicos del género. Para pasar el rato. Ya está, no tengo nada más que decir.
Bueno sí. La peli está hecha para ver en un cine 3D, donde seguro que impresiona mucho más, pero el cine de esta clase que tengo más cerca está a 200 kilómetros.
Ahora sí. Adiós.
Esta vez no salí decepcionado. Con La Momia salí con los ojos destrozados por la mala calidad de la imagen, pero esta vez, no sé si por el buen estado de la película, por la calidad del proyector o por lo que sea, la peli se veía bien, aparte de una raya verde que apareció a media peli atravesando la pantalla de arriba abajo y en el mismísimo centro de la imagen, y que se quedó allí, de okupa, hasta que acabó la peli. Pero al menos no temblaba todo y pude conservar la vista en su estado inicial.
La peli está enfocada a un público infantil y juvenil, de hecho fui con mi hija Ami y su coleguilla Nur. Está bien, sin demasiadas pretensiones. Acción y aventura, el omnipresente tiranosaurus-rex, y otros tópicos del género. Para pasar el rato. Ya está, no tengo nada más que decir.
Bueno sí. La peli está hecha para ver en un cine 3D, donde seguro que impresiona mucho más, pero el cine de esta clase que tengo más cerca está a 200 kilómetros.
Ahora sí. Adiós.
12 sept 2008
El juego del ángel – Carlos Ruiz Zafón (2008)
Podría empezar de muchas maneras pero prefiero hacerlo diciendo que si “La sombra del viento” me gustó, éste me ha gustado aún más.
Lo estaba leyendo en un bar de Linyola y tuve que sacar mi pequeño cuaderno con tapa de piel para anotar este también pequeño fragmento lleno de significado:
“Las buenas palabras son bondades vanas que no exigen sacrificio alguno y se agradecen más que las bondades de hecho”.
Si hubiese tomado nota de todos los fragmentos de la calidad de éste ocuparía todo el espacio que me presta Google para escribir mis cosillas. También podría haber puesto aquí, aunque sólo fuese, uno o dos fragmentos más, pero la tarea de dejar el libro y sacar el cuadernillo para ponerme a escribir habría sido demasiado dura. Como lo era el dejar de leer para reengancharme al tajo, o luchar para comprender las líneas borrosas que se aparecen ante la vista agotada por el sueño.
Un ambiente oscuro y tétrico rodea casi toda la historia, iluminada por las tronchantes conversaciones entre David Martín e Isabella, sobrecargadas de un cinismo hilarante.
Carlos Ruiz es un mago de las palabras. No hay que tener prisa en leer, hay que pelear contra la impaciencia de querer saber qué pasará en la siguiente página para poder disfrutar lo máximo posible de la escritura de este genio que entremezcla las palabras de una manera magistral.
Es más difícil de seguir que “La sombra del viento”. La trama se enreda en nudos que no se desatan hasta el final, y está aderezada por elementos irreales y fantasiosos, como de otra dimensión, que uno intenta explicarse sin éxito, lo que sin duda alguna contribuye a engancharte en la lectura de una manera enfermiza. Todo es más oscuro y tétrico que en su anterior novela, que ya es decir. Pero si en “La sombra del viento” el eje de la historia, que es Daniel, cede parte de su protagonismo a Fermín Romero de Torres, en ésta se centra sobre el personaje de David Martín. Hay muchos otros personajes secundarios de los que destacaría a Isabella, que es la que le da a la historia la luz que le falta en su trama.
Lectura obligada para todo aquél amante de los libros.
Estimado lector, si no has leído el libro te recomiendo que lo hagas antes de seguir leyendo esto, porque voy a hablar del final, y leer un libro como éste con una idea preconcebida y sabiendo qué pasará es como poco pecaminoso, por no hablar del perderse la experiencia de disfrutar de su lectura en toda su extensión.
El final te deja con la mirada perdida. No es una historia fácil de entender al cien por cien. Da a la interpretación. O eso creo yo desde mi humilde opinión. He terminado el libro hace poco más de una hora. Justo al acabar he estado andando en círculos un rato para intentar aclararme, para reconstruir la historia que se me había contado. Podría compararlo como el observador que admira un cuadro de Dalí. Vaya usted a saber qué demonios estaba pensando o sintiendo aquel hombre cuando pintó aquello. El caso es que el cuadro es bonito, se disfruta mucho observándolo, te hace sentir, que es lo fundamental, y cada uno siente lo propio. Con este libro pasa lo mismo, vaya usted a saber qué sentía Carlos Ruiz cuando escribió esta novela. Cada uno sentirá y entenderá cosas diferentes cuando la lea. Ahí está la magia.
Yo parto de la idea de que el patrón, Corelli, es el Diablo. Con mayúscula. Pero, según he leído por ahí, el Diablo no es un ser todopoderoso, no es el dios del mal, no es un dios. Es un ángel caído. Para hacer según qué cosas necesita de una mano ejecutora. Se sirve de todas las triquiñuelas posibles para conseguirlo, utiliza a los hombres.
Al final de la novela David deja el manuscrito que le encargó el patrón en el cementerio de los libros olvidados, justo en el mismo sitio en el que encontró “Lux Aeterna”, que era el manuscrito de Marlasca. Al ojear los libros que hay por allí se da cuenta de que todos los que hay en ese cuarto tratan de lo mismo. Yo lo que entiendo aquí es que el Diablo, desde tiempos inmemoriales, se ha servido de escritores que han narrado para él la historia de la Humanidad, y se han ido relevando uno tras otro. El anterior a David fue Marlasca, un hombre atormentado por la muerte de su hijo. El problema es que Marlasca se vuelve completamente loco y no le sirve. El manuscrito que escribe para él es un devaneo inteligible sobre el descenso a los infiernos. Cuando lo deja de utilizar, escoge a David, y desde muy jovencito, le hace vivir en un mundo irreal que sólo él puede ver. Le hace caer enfermo, le hace ver cosas que sólo existen en su imaginación. Entonces pacta con él el continuar viviendo, ayudado por una suma de dinero importante, a cambio de que escriba para él una religión. David escribe una creencia que ensalza al guerrero por encima de todo. No por casualidad al poco tiempo estalla la Guerra Civil Española seguida de la Segunda Guerra Mundial. Al patrón le gusta, pero David se revela y deja de acudir a sus citas. La única que lee el manuscrito es Cristina, al intentar quemarlo se le aparece el Diablo y hace que pierda la razón para acabar suicidándose.
Al final, el patrón, por un lado, está agradecido por escribir para él lo que deseaba, pero por otro desea vengarse de David por tener la osadía de enfrentarse a él, y al mismo tiempo reconoce que el eliminar a Cristina no fue justo. Por eso se la devuelve, para que la vea crecer, se vuelva a enamorar de ella y la pueda disfrutar toda su vida. Pero a la vez le da la eterna juventud, tanto por venganza como por agradecimiento, para que la vea envejecer y morir sin poder hacer nada. Por eso David decide que cuando muera se adentrará en el mar con su cadáver para estar con ella por toda la eternidad.
Esta es la primera conclusión que me ha salido justo después de leer el libro, pero tengo que comentarlo con la gente que lo ha leído, lo que puede que cambie mi lectura.
Wikienlace.
Lo estaba leyendo en un bar de Linyola y tuve que sacar mi pequeño cuaderno con tapa de piel para anotar este también pequeño fragmento lleno de significado:
“Las buenas palabras son bondades vanas que no exigen sacrificio alguno y se agradecen más que las bondades de hecho”.
Si hubiese tomado nota de todos los fragmentos de la calidad de éste ocuparía todo el espacio que me presta Google para escribir mis cosillas. También podría haber puesto aquí, aunque sólo fuese, uno o dos fragmentos más, pero la tarea de dejar el libro y sacar el cuadernillo para ponerme a escribir habría sido demasiado dura. Como lo era el dejar de leer para reengancharme al tajo, o luchar para comprender las líneas borrosas que se aparecen ante la vista agotada por el sueño.
Un ambiente oscuro y tétrico rodea casi toda la historia, iluminada por las tronchantes conversaciones entre David Martín e Isabella, sobrecargadas de un cinismo hilarante.
Carlos Ruiz es un mago de las palabras. No hay que tener prisa en leer, hay que pelear contra la impaciencia de querer saber qué pasará en la siguiente página para poder disfrutar lo máximo posible de la escritura de este genio que entremezcla las palabras de una manera magistral.
Es más difícil de seguir que “La sombra del viento”. La trama se enreda en nudos que no se desatan hasta el final, y está aderezada por elementos irreales y fantasiosos, como de otra dimensión, que uno intenta explicarse sin éxito, lo que sin duda alguna contribuye a engancharte en la lectura de una manera enfermiza. Todo es más oscuro y tétrico que en su anterior novela, que ya es decir. Pero si en “La sombra del viento” el eje de la historia, que es Daniel, cede parte de su protagonismo a Fermín Romero de Torres, en ésta se centra sobre el personaje de David Martín. Hay muchos otros personajes secundarios de los que destacaría a Isabella, que es la que le da a la historia la luz que le falta en su trama.
Lectura obligada para todo aquél amante de los libros.
Estimado lector, si no has leído el libro te recomiendo que lo hagas antes de seguir leyendo esto, porque voy a hablar del final, y leer un libro como éste con una idea preconcebida y sabiendo qué pasará es como poco pecaminoso, por no hablar del perderse la experiencia de disfrutar de su lectura en toda su extensión.
El final te deja con la mirada perdida. No es una historia fácil de entender al cien por cien. Da a la interpretación. O eso creo yo desde mi humilde opinión. He terminado el libro hace poco más de una hora. Justo al acabar he estado andando en círculos un rato para intentar aclararme, para reconstruir la historia que se me había contado. Podría compararlo como el observador que admira un cuadro de Dalí. Vaya usted a saber qué demonios estaba pensando o sintiendo aquel hombre cuando pintó aquello. El caso es que el cuadro es bonito, se disfruta mucho observándolo, te hace sentir, que es lo fundamental, y cada uno siente lo propio. Con este libro pasa lo mismo, vaya usted a saber qué sentía Carlos Ruiz cuando escribió esta novela. Cada uno sentirá y entenderá cosas diferentes cuando la lea. Ahí está la magia.
Yo parto de la idea de que el patrón, Corelli, es el Diablo. Con mayúscula. Pero, según he leído por ahí, el Diablo no es un ser todopoderoso, no es el dios del mal, no es un dios. Es un ángel caído. Para hacer según qué cosas necesita de una mano ejecutora. Se sirve de todas las triquiñuelas posibles para conseguirlo, utiliza a los hombres.
Al final de la novela David deja el manuscrito que le encargó el patrón en el cementerio de los libros olvidados, justo en el mismo sitio en el que encontró “Lux Aeterna”, que era el manuscrito de Marlasca. Al ojear los libros que hay por allí se da cuenta de que todos los que hay en ese cuarto tratan de lo mismo. Yo lo que entiendo aquí es que el Diablo, desde tiempos inmemoriales, se ha servido de escritores que han narrado para él la historia de la Humanidad, y se han ido relevando uno tras otro. El anterior a David fue Marlasca, un hombre atormentado por la muerte de su hijo. El problema es que Marlasca se vuelve completamente loco y no le sirve. El manuscrito que escribe para él es un devaneo inteligible sobre el descenso a los infiernos. Cuando lo deja de utilizar, escoge a David, y desde muy jovencito, le hace vivir en un mundo irreal que sólo él puede ver. Le hace caer enfermo, le hace ver cosas que sólo existen en su imaginación. Entonces pacta con él el continuar viviendo, ayudado por una suma de dinero importante, a cambio de que escriba para él una religión. David escribe una creencia que ensalza al guerrero por encima de todo. No por casualidad al poco tiempo estalla la Guerra Civil Española seguida de la Segunda Guerra Mundial. Al patrón le gusta, pero David se revela y deja de acudir a sus citas. La única que lee el manuscrito es Cristina, al intentar quemarlo se le aparece el Diablo y hace que pierda la razón para acabar suicidándose.
Al final, el patrón, por un lado, está agradecido por escribir para él lo que deseaba, pero por otro desea vengarse de David por tener la osadía de enfrentarse a él, y al mismo tiempo reconoce que el eliminar a Cristina no fue justo. Por eso se la devuelve, para que la vea crecer, se vuelva a enamorar de ella y la pueda disfrutar toda su vida. Pero a la vez le da la eterna juventud, tanto por venganza como por agradecimiento, para que la vea envejecer y morir sin poder hacer nada. Por eso David decide que cuando muera se adentrará en el mar con su cadáver para estar con ella por toda la eternidad.
Esta es la primera conclusión que me ha salido justo después de leer el libro, pero tengo que comentarlo con la gente que lo ha leído, lo que puede que cambie mi lectura.
Wikienlace.
9 sept 2008
Ahora o nunca - Rob Reiner (2007)
Ayer vi una película. Parece que sea un hecho trivial, la diferencia es que últimamente he visto pelis. Ayer vi una película de verdad. “Ahora o nunca” es un peliculón. Es un duelo interpretativo entre dos monstruos, Jack Nicholson y Morgan Freeman. Impecables los dos. Actuaciones que te llegan al alma. Estos sí que son actores de verdad, perfectos en todos los trabajos que hacen, siempre al más alto nivel. La película exige ese alto nivel y ellos responden a la perfección. Por supuesto nadie duda de su calidad, pero tampoco nadie dudaría por la de por ejemplo Al Pacino. Pues yo sí. Desde mi humilde opinión dudo de Al Pacino y de todo aquél que no se entregue en cuerpo y alma a ese trabajo tan especial que realizan, que lo exige. Ser actor no es cualquier cosa, tienen que convencer, que hacer sentir, y otras muchas cosas, y estos dos tipos lo hacen.
La historia es preciosa y emotiva, hace reír y llorar, te hace mezclar las lágrimas de alegría con las de tristeza, te indigna y te regocija, te hace pensar, en definitiva, te hace sentir, y si te descuidas acabas con un nudo en la garganta.
Pero ¡ojo!, es un drama, pero no un dramón, la idea básica de la película es el disfrutar la vida hasta el último momento, y ellos lo hacen, y con ellos el que la ve.
Un diez enorme por Jack Nicholson y Morgan Freeman, y otro por la película. Recomendable al cien por cien.
La historia es preciosa y emotiva, hace reír y llorar, te hace mezclar las lágrimas de alegría con las de tristeza, te indigna y te regocija, te hace pensar, en definitiva, te hace sentir, y si te descuidas acabas con un nudo en la garganta.
Pero ¡ojo!, es un drama, pero no un dramón, la idea básica de la película es el disfrutar la vida hasta el último momento, y ellos lo hacen, y con ellos el que la ve.
Un diez enorme por Jack Nicholson y Morgan Freeman, y otro por la película. Recomendable al cien por cien.
7 sept 2008
El acueducto. Capítulo VII.
(Para ver el capítulo I pinchar aquí).
A unos cien metros de allí había una pequeña plazoleta capitaneada por una bonita y antigua fuente seca desde la que se divisaba perfectamente el portal y la ventana del comedor del piso del desaparecido. Desde allí, sentado semiagazapado en un banco, expiaba Blas.
Nada más doblar la esquina por la que le vio esfumarse Juan Luis paró un taxi y fue hasta su casa. Durante el trayecto intentó tranquilizarse, pensar, dominar su respiración angustiosa y parar sus temblores. El impacto había sido fuerte pero él sabía que se repondría. Podía controlar las emociones, por profundas que fuesen, de eso tenía experiencia. En el momento de apearse del taxi y atravesar el umbral de la portería ya tenía su mente funcionando al cien por cien. Lo único que le iba a ritmo anormal era el corazón, que bombeaba con inusitada potencia, lo que le ayudó a trepar por la escalera saltando los escalones de tres en tres.
Al plantarse ante la puerta y sacar la llave recordó que el paño de la cerradura se quedaba imperceptiblemente girado hacia la izquierda si se cerraba de golpe, sólo quedaba recto si se le daba una vuelta a la llave desde fuera. El paño estaba perfectamente vertical, parecía que allí no había entrado nadie, o al menos nadie que no tuviese la llave ni conociese sus costumbres.
Entró con cuidado, enseguida encendió la luz... todo correcto, todo obsesionadamente ordenado como él siempre lo dejaba. Si hubiese entrado alguien lo sabría, ¡vaya si lo sabría!
Cogió el par de cosillas que necesitaba y se fue. Mientras bajaba las escaleras escuchó cómo se abría la puerta del primer piso. En él vivía Marita, un personaje muy peculiar, tanto como la relación que tenía con ella.
-Buenas noches Marita.
-Ebusna chones Lbas. Eh Sechudaco udirros natse. ¿Aspa loga? –Marita tenía un pequeño defectillo en el habla-.
-¿Has escuchado ruidos antes? Ah, sí, de pronto me ha embargado la duda de si había apagado el fuego, hoy he hecho un cocido, y he subido corriendo las escaleras. Menudo susto. Pero nada, todo está en orden –mintió Blas-.
-Son hacemso yomares, Lbas.
-Todavía no Marita, aún somos jóvenes, y por mucho tiempo, un despiste lo tiene cualquiera, no nos entierres tan pronto que todavía rebosamos vida.
-Et oprdísa equard nu rota, netgo llegatas sarecas, és equ et tusgan.
-¡Tienes galletas caseras! Maldición, qué mal me sabe cariño, pero tengo que irme, me están esperando, sabes que me encanta estar contigo pero hoy no puedo, de verdad.
-Acundo nietmes on penos tatnas exsucas. Seta zev et croe, troo ída saré.
-Te las sabes todas, creo que eres la única persona en el mundo que me conoce de verdad.
-Ya tesás timinendo troa zev.
-¡Qué mala eres! Adiós guapetona, nos vemos pronto.
-Seo serope, Lbas. Ya sebas déndo setyo.
Blas se fue hacia la plaza. Se quedaría allí observando, durante horas si fuese necesario. Si alguien quería algo de él posiblemente pasaría por allí. “Ni por encima de mi cadáver, aunque sólo sea por honor” pensó.
El miedo se había transformado en rabia y el sudor frío en rubor de odio. Ahora mismo deseaba enfrentarse cara a cara con el autor de esa nota.
Un lejano pitido hizo salir a Blas de sus atropelladas divagaciones. Curiosamente al mismo tiempo vio el 127 verde fosforito de tío Miguel aparcando milagrosamente casi al lado de su portal. Le acompañaba Juan Luis, que parecía esconderse de algo. Por un momento dudó de ellos... pero no, no podía ser. Sería una broma demasiado macabra, no era su estilo.
Después de un corto espacio de tiempo volvieron a la calle. Vio cómo hacían gestos de duda y con los brazos señalaban hacia todos los puntos cardinales. No tardaron en subir al coche y partir. “Ese pitido... –pensó Blas- juraría que era del 127”.
Sin darle más importancia a la extravagancia ocasional de tío Miguel se enfrascó de nuevo en sus pensamientos.
“Juan Luis Peñalba, buen mozo, y perspicaz, no sé como me pilla pero últimamente rara es la vez que no me atrapa en una mentira. Y como es tan puñetero el cabroncete no me deja pasar ni una. Tiene talento, no como los dos chavalotes que desde hace poco frecuentan La Minerva, ésos se lo tragan todo. O como los otros dos, que aún creen que de joven fui actor de spaguetti westerns, aunque es lógico, lo de escuchar no se les da muy bien, las palabras de los demás les entran por una oreja y, casi sin rozar el cerebro, les salen por la otra. Con tío Miguel es mejor hablar de política, siempre que la premisa principal sea “todos los políticos son unos chorizos”. Cuando me lanzo espontáneamente a contar una de mis batallitas siempre me dice “Gavilán, no empieces”. Juan Luis y él son las dos únicas personas con quien no tengo más remedio que mostrarme franco. Es trabajoso pero sienta bien. En realidad son lo más parecido a amigos que tengo, lo que no sé es si ellos me consideran igual”.
Blas pensó en Marita, su vecina de jeroglífico hablar. Le gustaba, y él a ella. Habían tenido algún escarceo amoroso pero cuando sucedía, siempre por pura inercia, él se excusaba diciendo que no era hombre para ella, ni para ella ni para ninguna mujer. Marita aceptaba con desilusión la situación consciente de que su defecto en el habla le quitaba todo su atractivo. Pero Blas, o Lbas, como le llamaba ella, no pensaba así. Al principio de conocerla, y de esto hacía ya mucho tiempo, no le entendía ni una palabra, como todo el mundo, pero a base de practicar consiguió pillarle el truco. Consistía en escuchar con mucha atención cada sonido que salía de su boca y reordenarlos como una secuencia lógica. Para conseguirlo era necesario un truco. Había que escuchar esos sonidos de la misma manera que se observa un cuadro en tres dimensiones con una figura oculta. Para descubrir esa figura hay que desenfocar la imagen, mirar al cuadro pero intentar ver lo que hay dentro, la figura aparece como por arte de magia. Al principio cuesta pero con práctica no hay cuadro que se te pueda resistir más de unos segundos. Fue como aprender un nuevo idioma. Marita estaba encantada con él por eso. Nadie había hecho por ella ese esfuerzo, ni su propia familia. Blas era la única persona en el mundo a quien se podía dirigir sin obtener como respuesta un “¿Qué dices?”, o “¿Tú hablas chino o qué?”. Así era en el mejor de los casos, siempre había algún cafre que se la quedaba mirando como si fuese idiota y algunos hasta soltaban una carcajada. Eso la hería hasta el centro del alma. Cuando pasaba eso estaba días sin salir de casa para otra cosa que no fuera trabajar en su puesto de costurera de un gran taller de confección. Allí al menos la respetaban por su gran eficiencia. Pero Lbas era diferente, con él podía tener conversaciones completas, con él había descubierto que le encantaba hablar, el problema era que cuando se emocionaba con algún tema su secuencia de sonidos se volvía mucho más caprichosa y anárquica y Blas tenía que decirle “Para el carro nena, que te embalas”.
Recordó el día en que Marita le contó que fue al médico para, al menos, buscar una causa a su problema. El médico le dijo que su defecto sólo se daba en una de cada seis mil millones de personas. Marita agarró la silla y se la estampó en la cabeza. Semejante desfachatez no merecía menos. El matasanos la denunció y hubo juicio, pero el juez, aburrido y desesperado, decidió anular la vista dejándolo todo en papel mojado.
Habían pasado más de dos horas desde que se fueron Juan Luis y tío Miguel, lo suficiente como para empezar a olvidarse de lo que estaba haciendo allí. Su mente divagaba ya sin orden ni concierto, se estaba quedando frío. La noche había caído ya sobre la ciudad como un manto opaco.
Entonces apareció alguien. Y se coló en su portal. Pudo ver poco de él, pero la suave luz de las farolas le dejó intuir que era un tipo menudo, ataviado con un sombrero negro y lo que pareció un jersey de lana de un color rojizo y oscuro. Clavó sus ojos en la ventana del comedor. El corazón se le empezó a acelerar, le latía con fuerza. Trascurrió un breve lapso de tiempo y atisbó una leve luz que se movía dentro de su casa. “Ese cabrón tiene llave, ¿cómo puede ser?” Aunque rememoró las veces que se había olvidado las llaves dentro de casa y con dos orquillas de Marita había podido forzar fácilmente la vieja cerradura. El intruso corrió las cortinas que Blas había dejado deliberadamente abiertas. La luz iba y venía, se apagaba y se encendía. “Lo tengo yo, no vas a encontrar nada, busca, busca... pero no me rompas nada, por favor”.
A los quince minutos el tipo asomó la cabeza por el umbral del portal, miró a ambos lados de la calle y echó a andar en dirección a la plazoleta de la fuente. Había vuelto a dejar las cortinas como estaban. “Viene hacia aquí” –se susurró Blas a sí mismo-. “Se está acercando, ¿sabrá que estoy aquí?, ¿tendrá algún secuaz apostado en algún escondrijo?” Blas escudriñó la oscuridad pero no vio a nadie. Con aquella negra noche lo lógico era no poder ver a nadie que se quisiese ocultar. El tipo era menudo, sí. Más de lo que con poca fortuna intentaban disimular los altos tacones de sus botines de charol, que sin querer, reflejaban algún haz de luz extraviado de las cansinas farolas. El hombrecillo estaba ya a pocos metros de la plazoleta. El ala del sombrero proyectaba sombras sobre su rostro que impedía que se le pudiese delatar. Cabeza ligeramente inclinada hacia delante, pasos cortos pero firmes, manos en los bolsillos...
Blas tuvo el impulso de abalanzarse sobre él, derribarlo, amoratarlo a golpes, interrogarlo haciendo el papel de poli malo y el de poli cabrón. Pero lo reprimió. Podía ser demasiado arriesgado, es posible que ese tipo fuera armado. Y lo que buscaba no estaba en la casa. El hombrecillo pasó a pocos metros de Blas sin levantar la mirada, parecía absorto en sus cavilaciones, ajeno a todo lo que le rodeaba. Blas se lo comió con la vista como un lobo hambriento mientras comenzaba ya a alejarse. “Lo dejaré para más adelante” pensó, tranquilizando artificialmente su conciencia. “Ten por seguro que nos encontraremos” rumió, envalentonándose desde su pasiva postura, haciendo suyas las palabras que con toda probabilidad pasaban por la mente de su opositor.
Dejó pasar unos minutos y volvió a casa, esta vez subió las escaleras con cuidado para no alertar a Marita. El paño estaba ligeramente desviado de su posición. Entró en casa y bajó la persiana del comedor, que era la única que daba a la calle. Encendió las luces y pudo darse cuenta de que todo estaba en perfecto estado. “Menos mal”. Al margen de algún pequeño detalle invisible para cualquier otra persona. Cajones cerrados de forma imperfecta, patas de muebles desalineados de las rayas de las baldosas, colchas y sábanas con imperceptibles arrugas... Aquel elemento había registrado todo pero sin demasiado empeño, sin dejar rastro. Estaba claro que no quería que Blas supiese que había estado allí. Lo que parecía evidente era que a lo que buscaba era al inquilino del piso.
Pero aquel no era lugar seguro. No podía quedarse en allí. El tipo no parecía tener ninguna prisa en actuar pero nadie podía asegurar que tramase volver allí con otras intenciones. Sin perder un segundo bajó a la calle y mirando intranquilo hacia todos lados empezó a caminar instintivamente en dirección a donde vivía Juan Luis.
(Para ver el capítulo VIII pinchar aquí).
A unos cien metros de allí había una pequeña plazoleta capitaneada por una bonita y antigua fuente seca desde la que se divisaba perfectamente el portal y la ventana del comedor del piso del desaparecido. Desde allí, sentado semiagazapado en un banco, expiaba Blas.
Nada más doblar la esquina por la que le vio esfumarse Juan Luis paró un taxi y fue hasta su casa. Durante el trayecto intentó tranquilizarse, pensar, dominar su respiración angustiosa y parar sus temblores. El impacto había sido fuerte pero él sabía que se repondría. Podía controlar las emociones, por profundas que fuesen, de eso tenía experiencia. En el momento de apearse del taxi y atravesar el umbral de la portería ya tenía su mente funcionando al cien por cien. Lo único que le iba a ritmo anormal era el corazón, que bombeaba con inusitada potencia, lo que le ayudó a trepar por la escalera saltando los escalones de tres en tres.
Al plantarse ante la puerta y sacar la llave recordó que el paño de la cerradura se quedaba imperceptiblemente girado hacia la izquierda si se cerraba de golpe, sólo quedaba recto si se le daba una vuelta a la llave desde fuera. El paño estaba perfectamente vertical, parecía que allí no había entrado nadie, o al menos nadie que no tuviese la llave ni conociese sus costumbres.
Entró con cuidado, enseguida encendió la luz... todo correcto, todo obsesionadamente ordenado como él siempre lo dejaba. Si hubiese entrado alguien lo sabría, ¡vaya si lo sabría!
Cogió el par de cosillas que necesitaba y se fue. Mientras bajaba las escaleras escuchó cómo se abría la puerta del primer piso. En él vivía Marita, un personaje muy peculiar, tanto como la relación que tenía con ella.
-Buenas noches Marita.
-Ebusna chones Lbas. Eh Sechudaco udirros natse. ¿Aspa loga? –Marita tenía un pequeño defectillo en el habla-.
-¿Has escuchado ruidos antes? Ah, sí, de pronto me ha embargado la duda de si había apagado el fuego, hoy he hecho un cocido, y he subido corriendo las escaleras. Menudo susto. Pero nada, todo está en orden –mintió Blas-.
-Son hacemso yomares, Lbas.
-Todavía no Marita, aún somos jóvenes, y por mucho tiempo, un despiste lo tiene cualquiera, no nos entierres tan pronto que todavía rebosamos vida.
-Et oprdísa equard nu rota, netgo llegatas sarecas, és equ et tusgan.
-¡Tienes galletas caseras! Maldición, qué mal me sabe cariño, pero tengo que irme, me están esperando, sabes que me encanta estar contigo pero hoy no puedo, de verdad.
-Acundo nietmes on penos tatnas exsucas. Seta zev et croe, troo ída saré.
-Te las sabes todas, creo que eres la única persona en el mundo que me conoce de verdad.
-Ya tesás timinendo troa zev.
-¡Qué mala eres! Adiós guapetona, nos vemos pronto.
-Seo serope, Lbas. Ya sebas déndo setyo.
Blas se fue hacia la plaza. Se quedaría allí observando, durante horas si fuese necesario. Si alguien quería algo de él posiblemente pasaría por allí. “Ni por encima de mi cadáver, aunque sólo sea por honor” pensó.
El miedo se había transformado en rabia y el sudor frío en rubor de odio. Ahora mismo deseaba enfrentarse cara a cara con el autor de esa nota.
Un lejano pitido hizo salir a Blas de sus atropelladas divagaciones. Curiosamente al mismo tiempo vio el 127 verde fosforito de tío Miguel aparcando milagrosamente casi al lado de su portal. Le acompañaba Juan Luis, que parecía esconderse de algo. Por un momento dudó de ellos... pero no, no podía ser. Sería una broma demasiado macabra, no era su estilo.
Después de un corto espacio de tiempo volvieron a la calle. Vio cómo hacían gestos de duda y con los brazos señalaban hacia todos los puntos cardinales. No tardaron en subir al coche y partir. “Ese pitido... –pensó Blas- juraría que era del 127”.
Sin darle más importancia a la extravagancia ocasional de tío Miguel se enfrascó de nuevo en sus pensamientos.
“Juan Luis Peñalba, buen mozo, y perspicaz, no sé como me pilla pero últimamente rara es la vez que no me atrapa en una mentira. Y como es tan puñetero el cabroncete no me deja pasar ni una. Tiene talento, no como los dos chavalotes que desde hace poco frecuentan La Minerva, ésos se lo tragan todo. O como los otros dos, que aún creen que de joven fui actor de spaguetti westerns, aunque es lógico, lo de escuchar no se les da muy bien, las palabras de los demás les entran por una oreja y, casi sin rozar el cerebro, les salen por la otra. Con tío Miguel es mejor hablar de política, siempre que la premisa principal sea “todos los políticos son unos chorizos”. Cuando me lanzo espontáneamente a contar una de mis batallitas siempre me dice “Gavilán, no empieces”. Juan Luis y él son las dos únicas personas con quien no tengo más remedio que mostrarme franco. Es trabajoso pero sienta bien. En realidad son lo más parecido a amigos que tengo, lo que no sé es si ellos me consideran igual”.
Blas pensó en Marita, su vecina de jeroglífico hablar. Le gustaba, y él a ella. Habían tenido algún escarceo amoroso pero cuando sucedía, siempre por pura inercia, él se excusaba diciendo que no era hombre para ella, ni para ella ni para ninguna mujer. Marita aceptaba con desilusión la situación consciente de que su defecto en el habla le quitaba todo su atractivo. Pero Blas, o Lbas, como le llamaba ella, no pensaba así. Al principio de conocerla, y de esto hacía ya mucho tiempo, no le entendía ni una palabra, como todo el mundo, pero a base de practicar consiguió pillarle el truco. Consistía en escuchar con mucha atención cada sonido que salía de su boca y reordenarlos como una secuencia lógica. Para conseguirlo era necesario un truco. Había que escuchar esos sonidos de la misma manera que se observa un cuadro en tres dimensiones con una figura oculta. Para descubrir esa figura hay que desenfocar la imagen, mirar al cuadro pero intentar ver lo que hay dentro, la figura aparece como por arte de magia. Al principio cuesta pero con práctica no hay cuadro que se te pueda resistir más de unos segundos. Fue como aprender un nuevo idioma. Marita estaba encantada con él por eso. Nadie había hecho por ella ese esfuerzo, ni su propia familia. Blas era la única persona en el mundo a quien se podía dirigir sin obtener como respuesta un “¿Qué dices?”, o “¿Tú hablas chino o qué?”. Así era en el mejor de los casos, siempre había algún cafre que se la quedaba mirando como si fuese idiota y algunos hasta soltaban una carcajada. Eso la hería hasta el centro del alma. Cuando pasaba eso estaba días sin salir de casa para otra cosa que no fuera trabajar en su puesto de costurera de un gran taller de confección. Allí al menos la respetaban por su gran eficiencia. Pero Lbas era diferente, con él podía tener conversaciones completas, con él había descubierto que le encantaba hablar, el problema era que cuando se emocionaba con algún tema su secuencia de sonidos se volvía mucho más caprichosa y anárquica y Blas tenía que decirle “Para el carro nena, que te embalas”.
Recordó el día en que Marita le contó que fue al médico para, al menos, buscar una causa a su problema. El médico le dijo que su defecto sólo se daba en una de cada seis mil millones de personas. Marita agarró la silla y se la estampó en la cabeza. Semejante desfachatez no merecía menos. El matasanos la denunció y hubo juicio, pero el juez, aburrido y desesperado, decidió anular la vista dejándolo todo en papel mojado.
Habían pasado más de dos horas desde que se fueron Juan Luis y tío Miguel, lo suficiente como para empezar a olvidarse de lo que estaba haciendo allí. Su mente divagaba ya sin orden ni concierto, se estaba quedando frío. La noche había caído ya sobre la ciudad como un manto opaco.
Entonces apareció alguien. Y se coló en su portal. Pudo ver poco de él, pero la suave luz de las farolas le dejó intuir que era un tipo menudo, ataviado con un sombrero negro y lo que pareció un jersey de lana de un color rojizo y oscuro. Clavó sus ojos en la ventana del comedor. El corazón se le empezó a acelerar, le latía con fuerza. Trascurrió un breve lapso de tiempo y atisbó una leve luz que se movía dentro de su casa. “Ese cabrón tiene llave, ¿cómo puede ser?” Aunque rememoró las veces que se había olvidado las llaves dentro de casa y con dos orquillas de Marita había podido forzar fácilmente la vieja cerradura. El intruso corrió las cortinas que Blas había dejado deliberadamente abiertas. La luz iba y venía, se apagaba y se encendía. “Lo tengo yo, no vas a encontrar nada, busca, busca... pero no me rompas nada, por favor”.
A los quince minutos el tipo asomó la cabeza por el umbral del portal, miró a ambos lados de la calle y echó a andar en dirección a la plazoleta de la fuente. Había vuelto a dejar las cortinas como estaban. “Viene hacia aquí” –se susurró Blas a sí mismo-. “Se está acercando, ¿sabrá que estoy aquí?, ¿tendrá algún secuaz apostado en algún escondrijo?” Blas escudriñó la oscuridad pero no vio a nadie. Con aquella negra noche lo lógico era no poder ver a nadie que se quisiese ocultar. El tipo era menudo, sí. Más de lo que con poca fortuna intentaban disimular los altos tacones de sus botines de charol, que sin querer, reflejaban algún haz de luz extraviado de las cansinas farolas. El hombrecillo estaba ya a pocos metros de la plazoleta. El ala del sombrero proyectaba sombras sobre su rostro que impedía que se le pudiese delatar. Cabeza ligeramente inclinada hacia delante, pasos cortos pero firmes, manos en los bolsillos...
Blas tuvo el impulso de abalanzarse sobre él, derribarlo, amoratarlo a golpes, interrogarlo haciendo el papel de poli malo y el de poli cabrón. Pero lo reprimió. Podía ser demasiado arriesgado, es posible que ese tipo fuera armado. Y lo que buscaba no estaba en la casa. El hombrecillo pasó a pocos metros de Blas sin levantar la mirada, parecía absorto en sus cavilaciones, ajeno a todo lo que le rodeaba. Blas se lo comió con la vista como un lobo hambriento mientras comenzaba ya a alejarse. “Lo dejaré para más adelante” pensó, tranquilizando artificialmente su conciencia. “Ten por seguro que nos encontraremos” rumió, envalentonándose desde su pasiva postura, haciendo suyas las palabras que con toda probabilidad pasaban por la mente de su opositor.
Dejó pasar unos minutos y volvió a casa, esta vez subió las escaleras con cuidado para no alertar a Marita. El paño estaba ligeramente desviado de su posición. Entró en casa y bajó la persiana del comedor, que era la única que daba a la calle. Encendió las luces y pudo darse cuenta de que todo estaba en perfecto estado. “Menos mal”. Al margen de algún pequeño detalle invisible para cualquier otra persona. Cajones cerrados de forma imperfecta, patas de muebles desalineados de las rayas de las baldosas, colchas y sábanas con imperceptibles arrugas... Aquel elemento había registrado todo pero sin demasiado empeño, sin dejar rastro. Estaba claro que no quería que Blas supiese que había estado allí. Lo que parecía evidente era que a lo que buscaba era al inquilino del piso.
Pero aquel no era lugar seguro. No podía quedarse en allí. El tipo no parecía tener ninguna prisa en actuar pero nadie podía asegurar que tramase volver allí con otras intenciones. Sin perder un segundo bajó a la calle y mirando intranquilo hacia todos lados empezó a caminar instintivamente en dirección a donde vivía Juan Luis.
(Para ver el capítulo VIII pinchar aquí).
3 sept 2008
Presente y pasado
-Hola amigo blog.
-Hola tú.
-Hoy he estado pensando sobre las aficiones. Admiro a la gente que se aficiona a algo y lo mantiene durante mucho tiempo, o toda la vida. Yo no soy capaz. En estos últimos años he tenido como hobbies la informática, el aprender inglés, los videojuegos, la música… y ahora me ha dado por escribir. Fíjate tú.
-Gracias a eso existo.
-Yo diría que al contrario, a raíz de crearte, amigo blog, he descubierto que me gusta esto de escribir. Lo malo es que siempre pienso que es para siempre y resulta que al cabo del tiempo aparece algo más interesante o divertido y adiós muy buenas.
-Y ¿te sabe mal?
-Estoy aprendiendo a aceptarlo, es una de las difíciles tareas que comprenden eso de “conocerse a sí mismo”.
-Para eso hace falta humildad.
-Sí, justo lo que me faltó para creer que podía aprender sueco en catorce días.
-Calla calla, ahí se te fue la olla que te cagas.
-Ja ja ja, tienes razón, pero me divertí mucho.
En ese momento apareció un tercer interlocutor que exclamó:
-Yo estuve haciendo Tai Chi un tiempo.
-Amigo blog, hazme el favor de decirme quién es este melenudo.
-Ni idea –respondió el blog-, pero creo que os voy a dejar solos, aquí estoy de más.
-Y ¿me vas a dejar solo con éste?
-Adiós majetes, espero que os entendáis –el blog se marchó dejando a J.C.Alonso con ese desconocido extrañamente familiar-.
-¿Usted quién es? ¿No sabe que eso de interrumpir una conversación está muy feo?
-Anda anda, ¿qué pasa?, ¿no me reconoces?
-No –dijo J.C.Alonso, pero en ese momento, no se sabe bien por qué, le vino a la memoria una imagen de cuando estuvo hospitalizado. Aquel día se sentó en el lavabo y mirando a su derecha descubrió que habían colgado un cuadro. Casi al instante se dio cuenta de que no era un cuadro, era un espejo, y el que se reflejaba allí era él mismo. Fue chocante observar aquella cara grisácea y demacrada totalmente diferente a la imagen que tenía de sí mismo. J.C.Alonso miró al desconocido y tuvo una sensación parecida. “Este tío parece un espejo” pensó. Y entonces añadió: -Y no me tutee, un respeto que soy mayor. ¿Cómo se llama?
-Juanky. Creo que a usted también le llaman Juanky, pero con “i” latina, Juanki.
-Así me llaman cariñosamente los que entraron a formar parte de mi vida en su segunda fase.
-Como a mí.
-Dígame por favor quién cojones es, señor Juanky.
-Soy su pasado.
J.C.Alonso se quedó pasmado mirando a aquel intruso que se había colado de repente en la escena perturbando su tranquilidad. Pero tuvo que reconocerse que el menda tenía razón, se estaba observando a sí mismo tal como era hace unos años.
-¿Te puedo tutear ahora que ya sabes quién soy?
-Bueno va –dudó J.C.Alonso-.
-Titotuta.
-Tu puta madre majadero.
-Va va va, que sé que te ha hecho gracia, reconócelo. Sé que aún tienes la extraña facultad de hacerte reír a ti mismo, igual que yo.
-Vale te creo -J.C.Alonso tuvo que rendirse otra vez a la evidencia y soltó una leve carcajada-. Y dime, ¿a qué te dedicas?, que no lo recuerdo.
-A la búsqueda de la felicidad.
-Grande y loable empresa. Y qué, ¿cómo va?
-Fatal, nunca la llegué a encontrar. Creí que conocía el camino…
-Déjame adivinar, y te perdiste.
-Exacto, perdí la oportunidad. Tú que puedes ver las cosas desde otro ángulo me puedes ayudar, no a enmendar el error, a bien seguro que hay alguno, para eso ya no hay remedio, pero sí al menos a entenderlo. ¿Qué coño me pasó?
-¿Qué es para ti la felicidad, Juanky?
-Es difícil de explicar, el objetivo de la vida, la realización total, el sentirse satisfecho y pleno, cosas así.
-Apuntabas demasiado alto, el riesgo era grande, o infinito, tenías todos los números para perder.
-¿Qué es entonces la felicidad? –dijo Juanky intrigado-.
-Lo que uno quiera.
-Pero la felicidad es un estado que…
-Ni estado ni estada, déjate de sandeces. Las grandes palabras como “Felicidad”, “Libertad” o “Amor” tienen un significado tan ambiguo que son imposibles de definir, cada uno le da el significado que le da la gana. Para mí la felicidad es sinónimo de tranquilidad.
-Estás degradando esa gran palabra.
-Ahora dime, y piénsatelo bien, ¿tú has estado alguna vez tranquilo?
-(…) –respondió.Juanky se quedó hecho polvo, mirando al suelo sin saber qué decir-.
-No te acongojes bobo, mala costumbre esa tuya –tranquilizó J.C.Alonso-. En el momento en que te cojí el relevo ya no tuve la necesidad de buscar la felicidad y cedí en el empeño. Entonces me sentí tranquilo, y al poco tiempo, sin querer, la encontré, solo que no me di cuenta hasta unos meses después. Encontré la felicidad, mi nueva definición de felicidad.
-No es justo.
-Sí lo es. Tú anhelabas algo utópico que en el fondo sabías que era imposible. Y menos con tu situación. Tenías una nube negra en la cabeza que no te dejaba pensar con claridad, todo era superficial, nada era lo profundo que tu deseabas. La vida es mucho más sencilla. Cometiste el error de escuchar demasiado a los demás y poco o nada a ti mismo. No sabías lo que tenías ni lo que querías.
-¿No estás siendo demasiado duro conmigo?
-De sobras sabes que no. Lo que tienes que hacer ahora, señor Juanky pasado, es comprender que cada uno durante su vida toma las decisiones que cree correctas, uno cree que está acertando. Que los acontecimientos no se sucedan como uno desea es otra cuestión, uno no puede estar arrepintiéndose toda la vida de los errores que ha cometido. Por eso, porque ya no tenías remedio, me diste paso a mí. Pero yo no soy más que lo que tú fuiste, uno es lo que fue, y te doy las gracias por ello.
Juanky se sintió emocionado y notó un nudo en la garganta.
-Otro error tuyo que estoy intentando corregir, cuando alguien te dice algo bonito te pones de esa manera por que no te puedes creer que alguien piense así de ti, si tú mismo tienes una imagen positiva de ti eso no pasa. Lo que te dicen ya lo sabes, no te viene de sorpresa.
Juanky sonrió con tranquilidad y miró a J.C.Alonso orgulloso. Deseaba hablar con él durante horas pero…
-Bueno, tengo que irme, hay una cosa que quiero hacer que es muy importante.
-¿De qué se trata?
-Voy a ver una carrera de coches que me he bajado de Internet –dijo J.C.Alonso frotándose las manos-.
Juanky se quedó helado.
-“Importancia” es otra de esas grandes palabras a las que uno le da el significado que le da gana, querido pasado.
-Adiós, J.C.Alonso, ha sido un placer hablar contigo, y muy instructivo.
-Sólo quiero que te sientas mejor, eso también me ayuda a mí, al fin y al cabo somos inseparables. Que te vaya bien.
-Lo mismo digo, te deseo toda la suerte del mundo.
-La suerte hay que buscarla, no viene sola.
Así se despidió J.C.Alonso, dejando un buen sabor de boca a Juanky, dispuesto a trincarse un chupito de Jack Daniels viendo una carrera de NASCAR, que era la obligación más importante que tenía en ese momento.
-Hola tú.
-Hoy he estado pensando sobre las aficiones. Admiro a la gente que se aficiona a algo y lo mantiene durante mucho tiempo, o toda la vida. Yo no soy capaz. En estos últimos años he tenido como hobbies la informática, el aprender inglés, los videojuegos, la música… y ahora me ha dado por escribir. Fíjate tú.
-Gracias a eso existo.
-Yo diría que al contrario, a raíz de crearte, amigo blog, he descubierto que me gusta esto de escribir. Lo malo es que siempre pienso que es para siempre y resulta que al cabo del tiempo aparece algo más interesante o divertido y adiós muy buenas.
-Y ¿te sabe mal?
-Estoy aprendiendo a aceptarlo, es una de las difíciles tareas que comprenden eso de “conocerse a sí mismo”.
-Para eso hace falta humildad.
-Sí, justo lo que me faltó para creer que podía aprender sueco en catorce días.
-Calla calla, ahí se te fue la olla que te cagas.
-Ja ja ja, tienes razón, pero me divertí mucho.
En ese momento apareció un tercer interlocutor que exclamó:
-Yo estuve haciendo Tai Chi un tiempo.
-Amigo blog, hazme el favor de decirme quién es este melenudo.
-Ni idea –respondió el blog-, pero creo que os voy a dejar solos, aquí estoy de más.
-Y ¿me vas a dejar solo con éste?
-Adiós majetes, espero que os entendáis –el blog se marchó dejando a J.C.Alonso con ese desconocido extrañamente familiar-.
-¿Usted quién es? ¿No sabe que eso de interrumpir una conversación está muy feo?
-Anda anda, ¿qué pasa?, ¿no me reconoces?
-No –dijo J.C.Alonso, pero en ese momento, no se sabe bien por qué, le vino a la memoria una imagen de cuando estuvo hospitalizado. Aquel día se sentó en el lavabo y mirando a su derecha descubrió que habían colgado un cuadro. Casi al instante se dio cuenta de que no era un cuadro, era un espejo, y el que se reflejaba allí era él mismo. Fue chocante observar aquella cara grisácea y demacrada totalmente diferente a la imagen que tenía de sí mismo. J.C.Alonso miró al desconocido y tuvo una sensación parecida. “Este tío parece un espejo” pensó. Y entonces añadió: -Y no me tutee, un respeto que soy mayor. ¿Cómo se llama?
-Juanky. Creo que a usted también le llaman Juanky, pero con “i” latina, Juanki.
-Así me llaman cariñosamente los que entraron a formar parte de mi vida en su segunda fase.
-Como a mí.
-Dígame por favor quién cojones es, señor Juanky.
-Soy su pasado.
J.C.Alonso se quedó pasmado mirando a aquel intruso que se había colado de repente en la escena perturbando su tranquilidad. Pero tuvo que reconocerse que el menda tenía razón, se estaba observando a sí mismo tal como era hace unos años.
-¿Te puedo tutear ahora que ya sabes quién soy?
-Bueno va –dudó J.C.Alonso-.
-Titotuta.
-Tu puta madre majadero.
-Va va va, que sé que te ha hecho gracia, reconócelo. Sé que aún tienes la extraña facultad de hacerte reír a ti mismo, igual que yo.
-Vale te creo -J.C.Alonso tuvo que rendirse otra vez a la evidencia y soltó una leve carcajada-. Y dime, ¿a qué te dedicas?, que no lo recuerdo.
-A la búsqueda de la felicidad.
-Grande y loable empresa. Y qué, ¿cómo va?
-Fatal, nunca la llegué a encontrar. Creí que conocía el camino…
-Déjame adivinar, y te perdiste.
-Exacto, perdí la oportunidad. Tú que puedes ver las cosas desde otro ángulo me puedes ayudar, no a enmendar el error, a bien seguro que hay alguno, para eso ya no hay remedio, pero sí al menos a entenderlo. ¿Qué coño me pasó?
-¿Qué es para ti la felicidad, Juanky?
-Es difícil de explicar, el objetivo de la vida, la realización total, el sentirse satisfecho y pleno, cosas así.
-Apuntabas demasiado alto, el riesgo era grande, o infinito, tenías todos los números para perder.
-¿Qué es entonces la felicidad? –dijo Juanky intrigado-.
-Lo que uno quiera.
-Pero la felicidad es un estado que…
-Ni estado ni estada, déjate de sandeces. Las grandes palabras como “Felicidad”, “Libertad” o “Amor” tienen un significado tan ambiguo que son imposibles de definir, cada uno le da el significado que le da la gana. Para mí la felicidad es sinónimo de tranquilidad.
-Estás degradando esa gran palabra.
-Ahora dime, y piénsatelo bien, ¿tú has estado alguna vez tranquilo?
-(…) –respondió.Juanky se quedó hecho polvo, mirando al suelo sin saber qué decir-.
-No te acongojes bobo, mala costumbre esa tuya –tranquilizó J.C.Alonso-. En el momento en que te cojí el relevo ya no tuve la necesidad de buscar la felicidad y cedí en el empeño. Entonces me sentí tranquilo, y al poco tiempo, sin querer, la encontré, solo que no me di cuenta hasta unos meses después. Encontré la felicidad, mi nueva definición de felicidad.
-No es justo.
-Sí lo es. Tú anhelabas algo utópico que en el fondo sabías que era imposible. Y menos con tu situación. Tenías una nube negra en la cabeza que no te dejaba pensar con claridad, todo era superficial, nada era lo profundo que tu deseabas. La vida es mucho más sencilla. Cometiste el error de escuchar demasiado a los demás y poco o nada a ti mismo. No sabías lo que tenías ni lo que querías.
-¿No estás siendo demasiado duro conmigo?
-De sobras sabes que no. Lo que tienes que hacer ahora, señor Juanky pasado, es comprender que cada uno durante su vida toma las decisiones que cree correctas, uno cree que está acertando. Que los acontecimientos no se sucedan como uno desea es otra cuestión, uno no puede estar arrepintiéndose toda la vida de los errores que ha cometido. Por eso, porque ya no tenías remedio, me diste paso a mí. Pero yo no soy más que lo que tú fuiste, uno es lo que fue, y te doy las gracias por ello.
Juanky se sintió emocionado y notó un nudo en la garganta.
-Otro error tuyo que estoy intentando corregir, cuando alguien te dice algo bonito te pones de esa manera por que no te puedes creer que alguien piense así de ti, si tú mismo tienes una imagen positiva de ti eso no pasa. Lo que te dicen ya lo sabes, no te viene de sorpresa.
Juanky sonrió con tranquilidad y miró a J.C.Alonso orgulloso. Deseaba hablar con él durante horas pero…
-Bueno, tengo que irme, hay una cosa que quiero hacer que es muy importante.
-¿De qué se trata?
-Voy a ver una carrera de coches que me he bajado de Internet –dijo J.C.Alonso frotándose las manos-.
Juanky se quedó helado.
-“Importancia” es otra de esas grandes palabras a las que uno le da el significado que le da gana, querido pasado.
-Adiós, J.C.Alonso, ha sido un placer hablar contigo, y muy instructivo.
-Sólo quiero que te sientas mejor, eso también me ayuda a mí, al fin y al cabo somos inseparables. Que te vaya bien.
-Lo mismo digo, te deseo toda la suerte del mundo.
-La suerte hay que buscarla, no viene sola.
Así se despidió J.C.Alonso, dejando un buen sabor de boca a Juanky, dispuesto a trincarse un chupito de Jack Daniels viendo una carrera de NASCAR, que era la obligación más importante que tenía en ese momento.
2 sept 2008
Zohan: Licencia para peinar - Dennis Dugan (2008)
Despojado de todo un buen manojo de prejuicios que me impedían disfrutar de este tipo de pelis y de otras cosas me dispuse a ver Zohan cómodamente sentado en el sofá. Me dijeron que era una peli de risa, pero tal como está el panorama o simplemente sabedor de lo exigente de mi poco panorámico sentido del humor, reté a Zohan a sacarme algo más de un par de simples sonrisillas, que es lo que me han conseguido sacar la mayoría de las pelis actuales que gratuitamente llamamos “de risa”.
Perdí el reto, me reí como un cosaco (¿como un cosaco?, ¿estos no son los que beben mucho?, bueno, da igual). Y me reí a gusto, ignorando la sarta de ordinarieces fuera de toda mesura que abarrotan esta peli. No sólo ignorándola, sacándole partido. Las animaladas se repiten una detrás de otra, pero son ingeniosas y no repetitivas.
En pelis como “Scary Movie” y semejantes también se repiten animaladas y salvajadas continuamente, pero con las dos primeras te ríes, con la tercera medio sonríes y con la cuarta empiezas a bostezar e inicias un irremediable camino al estado onírico más profundo.
La peli está plagada de gags graciosos pero tiene un par de escenas, de esas que recuerdas, que me parecieron épicas. La de Zohan persiguiendo a una lancha a nado y en la que juegan a fútbol con un gato. El gato no juega a fútbol, es la pelota.
Me destronché de risa, en otros tiempos no me lo hubiese permitido, menos mal que uno evoluciona, y creo (creo) que para bien, al fin y al cabo de lo que se trata es de pasarlo bien. Además se permite enviar un mensaje, intenta de una forma bastante poco ortodoxa la pacificación entre palestinos e israelíes, al menos los que han emigrado e EEUU. Como intención puede estar bien, pero me temo que como mucho puede provocar el efecto contrario.
Un diez por Zohan, la recomiendo para quien quiera ver una peli “de risa” atípica, es diferente sólo por el sencillo hecho de que te ríes.
Perdí el reto, me reí como un cosaco (¿como un cosaco?, ¿estos no son los que beben mucho?, bueno, da igual). Y me reí a gusto, ignorando la sarta de ordinarieces fuera de toda mesura que abarrotan esta peli. No sólo ignorándola, sacándole partido. Las animaladas se repiten una detrás de otra, pero son ingeniosas y no repetitivas.
En pelis como “Scary Movie” y semejantes también se repiten animaladas y salvajadas continuamente, pero con las dos primeras te ríes, con la tercera medio sonríes y con la cuarta empiezas a bostezar e inicias un irremediable camino al estado onírico más profundo.
La peli está plagada de gags graciosos pero tiene un par de escenas, de esas que recuerdas, que me parecieron épicas. La de Zohan persiguiendo a una lancha a nado y en la que juegan a fútbol con un gato. El gato no juega a fútbol, es la pelota.
Me destronché de risa, en otros tiempos no me lo hubiese permitido, menos mal que uno evoluciona, y creo (creo) que para bien, al fin y al cabo de lo que se trata es de pasarlo bien. Además se permite enviar un mensaje, intenta de una forma bastante poco ortodoxa la pacificación entre palestinos e israelíes, al menos los que han emigrado e EEUU. Como intención puede estar bien, pero me temo que como mucho puede provocar el efecto contrario.
Un diez por Zohan, la recomiendo para quien quiera ver una peli “de risa” atípica, es diferente sólo por el sencillo hecho de que te ríes.
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