Ayer Isabel y J.C.Alonso fueron a dar un paseo por las calles del pueblo a las doce de la noche, y de paso tomar un café. Pasaron por delante de un bar pero parecía haber mal ambientillo, había un tipo con barba justo a la entrada que no hacía muy buena pinta. Pasaron de largo. Recorrrieron el pueblo de cabo a rabo y sólo encontraron bares que hacían buen uso del verbo “cerrar”, tanto en su forma de participio como de gerundio. Volvieron al garito del principio y entraron. El tipo de barba seguía allí, tranquilo y solitario. Además, había una chica embarazada con un carrito, una mulatilla que correteaba por todo el local y un par de grupos de personas charlando afablemente. Lo del mal ambientillo, por suerte, resultó ser una mera suposición.
Isabel y JCA se tomaron sus consumiciones, las pagaron, y se dispusieron a irse a casa, ya era tarde.
Estaban casi a punto de salir cuando una voz tronó desde la barra.
-¡Ei, tío, qué passa!
“Mierda, es el tío de la barba, me parece que se dirige a mí” –pensó JCA-. Si el saludo hubiese sido un poco menos efusivo posiblemente hubiese respondido con un seco “Adéu” y hubiese pasado de largo, pero decidió mirar hacia el origen del bramido. Una vez sus ojos hallaron su objetivo, descubrió que detrás de aquella barba se escondía un amiguete…, bueno, un amiguete no, un tío con el que estuvo trabajando en una obra durante dos o tres meses. El barbudo se avalanzó hacia JCA para fundirse con él en un caluroso abrazo. JCA, sorprendido, adoptó la postura de la doncella recatada bailando un “agarrao” y le puso ligeramente la mano en el costado para corresponder educada pero discretamente al amigable gesto. El contacto de su mano con aquel orondo cuerpo le sugirió un inequívoco parecido a un enorme tonel con la madera rancia y bufada por el mal uso y el paso del tiempo.
-¡Qué passa tío! –dijo el barbudo-.
-Joder, no te había conocido con esa barba. Estás mu gordo –contestó JCA, derrochando simpatía y aprovechándose del exceso de confianza del de la barba-.
A todo esto Isa observaba atentamente la escena a una distancia prudencial, analizando la situación desde un punto de vista psicológico.
-Es un flipe –el barbas hizo caso omiso de las palabras de su interlocutor-, hoy me he encontrao tres colegas que hacía la tira que no veía, uno de hace diez años, el otro… no sé… y tú…pueeees.
-Pues por lo menos cinco o seis años.
-Noooo –dijo el barbudo, sin tener muy claro si era mucho más o mucho menos que cinco o seis años-.
-¿Y ahora cómo te va?
-Bueno, antes estaba con aquella mujer, tú sabes (¿yo sé?, pensó JCA), estaba en Sort, y… nooo… bueno…
-Cosas que pasan, pero ¿y ahora cómo te va? –dijo JCA, intentando dejar de lado el pasado-.
-Es que aquella tía… bueno, qué te voy a contar que no sepas…
JCA alucinaba, no tenía ni idea ni de que estuviese en Sort, ni de que estuviese con una tía, y ni mucho menos de que se hubiesen separado-.
-Vale vale, pero ¿ahora cómo te va?
-¿Y tú qué haces?
-Pues yo muy bi…
-Yo feliz –interrumpió el tonel parlante, deseando únicamente escuchar su propia voz. Tras su pelaje facial se adivinaba una sonrisa amarga-.
-Pues malegro hombre, y…
-Feliz, tío –volvió a interrumpir, esta vez señalando con la mano abierta al carrito y a su conductora (por lo visto iban juntos). En ese momento la mulatilla correteadora aparació por allí y también fue señalada por la mano abierta-.
-No me digas que todo esto es tuyo –dijo JCA, exhibiendo sus exquisitos modales-.
-Pues ya ves, ¡eh, cariño!, dale la vuelta al carro, que mi colega vea a mi churumbel.
La chica giró el carrito ipso facto mostrando a su ocupante. Isabel y JCA miraron sin saber qué decir. La chica tenía mirada de lobo, o de hiena. No pronunció palabra.
-Feliz, tío. Quién me iba a decir a mí.
-Eso digo yo.
-Dos y otro en camino, bueno, la que corre (la mulata) no es mía, esa ya estaba, es de ella y… y los otros dos sí son míos, a ver, el del carro y el que está en camino. Ya lo ves, feliz.
-Ya veo –dijo JCA-.
Isa seguía observando la escena con los ojos cada vez más abiertos.
-Cariño, cariño, ven que os presento… ostia, ¿tú cómo te llamas?, que no me acuerdo –dijo el tonel, dando una prueba irrefutable de que su amistad con JCA llegaba hasta lo más hondo del corazón-.
-Juan Carlos, ¿y tú cómo te llamas, que yo tampoco me acuerdo? –dijo JCA, aportando más pruebas y dejando de lado ya por completo sus refinadas formas-.
-Yo Mengano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es
Un momento, aquí hay un pequeño error. Para no utilizar elementos peyorativos en esta rica muestra literaria procederé a un sutil cambio en la última frase, para eso la repetiré íntegramente.
-Yo Fulano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es Mengana.
-Hola Mengana, encantado –Mengana no pronunció palabra-.
JCA se prestó raudo a presentar a Isabel, quien a buen seguro estaba deseosa de conocer a tan excelsa pareja. Besos. Mengana siguió sin pronunciar palabra.
-Pues nada tío, ayer llegué a las cinco de la mañana ¿eh cariño?, a las cinco, ¿te acuerdas? –Mengana no hizo ni el menor gesto, su mirada lobunohienesca seguía alojada en su semblante- y claro, te encuentras a alguien y… a las cinco tío, y ella, claro, es que la otra, ¿eh cariño? ¿la otra? es que no, porque, uno lo que tiene que hacer es, pues eso…
-Ya ya –dijo JCA, mientras con un ojo miraba atento a Fulano y con el otro trazaba una línea discontinua hasta la botella de cerveza vacía que había en la barra, percatándose de que era Voll Damm, una marca que con facilidad se te sube a la cabeza y te la desenrosca-.
Dado el nulo verbo de Mengana, Isa seguía observando la escena de aquellos grandes amigos con interés.
-Es que claro, te lías te lías, y acabas a las cinco, pero uno de diez, el otro de cinco, y luego… y ahora, pues ya lo ves, tres churumbeles, pero bien, feliz…
JCA, convencido de que un duendecillo perverso se había apoderado de la capacidad de discernimiento de Fulano, dio un cortito pero perceptible paso atrás para ir preparando la huida.
-¿Te acuerdas en la obra? Pagaban poco, a mí me pagó aquel de bigote, el…, no, el otro ¿cómo se llamba? tres churumbeles, primero uno de diez, otro de cinco ¿eh cariño? ¿eh?
-Bueeno –otro pasito atrás, ahora no le cabía la menor duda de que Fulano se había comido un éxtasis como la rueda de un camión-.
Isa estaba encantada de tan agradable conversación.
-Así es la vida, a veces… es que con aquella tía, bueno, ¿qué te voy a decir que no sepas?
-Bueeeeeeno, nos vamos a ir que es tarde y mañana hay que currar, ya sabes, currar.
-Ei tío, me alegro mucho de haberte visto, nos vemos otro día, pa comer, mejor un fin de semana, que claro, claro, ¿eh, cariño? –ni mu-.
-Por supuesto, ya nos veremos otro día más tranquilamente, venga, nos vemos.
Isa y JCA salieron por fin del bar y recibieron el aire fresco de la noche con gratitud. Entre risas incontenibles y expresiones lastimosas fueron comentando la jugada hasta llegar a casa. El encuentro de JCA con su grandísimo amigo del alma fue una experiencia irrepetible, pero se fueron a dormir con la incertidumbre de no conocer la voz de Mengana, que no pronunció palabra.
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