La factoría Marvel no se cansa, están agotando todos sus superhéroes. Ahora le toca el turno a Iron Man, del que nunca pensé que hiciesen una película.
En una peli sobre un superhéroe hay que explicar la historia de cómo llegó a serlo, y ésta no es menos. Pero resulta que la historia es larguííííísima, hay que esperar más de una hora para que salga Iron Man, es como si no empezase nunca, como si gran parte de la peli fuese una introducción.
Iron Man es un pedazo de personaje de increíbles y cambiantes poderes y de impresionante personalidad, de bellísima estética, que en la peli está ensalzada al máximo. Está construido de oro y titanio, y es dorado y rojo, todo un figurín.
Iron Man se hace de rogar, pero cuando por fin aparece, cuando se le ve volar por primera vez, es realmente emocionante, se me erizó el vello de todo el cuerpo.
De Robert Downey no me quejo (aunque cuando sale sin camiseta tienes la sensación de que está escondiendo barriga, ese truco me lo sé, pero no es porque yo tenga barriga, nooooo, no es por eso), la interpretación es buena, pero la hizo a las órdenes de un productor o un director que no han leído comics de Iron Man. Tony Starks, que es el personaje a quien interpreta Robert Downey, es un tipo con mucha clase, muy educado, y elegante en todos los aspectos, y Robert Downey encarna a un tipo sobrao y chulo, vacilón y mujeriego, que puede caer fatal. Han cometido el mismo error que con Spiderman, el menda que hace el papel no pega ni con cola, es un llorón embobado que no tiene nada que ver con el Spiderman real.
Las dos horas que dura la peli no se hacen largas, pero se hecha de menos más acción y sobretodo más Iron Man, que es por lo que uno ve una peli de estas. A pesar de todo esto el poco rato en que aparece compensa completamente por el gustazo que se da uno al ver a uno de sus superhéroes favoritos de su juventud (siempre detrás de Spiderman) en movimiento.
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