El otro domingo, segundo de los tres días seguidos de fiesta del puente de la Constitución, me disponía a disfrutar de una inactiva y relajada tarde de invierno sentado en el sofá al romántico calor de la estufa de butano. Pero antes tenía que poner en marcha mi adorado lavavajillas, máquina celestial donde las haya.
Habiéndose acabado ya el bote de jabón de lavavajillas barato pero eficiente que tenía (el Calgonit es carísimo) me preparé para estrenar el nuevo Top Budget, excelsa marca blanca del Intermarché, que compré unos días antes a un precio tan módico como sospechoso.
Si no lavaba bien del todo lo pondría otra vez, y si aún así se resistiese a eliminar hasta la última huella de suciedad intentaría aguantar el fin de semana como pudiese y compraría otro y listo, cualquier cosa con tal de no lavar a mano. Pero, ¿por qué iba a ir mal? Intermarché es un súper más o menos fiable.
Agarré el bote con rutinaria resolución y busqué en el tapón la pequeña hendidura para verter el jabón en la jabonera de la máquina. Pero...
...la hendidura no estaba.
Mmm...
Demasiado barato –pensé-, tendré que afinar para no echarlo fuera, pero como es tan barato si se pierde algo no pasa nada.
Desenrosqué el tapón. Era la primera vez en mi vida que desenroscaba algo para poner un lavavajillas. Ha de haber una primera vez para todo en la vida. Me vino un olor a lavavajillas barato que me sorprendió más aún que lo de la hendidura, lo que me hizo mirar en el interior del bote. Lancé una mirada temerosa y descubrí lo que nunca hubiera imaginado, el jabón era líquido. Jabón de lavavajillas líquido.
Mi confuso cerebro empezaba a vislumbrar un error en todo aquello, pero aún era ajeno a la tragedia que estaba por venir. Alcé el bote hasta la altura de mis ojos y lo observé con recelo.
La etiqueta rezaba:
“Lavavajillas”.
Nada más.
Aterrado, giré el orondo recipiente para buscar algo más de información en su parte trasera, y en ella ponía:
“Modo de empleo”.
Mis ojos, desobedeciendo a mis neuronas, se dirigieron a la línea siguiente.
“Aplicar el producto sobre una esponja y frotar la vajilla y cubiertos a limpiar. Una vez eliminada la suciedad aclarar con agua y dejar secar”.
Dios mío.
Las prisas a la hora de comprar habían hecho que me confundiese de bote y había comprado jabón para lavar a mano.
Dios mío de mi vida.
Las piernas me empezaron a temblar. Un sudor helado me empapó todo el cuerpo en un santiamén.
No podía ser.
Mi desconcertada mente intentó buscar un remedio a este tremendo desaguisado. Hoy es fiesta, las tiendas están cerradas y... ¡Ay Dios mío, mañana también!
¿Tendré que fregar todo esto a mano?
¿Qué será de mí?
No puede ser, tiene que haber una solución.
Pero no la había.
Intenté hacerme cargo de la nueva situación, sin perder los nervios, conservando la calma, lo que desgraciadamente me hizo recordar que el grifo del agua caliente estaba roto.
Mis excitadas neuronas volvieron a funcionar de una forma alocada y crearon en mi cabeza la idea de que posiblemente habría algún supermecado de guardia que me podría salvar la vida. Nada más lejos de la realidad. Eso es sólo para las farmacias. Salí disparado hacia el perchero para ponerme la chaqueta y... y rápidamente se me borró la absurda idea de que en una farmacia vendiesen lavavajillas de máquina.
No había solución.
“Frotar”, decía la etiqueta. “Frotar, frotar, frotar...”
Me sumí en una niebla oscura y profunda de la que creí que nunca saldría, pero, armado de toda la voluntad que pude reunir de lo más profundo de mi ser, empecé a sacar los cacharros de la inactiva máquina.
A los dos minutos de forzoso trabajo tenía las manos heladas, a los tres la espalda molida, y a los cuatro las cervicales se me cristalizaron en una extraña aleación más dura que el titanio.
“Frotar, frotar, frotar”.
A media faena resolví dejar el resto para el día siguiente. Enfundé mi magullado cuerpo en la bata y me senté en el sofá al romántico calor de la estufa de butano.
La estufa funcionaba. Menos mal. Y me di cuenta de que con sólo accionar un interruptor se encendían las bombillas de la lámpara. Y desde el mismo sofá podía cambiar el canal de la tele para ver sus estúpidos contenidos. También recordé que en la galería había un máquina que me lavaba la ropa y otra que me la secaba, en el bolsillo un cacharrito que me permitía comunicarme con otras personas a distancia, a la distancia que sea. Y cómo no, también pensé en la maquinorra que tenía en la calle con la que podía desplazarme rápida y cómodamente a lugares que de otra forma sería imposible.
Imposible no. Nada es imposible.
¿Qué haríamos sin todas estas cosas?
Vivir.
La vida sería muy diferente, eso está clarísimo, pero viviríamos. No sé si más felices o menos, eso depende de otras muchas cosas, pero viviríamos.
¿Dependemos de todas esas comodidades?
Nuestra comodidad depende de todas esas comodidades, nosotros no. Eso está muy bien decirlo, pero por si acaso, intentemos conservar el frágil equilibrio que nos permite vivir así, y una buena manera es saber valorar la cómoda rutina en la que se ha convertido nuestra vida.
“Rutina” es una palabra que connota aburrimiento, dejadez, despersonalización, automatización, bla, bla, bla, todo esto suena fatal, pero a mí me gusta.He aquí el objeto de mi desdicha.
Éste es un blog personal, no esperes gran cosa, aquí sólo aparecen algunas de las cosas que me importan o me divierten, libros, pelis, Formula 1... y otras bobadas que se me ocurren.
22 dic 2008
9 dic 2008
Calcetines nuevos
Estrenar unos calcetines es uno de esos pequeños placeres que, si se saben disfrutar, le dan a la vida un poquito de chispa. Me encanta estrenar calcetines, aunque sean de los chinos.
Ya está, sólo era eso.
Ya está, sólo era eso.
16 nov 2008
Piratería (le llaman)
Continuando lo dicho anteriormente, parece que los músicos venden sus entradas al precio que les puede resultar más rentable, por supuesto ignorando las posibilidades del gran público. Los discos han bajado de precio, pero no es porque sí, la demanda ha bajado, pero la intención sigue siendo la misma, antes se vendían al máximo precio rentable y ahora también. Conciertos y discos no son más que productos del mercado.
Entonces un usuario normal hace más o menos lo mismo, con la diferencia de que está al otro lado de la barra. Antes, si se podía comprar un disco se lo compraba y si no, no, siempre de acuerdo con su economía. Ahora puede escoger entre comprárselo y bajárselo de Internet desde un programa P2P (ojo, no estoy hablando del top-manta), y de acuerdo con su economía sería ridículo pagar cualquier precio por él si se lo puede bajar gratis cuando le apetezca. ¿No es eso economía de libre mercado? Dos productos prácticamente iguales a precios muy diferentes, ¿por cuál se decantará el usuario? Si los artistas y las compañías funcionan según la máxima rentabilidad ¿por qué tendría que hacer el usuario algo diferente?
El caso, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, es que se siguen vendiendo muchos discos, no tantos como antes, pero muchos, la industria discográfica sigue siendo rentable, si no ¿existiría?, tengan por seguro que no. ¿Y esos discos quién los compra? Sin tener en cuenta las ventas por descargas a móviles que suponen el 25% de las ventas hay dos tipos de compradores, los que no tienen Internet ni ningún coleguita de confianza que lo tenga, y los que sí tienen. Los primeros si les gusta la música es lógico que compren discos. Y los segundos son ese colectivo que ha caído en las redes de conciencia de las multinacionales. Éstas no paran de bombardearnos con mensajes que van directos a nuestras conciencias, que eso está muy feo, que eso es robar…
¿Robar?
¿Y a vender la entrada de un concierto a 500e cómo lo llamamos? Y a la subida de precio de un 50% que experimentaron los discos en el cambio de vinilo a digital siendo el CD un soporte infinitamente más barato en gastos de producción? En el precio de los conciertos va incluido el concierto, el disco que se promociona, el resto de la discografía al completo, los cubatas, los canutos, y en algunos hasta el bocadillo, el carajillo y el cigarrito. Y extrapolando a otros tipos de producto del mismo mercado, ¿cómo le llamamos a vender pisos de 50 metros cuadrados a 40 millones de pelas? ¿Y qué decir del precio de la gasolina? ¿Hace falta que siga? ¿No es eso robar? ¿Y quién paga el pato? El de siempre, el usuario.
Podríamos hablar también del cannon digital. Resulta que te cobran un mínimo porcentaje por cada soporte digital por si acaso se te ocurre hacer una copia ilegal. Por si acaso. Un mínimo que no me quiero ni imaginar los ingresos que produce. Este cannon va dirigido a la Sociedad General de Autores, que se sigue quejando y mandando los mismos mensajes anticonciencia que las multinacionales. O sea, se quedan con el cannon pero si pueden sacar algo más mejor. Economía de libre mecado. Y por cierto, ¿quién paga ese cannon? El de siempre, el usuario.
En realidad ¿quién se está quedando con la mayor parte del pastel? Sin duda las compañías de telecomunicaciones, que te cobran líneas de banda ancha a precios desorbitados pagados por supuesto por el usuario. Podrían poner el cannon en estas líneas, pero claro, las compañías simplemente subirían los precios y el que acabaría pagando el pato sería el de siempre, el usuario.
El usuario, el usuario, el usuario...
La reflexión concluyente que se extrae de aquí es inevitable. Por una vez en la vida “el usuario” es, de alguna manera, el beneficiado de todo este lío, las grandes compañías lo único que pueden hacer es quejarse o reinventar el negocio. ¿Seremos capaces de soportar la presión psicológica que nos dice que somos muy malos y que la culpa de todo es nuestra? Allá cada uno. Tengan claro que si esto no beneficiase a muchos poderosos los programas de descargas serían mucho más perseguidos, y esto de la música y el cine a la carta y gratis se acabaría y nos quedaríamos con dos palmos de narices después de darnos cuenta de que el poder que creíamos tener no estaba realmente en nuestras manos. La guerra no va con nosotros los ususarios. La guerra es entre los poderosos, que nos utilizan a nosotros como arma arrojadiza, como pasa con todas las guerras de cualquier tipo.
Que los grandes músicos vivan en la opulencia más desmesurada resulta obsceno. Que sigan cobrando derechos de autor después de décadas de haber editado un disco es injusto. ¿No son músicos? Pues que actúen, que trabajen, que se lo ganen, que suden la camiseta, que nosotros iremos a esos conciertos encantados, si la economía nos lo permite. Antes el concierto era para promocionar el disco, ahora es justo al revés. De alguna manera se está haciendo justicia.
Y es que Internet es una herramienta que sirve para muchas cosas. Un grupo puede promocionarse, puede vender entradas de sus conciertos, vender sus discos y muchas cosas más. Pero nos piden que usemos esa maravillosa herramienta sólo para lo que les beneficia a ellos. O todo o nada amiguetes, va todo en el pack.
Y otra cosa. Si no existiesen los programas P2P ¿cuánta gente tendría una línea ADSL? ¿Pagaríamos esos precios mensuales sólo para disponer de correo electrónico, mensajería instantánea y consulta de páginas web, entre otras cosas? ¿Y serían estos servicios gratis si no fuesen utilizados por millones de personas? Estoy seguro de que la mayoría de la gente no tendría ni ordenador. Entonces ¿qué sería de Microsoft, Google o Intel por citar algún ejemplo? ¿Y de Telefónica? A ver si al final, señores poderosos, vais a tener que agradecer a estos programas que vuestras empresas sean tan poderosas, de hecho, entre las más poderosas del mundo...
Pero como nunca tenéis suficiente, y aquí me refiero a Microsoft, una vez os habéis aprovechado de lo que llamáis pirateo para enriqueceros hasta el empacho ahora queréis reventar del todo diciéndonos que no usemos los P2P.
Que os zurzan. Que os zurzan a todos.
-Te has quedado a gusto, chavalote.
-Pues sí, mucho.
-Pues nada, a disfrutar, que esto se podría acabar en cualquier momento.
-Soy plenamente consciente de ello, amigo blog.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, majo.
-¿No tenías que decir buenas noches?
-No, esto no ha sido un diálogo de besugos.
Entonces un usuario normal hace más o menos lo mismo, con la diferencia de que está al otro lado de la barra. Antes, si se podía comprar un disco se lo compraba y si no, no, siempre de acuerdo con su economía. Ahora puede escoger entre comprárselo y bajárselo de Internet desde un programa P2P (ojo, no estoy hablando del top-manta), y de acuerdo con su economía sería ridículo pagar cualquier precio por él si se lo puede bajar gratis cuando le apetezca. ¿No es eso economía de libre mercado? Dos productos prácticamente iguales a precios muy diferentes, ¿por cuál se decantará el usuario? Si los artistas y las compañías funcionan según la máxima rentabilidad ¿por qué tendría que hacer el usuario algo diferente?
El caso, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, es que se siguen vendiendo muchos discos, no tantos como antes, pero muchos, la industria discográfica sigue siendo rentable, si no ¿existiría?, tengan por seguro que no. ¿Y esos discos quién los compra? Sin tener en cuenta las ventas por descargas a móviles que suponen el 25% de las ventas hay dos tipos de compradores, los que no tienen Internet ni ningún coleguita de confianza que lo tenga, y los que sí tienen. Los primeros si les gusta la música es lógico que compren discos. Y los segundos son ese colectivo que ha caído en las redes de conciencia de las multinacionales. Éstas no paran de bombardearnos con mensajes que van directos a nuestras conciencias, que eso está muy feo, que eso es robar…
¿Robar?
¿Y a vender la entrada de un concierto a 500e cómo lo llamamos? Y a la subida de precio de un 50% que experimentaron los discos en el cambio de vinilo a digital siendo el CD un soporte infinitamente más barato en gastos de producción? En el precio de los conciertos va incluido el concierto, el disco que se promociona, el resto de la discografía al completo, los cubatas, los canutos, y en algunos hasta el bocadillo, el carajillo y el cigarrito. Y extrapolando a otros tipos de producto del mismo mercado, ¿cómo le llamamos a vender pisos de 50 metros cuadrados a 40 millones de pelas? ¿Y qué decir del precio de la gasolina? ¿Hace falta que siga? ¿No es eso robar? ¿Y quién paga el pato? El de siempre, el usuario.
Podríamos hablar también del cannon digital. Resulta que te cobran un mínimo porcentaje por cada soporte digital por si acaso se te ocurre hacer una copia ilegal. Por si acaso. Un mínimo que no me quiero ni imaginar los ingresos que produce. Este cannon va dirigido a la Sociedad General de Autores, que se sigue quejando y mandando los mismos mensajes anticonciencia que las multinacionales. O sea, se quedan con el cannon pero si pueden sacar algo más mejor. Economía de libre mecado. Y por cierto, ¿quién paga ese cannon? El de siempre, el usuario.
En realidad ¿quién se está quedando con la mayor parte del pastel? Sin duda las compañías de telecomunicaciones, que te cobran líneas de banda ancha a precios desorbitados pagados por supuesto por el usuario. Podrían poner el cannon en estas líneas, pero claro, las compañías simplemente subirían los precios y el que acabaría pagando el pato sería el de siempre, el usuario.
El usuario, el usuario, el usuario...
La reflexión concluyente que se extrae de aquí es inevitable. Por una vez en la vida “el usuario” es, de alguna manera, el beneficiado de todo este lío, las grandes compañías lo único que pueden hacer es quejarse o reinventar el negocio. ¿Seremos capaces de soportar la presión psicológica que nos dice que somos muy malos y que la culpa de todo es nuestra? Allá cada uno. Tengan claro que si esto no beneficiase a muchos poderosos los programas de descargas serían mucho más perseguidos, y esto de la música y el cine a la carta y gratis se acabaría y nos quedaríamos con dos palmos de narices después de darnos cuenta de que el poder que creíamos tener no estaba realmente en nuestras manos. La guerra no va con nosotros los ususarios. La guerra es entre los poderosos, que nos utilizan a nosotros como arma arrojadiza, como pasa con todas las guerras de cualquier tipo.
Que los grandes músicos vivan en la opulencia más desmesurada resulta obsceno. Que sigan cobrando derechos de autor después de décadas de haber editado un disco es injusto. ¿No son músicos? Pues que actúen, que trabajen, que se lo ganen, que suden la camiseta, que nosotros iremos a esos conciertos encantados, si la economía nos lo permite. Antes el concierto era para promocionar el disco, ahora es justo al revés. De alguna manera se está haciendo justicia.
Y es que Internet es una herramienta que sirve para muchas cosas. Un grupo puede promocionarse, puede vender entradas de sus conciertos, vender sus discos y muchas cosas más. Pero nos piden que usemos esa maravillosa herramienta sólo para lo que les beneficia a ellos. O todo o nada amiguetes, va todo en el pack.
Y otra cosa. Si no existiesen los programas P2P ¿cuánta gente tendría una línea ADSL? ¿Pagaríamos esos precios mensuales sólo para disponer de correo electrónico, mensajería instantánea y consulta de páginas web, entre otras cosas? ¿Y serían estos servicios gratis si no fuesen utilizados por millones de personas? Estoy seguro de que la mayoría de la gente no tendría ni ordenador. Entonces ¿qué sería de Microsoft, Google o Intel por citar algún ejemplo? ¿Y de Telefónica? A ver si al final, señores poderosos, vais a tener que agradecer a estos programas que vuestras empresas sean tan poderosas, de hecho, entre las más poderosas del mundo...
Pero como nunca tenéis suficiente, y aquí me refiero a Microsoft, una vez os habéis aprovechado de lo que llamáis pirateo para enriqueceros hasta el empacho ahora queréis reventar del todo diciéndonos que no usemos los P2P.
Que os zurzan. Que os zurzan a todos.
-Te has quedado a gusto, chavalote.
-Pues sí, mucho.
-Pues nada, a disfrutar, que esto se podría acabar en cualquier momento.
-Soy plenamente consciente de ello, amigo blog.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, majo.
-¿No tenías que decir buenas noches?
-No, esto no ha sido un diálogo de besugos.
El acueducto. Capítulo X.
(Para ver el capítulo I pinchar aquí).
De camino a casa Juan Luis se sentía un poco aturdido. El acabarse el whisky de un trago había provocado que parte de sus neuronas se echasen una siesta renunciando al control de sus actividades. Un paso inseguro y una mirada que empezaba a ser borrosa llevaron al joven hasta la puerta de su casa. La abrió. Entró. Notó una sensación extraña. Cada casa tiene un olor muy particular, el olor de la casa propia puede ser tan reconfortante para uno mismo como molesto para alguien ajeno. Aquel olor tenía una mezcla de los dos. “¿Hay alguien en el piso?” La luz indirecta de las farolas de la calle se colaba discretamente en el saloncito, coloreándolo de una acogedora y a la vez inquietante penumbra azul.
Después de cruzar el pequeño recibidor entró en el comedor sin hacer ruido. Se quedó quieto escudriñando el silencio y la oscuridad. Le pareció oír una respiración cadente. Dio dos pasos más y logró atisbar la redondez de una cabeza que sobresalía por el respaldo del sillón. “¿Qué tipo de ladrón es éste?”. No era muy amenazador. “Hay un tipo que se ha colado en mi casa y está durmiendo tranquilamente en mi sillón” –pensó Juan Luis encogiéndose de hombros. En el momento en que se iba a acercar un poco más el intruso dio un respingo y se puso a roncar como un toro de lidia embravecido, sin el más mínimo pudor, con la confianza del que está en su casa y no tiene ni problemas ni nada por hacer.
Juan Luis, con la musculatura ya destensada, rodeó el sillón para encararse definitivamente con el dormido visitante y descubrió a Blas Ibáñez Gavilán con la boca más abierta de lo que sería capaz de abrirla un león, haciendo aquellos ruidos inclasificables, con los pies descalzos descansando cómodamente sobre la alfombra... en un estado de desconexión total.
Pasado el peligro Juan Luis sonrió y empezó a prepararse la respuesta. “Este cabrón se ha colado en mi casa –no sé cómo- y me ha pegado un susto de muerte, esto no va a quedar así”. Se le pasaron por la cabeza cubos de agua, bocinas, plumas en las orejas, sillones volcados, gritos y empujones. Pero al ver un periódico atrasado en la mesita se decidió por algo más sencillo pero efectivo. El sillón era de escay. Nada que decir de la potencia que puede tener un buen golpe seco con un periódico contra esa superficie.
Asió la improvisada arma asustadiza y, relamiéndose, la dobló con mimo para conseguir una superficie bien plana pero consistente. De puntillas, volvió a la parte trasera del sillón. Acercó con sumo cuidado el periódico a la oreja derecha del roncante, que con sus espantosos ruidos solapaba los que pudiese hacer Juan Luis ayudando así a su maniobra. “!Qué canalla soy!” –pensaba mientras describía un arco poco a poco con su brazo derecho lo más amplio posible comprobando que no hubiese ningún obstáculo que pudiese interceptar el vuelo –“!Pero que canalla soy!” –pensó, acordándose de la Bruja Avería.
Ya preparado, se le escapó una risita de regocijo, del todo insuficiente para perturbar aquel profundo sueño. Contuvo la respiración, se puso de puntillas para dotar de aún más recorrido a su arma para aumentar su poder. El periódico empezó a bajar a una velocidad tal que los titulares de la semana anterior se quedaron atrás. A duras penas las fotos de un trío de mandatarios en una isla del Atlántico y las del ganador de alguna prueba de esquí alpino pudieron seguir semejante aceleración. Al mismo tiempo que el misil de papel se acercaba a su objetivo cortando el aire a la velocidad del rayo el asustador profesional abría la boca para expeler en un sonoro grito todo el aire contenido.
-¡PLAS! ¡UAAAAAH! -El diario impactó sobre el sillón de escay en la misma milésima de segundo que el poderoso alarido salió de la garganta, o más bien del alma, del canalla-.
-¡AAAAAH! –gritó Blas-.
Sus pies descalzos salieron disparados como muelles chocando contra la pesada mesita de madera que hizo saltar la superficie de mármol barato hasta casi caer al suelo. Ignorando el dolor de pies, Blas dio un brinco que a punto estuvo de atravesar el techo con la cabeza. A Juan Luis le entró un ataque de risa que por poco le ahoga y un dolor abdominal que doblaba su convulso cuerpo y que le duraría varios días. Blas no salía de su estupefacción. Estaba soñando que volaba entre las nubes rodeado de paz y libertad y de pronto se encontraba en un cuarto oscuro, con un dolor terrible en los pies, el corazón a 500 pulsaciones por minuto, un enorme chichón en la cabeza, y un cafre sin escrúpulos rompiéndose de risa delante de él.
-Qué hijo de puta –fueron las primeras palabras que logró articular su ofuscado cerebro-.
-Qué grandísimo hijo de puta. Te mataré –Juan Luis no podía parar de reír-.
(Para ver el capítulo XI pinchar aquí).
De camino a casa Juan Luis se sentía un poco aturdido. El acabarse el whisky de un trago había provocado que parte de sus neuronas se echasen una siesta renunciando al control de sus actividades. Un paso inseguro y una mirada que empezaba a ser borrosa llevaron al joven hasta la puerta de su casa. La abrió. Entró. Notó una sensación extraña. Cada casa tiene un olor muy particular, el olor de la casa propia puede ser tan reconfortante para uno mismo como molesto para alguien ajeno. Aquel olor tenía una mezcla de los dos. “¿Hay alguien en el piso?” La luz indirecta de las farolas de la calle se colaba discretamente en el saloncito, coloreándolo de una acogedora y a la vez inquietante penumbra azul.
Después de cruzar el pequeño recibidor entró en el comedor sin hacer ruido. Se quedó quieto escudriñando el silencio y la oscuridad. Le pareció oír una respiración cadente. Dio dos pasos más y logró atisbar la redondez de una cabeza que sobresalía por el respaldo del sillón. “¿Qué tipo de ladrón es éste?”. No era muy amenazador. “Hay un tipo que se ha colado en mi casa y está durmiendo tranquilamente en mi sillón” –pensó Juan Luis encogiéndose de hombros. En el momento en que se iba a acercar un poco más el intruso dio un respingo y se puso a roncar como un toro de lidia embravecido, sin el más mínimo pudor, con la confianza del que está en su casa y no tiene ni problemas ni nada por hacer.
Juan Luis, con la musculatura ya destensada, rodeó el sillón para encararse definitivamente con el dormido visitante y descubrió a Blas Ibáñez Gavilán con la boca más abierta de lo que sería capaz de abrirla un león, haciendo aquellos ruidos inclasificables, con los pies descalzos descansando cómodamente sobre la alfombra... en un estado de desconexión total.
Pasado el peligro Juan Luis sonrió y empezó a prepararse la respuesta. “Este cabrón se ha colado en mi casa –no sé cómo- y me ha pegado un susto de muerte, esto no va a quedar así”. Se le pasaron por la cabeza cubos de agua, bocinas, plumas en las orejas, sillones volcados, gritos y empujones. Pero al ver un periódico atrasado en la mesita se decidió por algo más sencillo pero efectivo. El sillón era de escay. Nada que decir de la potencia que puede tener un buen golpe seco con un periódico contra esa superficie.
Asió la improvisada arma asustadiza y, relamiéndose, la dobló con mimo para conseguir una superficie bien plana pero consistente. De puntillas, volvió a la parte trasera del sillón. Acercó con sumo cuidado el periódico a la oreja derecha del roncante, que con sus espantosos ruidos solapaba los que pudiese hacer Juan Luis ayudando así a su maniobra. “!Qué canalla soy!” –pensaba mientras describía un arco poco a poco con su brazo derecho lo más amplio posible comprobando que no hubiese ningún obstáculo que pudiese interceptar el vuelo –“!Pero que canalla soy!” –pensó, acordándose de la Bruja Avería.
Ya preparado, se le escapó una risita de regocijo, del todo insuficiente para perturbar aquel profundo sueño. Contuvo la respiración, se puso de puntillas para dotar de aún más recorrido a su arma para aumentar su poder. El periódico empezó a bajar a una velocidad tal que los titulares de la semana anterior se quedaron atrás. A duras penas las fotos de un trío de mandatarios en una isla del Atlántico y las del ganador de alguna prueba de esquí alpino pudieron seguir semejante aceleración. Al mismo tiempo que el misil de papel se acercaba a su objetivo cortando el aire a la velocidad del rayo el asustador profesional abría la boca para expeler en un sonoro grito todo el aire contenido.
-¡PLAS! ¡UAAAAAH! -El diario impactó sobre el sillón de escay en la misma milésima de segundo que el poderoso alarido salió de la garganta, o más bien del alma, del canalla-.
-¡AAAAAH! –gritó Blas-.
Sus pies descalzos salieron disparados como muelles chocando contra la pesada mesita de madera que hizo saltar la superficie de mármol barato hasta casi caer al suelo. Ignorando el dolor de pies, Blas dio un brinco que a punto estuvo de atravesar el techo con la cabeza. A Juan Luis le entró un ataque de risa que por poco le ahoga y un dolor abdominal que doblaba su convulso cuerpo y que le duraría varios días. Blas no salía de su estupefacción. Estaba soñando que volaba entre las nubes rodeado de paz y libertad y de pronto se encontraba en un cuarto oscuro, con un dolor terrible en los pies, el corazón a 500 pulsaciones por minuto, un enorme chichón en la cabeza, y un cafre sin escrúpulos rompiéndose de risa delante de él.
-Qué hijo de puta –fueron las primeras palabras que logró articular su ofuscado cerebro-.
-Qué grandísimo hijo de puta. Te mataré –Juan Luis no podía parar de reír-.
(Para ver el capítulo XI pinchar aquí).
3 nov 2008
Álbum de fotos del Mundial de Formula 1 2008
Así de contento se mostró Lewis Hamilton (Luis para los amigos) tras ganar el Mundial en una de las peores carreras que se le recuerdan. La virgen, los apóstoles, los ángeles, los arcángeles y vete a saber cuántos personajes más de las mitologías de todas las religiones habidas y por haber se le fueron apareciendo uno tras otro después de adelantar a Timo Glock a 500 metros del final.
Su padre, entrañable personaje del circo de la Formula 1, observaba los monitores en la última vuelta preparado para ir a por la grúa que tenía aparcada detrás del paddock en cuanto hiciese falta.
El hermano, con una parálisis cerebral que va y viene, se quedó anonadado cuando se dio cuenta de que Glock no había entrado a cambiar ruedas y podía dejar a Luisito sin su deseado trofeo.
Aquí podemos ver a Felipe Massa con el canguro que le habían regalado los de Ferrari. Con las lágrimas a punto de saltar les pegó una comida de olla memorable a los periodistas en la rueda de prensa. Mientras unos roncaban los otros pensaban “has perdido el Mundial, chavalote, cállate ya, tú no eres el protagonista”.
El padre, que se llevó el chasco de su vida, intentó ocultar su frustración poniendo esta cara.
Kimi Raikkonen, que ni le iba ni le venía, mostró la misma cara de siempre. Ni su padre ni su madre vieron la carrera. Aquí los podemos ver en una foto de familia en exclusiva para este blog.Fernando Alonso, segundo en la carrera, se destacó por ser el mejor piloto de la segunda parte del campeonato. Desde aquí, y para que quede escrito, voy a hacer un vaticinio: Fernando ganará su tercer Munidal el año que viene con Renault. Ahí queda eso. Aquí lo podemos ver de nuevo posando para la cámara.Estos han sido los personajes principales, pero ha habido otros.
Sebastian Vettel nos hizo saltar del sofá como el año pasado cuando adelantó a Luisito a poco del final.
Robert Kubica (Cubicha para TV3), desconocido él y su equipo en la recta final del campeonato, pasó con más pena que gloria.
Y de los demás no digo nada, porque no son lo suficientemente caristmáticos para salir en este blog.
Entretenidísimo campeonato, sí señor, que siga así, pero con Fernando delante durante toda la temporada.
Al tiempo.
Su padre, entrañable personaje del circo de la Formula 1, observaba los monitores en la última vuelta preparado para ir a por la grúa que tenía aparcada detrás del paddock en cuanto hiciese falta.
El hermano, con una parálisis cerebral que va y viene, se quedó anonadado cuando se dio cuenta de que Glock no había entrado a cambiar ruedas y podía dejar a Luisito sin su deseado trofeo.
Aquí podemos ver a Felipe Massa con el canguro que le habían regalado los de Ferrari. Con las lágrimas a punto de saltar les pegó una comida de olla memorable a los periodistas en la rueda de prensa. Mientras unos roncaban los otros pensaban “has perdido el Mundial, chavalote, cállate ya, tú no eres el protagonista”.
El padre, que se llevó el chasco de su vida, intentó ocultar su frustración poniendo esta cara.
Kimi Raikkonen, que ni le iba ni le venía, mostró la misma cara de siempre. Ni su padre ni su madre vieron la carrera. Aquí los podemos ver en una foto de familia en exclusiva para este blog.Fernando Alonso, segundo en la carrera, se destacó por ser el mejor piloto de la segunda parte del campeonato. Desde aquí, y para que quede escrito, voy a hacer un vaticinio: Fernando ganará su tercer Munidal el año que viene con Renault. Ahí queda eso. Aquí lo podemos ver de nuevo posando para la cámara.Estos han sido los personajes principales, pero ha habido otros.
Sebastian Vettel nos hizo saltar del sofá como el año pasado cuando adelantó a Luisito a poco del final.
Robert Kubica (Cubicha para TV3), desconocido él y su equipo en la recta final del campeonato, pasó con más pena que gloria.
Y de los demás no digo nada, porque no son lo suficientemente caristmáticos para salir en este blog.
Entretenidísimo campeonato, sí señor, que siga así, pero con Fernando delante durante toda la temporada.
Al tiempo.
2 nov 2008
La fuente de la vida - Darren Aronofsky (2006)
Extraña y bella película, de las que cuesta entender, por desgracia Isa se durmió, que es quien entiende estas pelis raras, y tuve que chafardear en una web para que me explicase qué era lo que había visto. En esta interesante página se explica sobradamente todo lo que se puede explicar sobre una peli. La página está muy bien toda ella, la recomiendo para los amantes del cine.
Es de esas pelis que no cuesta ver una segunda vez, para entenderla bien, a lo que ayuda las bellas y fantásticas imágenes que aparecen, realizadas con una fotografía estupenda.
Es tema tratado es la muerte, siempre difícil, profundo, y dramático, y capaz de sacar del ser humano toda la fuerza de su interior. En la mitología maya, la muerte es como una liberación, el alma sale del encierro del cuerpo para pasar a tener una existencia plena, y el cuerpo se transforma en nueva vida. Muy espiritual. Muestra de lo que puede llegar a ser capaz un ser humano para preservar la vida de un ser querido, perdiéndose en ello los últimos días de su existencia. La obsesión puede llegar a hacer que un hombre crea que puede doblegar al destino.
La historia está narrada en tres épocas diferentes, pasado, presente y futuro, entremezcladas entre sí a lo largo del metraje, lo que ayuda a liarse, y protagonizada por los mismos personajes.
Para que la peli resulte creíble la interpretación de los personajes tiene que ser magistral, y lo es. Hug Jackman, hace un papelón impresionante, todo un descubrimiento. Cuando leí en la web que es el Lobezno de “X-Men” me quedé boquiabierto. Yo lo recordaba por su papel en “Operación Swordfish”, con John Travolta, en la que no se luce demasiado. En esa peli da la sensación de que sea un actor como tantos otros encasillado en las pelis de acción, en papeles insustanciales. Nada más lejos de la realidad. Sólo hay que ver “La fuente de la vida” para darse cuenta de que no es así.
Preciosa película que recomiendo ver con atención y relax, y con los puertos abiertos para que pueda entrar y llegar a tocar la fibra sensible.
Es de esas pelis que no cuesta ver una segunda vez, para entenderla bien, a lo que ayuda las bellas y fantásticas imágenes que aparecen, realizadas con una fotografía estupenda.
Es tema tratado es la muerte, siempre difícil, profundo, y dramático, y capaz de sacar del ser humano toda la fuerza de su interior. En la mitología maya, la muerte es como una liberación, el alma sale del encierro del cuerpo para pasar a tener una existencia plena, y el cuerpo se transforma en nueva vida. Muy espiritual. Muestra de lo que puede llegar a ser capaz un ser humano para preservar la vida de un ser querido, perdiéndose en ello los últimos días de su existencia. La obsesión puede llegar a hacer que un hombre crea que puede doblegar al destino.
La historia está narrada en tres épocas diferentes, pasado, presente y futuro, entremezcladas entre sí a lo largo del metraje, lo que ayuda a liarse, y protagonizada por los mismos personajes.
Para que la peli resulte creíble la interpretación de los personajes tiene que ser magistral, y lo es. Hug Jackman, hace un papelón impresionante, todo un descubrimiento. Cuando leí en la web que es el Lobezno de “X-Men” me quedé boquiabierto. Yo lo recordaba por su papel en “Operación Swordfish”, con John Travolta, en la que no se luce demasiado. En esa peli da la sensación de que sea un actor como tantos otros encasillado en las pelis de acción, en papeles insustanciales. Nada más lejos de la realidad. Sólo hay que ver “La fuente de la vida” para darse cuenta de que no es así.
Preciosa película que recomiendo ver con atención y relax, y con los puertos abiertos para que pueda entrar y llegar a tocar la fibra sensible.
Jennie – Douglas Preston (1994)
“La idea de que en la naturaleza los animales son incorruptos y pacíficos, mientras que el hombre es corrupto, violento e innatural, es una estupidez sin paliativos, pura y dura, al cien por cien”.
Poderoso extracto de esta novela que narra la vida de un chimpancé en una familia de humanos donde se le trata como tal. Muy realista. No es una comedia divertida de las gracias de un monito. Es un ensayo científico de las semejanzas y diferencias entre los chimpancés y los seres humanos. Para hacerse una idea de lo anterior, los chimpancés se parecen más en sus comportamientos y capacidades a los humanos que a los gorilas o los orangutanes. Son capaces de aprender a comunicarse de una forma básica con el lenguaje de signos de los sordomudos, entre otras muchas cosas.
Está contada de una forma diferente, se trata de entrevistas a los protagonistas de la historia, sin intervención de un narrador.
Es una novela interesante y profunda, sobretodo interesante, podría llegar a connmover, si uno de deja. Es amena y entretenida, pero no es de esas lecturas que enganchan o que te hacen meterte dentro hasta lo más profundo, al menos a mí no me ha pasado. Está bien, simplemente bien. Se aprende mucho sobre el comportamiento de los grandes simios, pero claro, para impresionarse el tema ha de interesar.
Poderoso extracto de esta novela que narra la vida de un chimpancé en una familia de humanos donde se le trata como tal. Muy realista. No es una comedia divertida de las gracias de un monito. Es un ensayo científico de las semejanzas y diferencias entre los chimpancés y los seres humanos. Para hacerse una idea de lo anterior, los chimpancés se parecen más en sus comportamientos y capacidades a los humanos que a los gorilas o los orangutanes. Son capaces de aprender a comunicarse de una forma básica con el lenguaje de signos de los sordomudos, entre otras muchas cosas.
Está contada de una forma diferente, se trata de entrevistas a los protagonistas de la historia, sin intervención de un narrador.
Es una novela interesante y profunda, sobretodo interesante, podría llegar a connmover, si uno de deja. Es amena y entretenida, pero no es de esas lecturas que enganchan o que te hacen meterte dentro hasta lo más profundo, al menos a mí no me ha pasado. Está bien, simplemente bien. Se aprende mucho sobre el comportamiento de los grandes simios, pero claro, para impresionarse el tema ha de interesar.
El acueducto. Capítulo IX.
(Para ver el capítulo I pinchar aquí).
Alfonso se percató de que Juan Luis llevaba un rato parado delante del tablón. Se acercó y le preguntó:
-¿Qué hay de nuevo que yo no sepa?
-¿Quién ha colgado esto, Alfonso?
Alfonso leyó la nota nueva.
-No lo sé.
-Tienes que haberlo visto.
-No.
-Haz un esfuerzo Alfonso, intenta hacer memoria. Nadie cuelga nada sin que tú...
-¡He dicho que no lo he visto! -cortó Alfonso violento-.
Juan Luis sorprendido, miró a Alfonso a la defensiva.
-Disculpa, no me gusta que me insistan. Tan intrigado estoy como tú. Es como si perdiese la autoridad en mi propia casa.
-¿Ya sabes que las notas van dirigidas a Gavilán?
-Me lo he imaginado, después de ver la escenita con Joaquín. Aunque a pesar del realismo de su actuación sigue siendo mi principal sospechoso.
-Blas no hace bromitas así.
-Sí las hace.
-Esta vez no, Alfonso. Tío Miguel y yo le hemos estado buscando durante horas y no aparece por ningún sitio. Y la segunda nota no puede haberla colgado él, porque... desde lo de Joaquín no ha vuelto a aparecer ¿no?
-Tienes razón. Pero podría tener un cómplice.
-Eres terco como una mula. Con lo dura que es tu cabeza podrías partir en dos tu piano de un testarazo.
-No seas insolente, mocoso, que yo no soy tu tío.
La media sonrisilla de pillo de Juan Luis reblandeció la coraza de Alfonso.
-De mí no te cachondees que te tragas el chelo –dijo Alfonso, señalando al listillo e intentando no reírse-.
-Ahora fuera bromas creo que Gavilán tiene un problema gordo, y le voy a ayudar en lo que pueda.
-Ya sabes que no me cae muy bien, pero si te hace falta algo cuenta conmigo.
-Pues vigila tu tablón... –Alfonso dirigió una gélida mirada a Juan Luis- ... si no te importa... –que se diluyó en un momento- ... vamos, si tu amabilidad llega hasta ese extremo... – y se volvió a helar enseguida. A punto estuvo es pianista de soltarle un collejón al mocoso impertinente, quien cuanto más susceptible fuese la persona con quien tratase más tocacojones se volvía. Quizás por eso Alfonso se había guardado para sí que si lo de las notas no era cosa de Blas el espectro de sospechosos o posibles cómplices se reducía bastante. Recordaba haberle echado un vistazo al tablón cuando la nota nueva aún no estaba puesta, y desde entonces muy pocas personas habían pasado por el café. Muy pocas.
(Para ver el capítulo X pinchar aquí).
Alfonso se percató de que Juan Luis llevaba un rato parado delante del tablón. Se acercó y le preguntó:
-¿Qué hay de nuevo que yo no sepa?
-¿Quién ha colgado esto, Alfonso?
Alfonso leyó la nota nueva.
-No lo sé.
-Tienes que haberlo visto.
-No.
-Haz un esfuerzo Alfonso, intenta hacer memoria. Nadie cuelga nada sin que tú...
-¡He dicho que no lo he visto! -cortó Alfonso violento-.
Juan Luis sorprendido, miró a Alfonso a la defensiva.
-Disculpa, no me gusta que me insistan. Tan intrigado estoy como tú. Es como si perdiese la autoridad en mi propia casa.
-¿Ya sabes que las notas van dirigidas a Gavilán?
-Me lo he imaginado, después de ver la escenita con Joaquín. Aunque a pesar del realismo de su actuación sigue siendo mi principal sospechoso.
-Blas no hace bromitas así.
-Sí las hace.
-Esta vez no, Alfonso. Tío Miguel y yo le hemos estado buscando durante horas y no aparece por ningún sitio. Y la segunda nota no puede haberla colgado él, porque... desde lo de Joaquín no ha vuelto a aparecer ¿no?
-Tienes razón. Pero podría tener un cómplice.
-Eres terco como una mula. Con lo dura que es tu cabeza podrías partir en dos tu piano de un testarazo.
-No seas insolente, mocoso, que yo no soy tu tío.
La media sonrisilla de pillo de Juan Luis reblandeció la coraza de Alfonso.
-De mí no te cachondees que te tragas el chelo –dijo Alfonso, señalando al listillo e intentando no reírse-.
-Ahora fuera bromas creo que Gavilán tiene un problema gordo, y le voy a ayudar en lo que pueda.
-Ya sabes que no me cae muy bien, pero si te hace falta algo cuenta conmigo.
-Pues vigila tu tablón... –Alfonso dirigió una gélida mirada a Juan Luis- ... si no te importa... –que se diluyó en un momento- ... vamos, si tu amabilidad llega hasta ese extremo... – y se volvió a helar enseguida. A punto estuvo es pianista de soltarle un collejón al mocoso impertinente, quien cuanto más susceptible fuese la persona con quien tratase más tocacojones se volvía. Quizás por eso Alfonso se había guardado para sí que si lo de las notas no era cosa de Blas el espectro de sospechosos o posibles cómplices se reducía bastante. Recordaba haberle echado un vistazo al tablón cuando la nota nueva aún no estaba puesta, y desde entonces muy pocas personas habían pasado por el café. Muy pocas.
(Para ver el capítulo X pinchar aquí).
28 oct 2008
Iron Man - Jon Favreau (2008)
La factoría Marvel no se cansa, están agotando todos sus superhéroes. Ahora le toca el turno a Iron Man, del que nunca pensé que hiciesen una película.
En una peli sobre un superhéroe hay que explicar la historia de cómo llegó a serlo, y ésta no es menos. Pero resulta que la historia es larguííííísima, hay que esperar más de una hora para que salga Iron Man, es como si no empezase nunca, como si gran parte de la peli fuese una introducción.
Iron Man es un pedazo de personaje de increíbles y cambiantes poderes y de impresionante personalidad, de bellísima estética, que en la peli está ensalzada al máximo. Está construido de oro y titanio, y es dorado y rojo, todo un figurín.
Iron Man se hace de rogar, pero cuando por fin aparece, cuando se le ve volar por primera vez, es realmente emocionante, se me erizó el vello de todo el cuerpo.
De Robert Downey no me quejo (aunque cuando sale sin camiseta tienes la sensación de que está escondiendo barriga, ese truco me lo sé, pero no es porque yo tenga barriga, nooooo, no es por eso), la interpretación es buena, pero la hizo a las órdenes de un productor o un director que no han leído comics de Iron Man. Tony Starks, que es el personaje a quien interpreta Robert Downey, es un tipo con mucha clase, muy educado, y elegante en todos los aspectos, y Robert Downey encarna a un tipo sobrao y chulo, vacilón y mujeriego, que puede caer fatal. Han cometido el mismo error que con Spiderman, el menda que hace el papel no pega ni con cola, es un llorón embobado que no tiene nada que ver con el Spiderman real.
Las dos horas que dura la peli no se hacen largas, pero se hecha de menos más acción y sobretodo más Iron Man, que es por lo que uno ve una peli de estas. A pesar de todo esto el poco rato en que aparece compensa completamente por el gustazo que se da uno al ver a uno de sus superhéroes favoritos de su juventud (siempre detrás de Spiderman) en movimiento.
En una peli sobre un superhéroe hay que explicar la historia de cómo llegó a serlo, y ésta no es menos. Pero resulta que la historia es larguííííísima, hay que esperar más de una hora para que salga Iron Man, es como si no empezase nunca, como si gran parte de la peli fuese una introducción.
Iron Man es un pedazo de personaje de increíbles y cambiantes poderes y de impresionante personalidad, de bellísima estética, que en la peli está ensalzada al máximo. Está construido de oro y titanio, y es dorado y rojo, todo un figurín.
Iron Man se hace de rogar, pero cuando por fin aparece, cuando se le ve volar por primera vez, es realmente emocionante, se me erizó el vello de todo el cuerpo.
De Robert Downey no me quejo (aunque cuando sale sin camiseta tienes la sensación de que está escondiendo barriga, ese truco me lo sé, pero no es porque yo tenga barriga, nooooo, no es por eso), la interpretación es buena, pero la hizo a las órdenes de un productor o un director que no han leído comics de Iron Man. Tony Starks, que es el personaje a quien interpreta Robert Downey, es un tipo con mucha clase, muy educado, y elegante en todos los aspectos, y Robert Downey encarna a un tipo sobrao y chulo, vacilón y mujeriego, que puede caer fatal. Han cometido el mismo error que con Spiderman, el menda que hace el papel no pega ni con cola, es un llorón embobado que no tiene nada que ver con el Spiderman real.
Las dos horas que dura la peli no se hacen largas, pero se hecha de menos más acción y sobretodo más Iron Man, que es por lo que uno ve una peli de estas. A pesar de todo esto el poco rato en que aparece compensa completamente por el gustazo que se da uno al ver a uno de sus superhéroes favoritos de su juventud (siempre detrás de Spiderman) en movimiento.
14 oct 2008
!Fernando Alonso ganó también en Japón!
8 oct 2008
Reflejos – Alexandre Aja (2008)
Curiosa y escalofriante idea la de hacer llegar el terror desde dentro de un espejo. La peli está llena de tópicos (poli expulsado del cuerpo por borracho, separado, quiere mucho a sus hijos, investigación paranormal, mostruito feo, edificio construido sobre las ruinas de otro, cloacas...), te llevas algún escalofrío, pero de terror bien poco, ni siquiera despierta un interés por saber qué demonios pasa con los espejos. La peli es tan tópica que se espera uno una explicación tanto o más tópica.
El monstruito del final sobra, sólo es para darle a la peli un final espectacular totalmente innecesario.
Estamos curados de todo tipo de espanto. Mucho se tienen que estrujar la cabeza los cineastas para impresionarnos.
Aún así se deja ver.
El monstruito del final sobra, sólo es para darle a la peli un final espectacular totalmente innecesario.
Estamos curados de todo tipo de espanto. Mucho se tienen que estrujar la cabeza los cineastas para impresionarnos.
Aún así se deja ver.
Alien vs. Predator II – Colin y Greg Strause (2008)
No hay duda de que Alien es el monstruo más horripilante que ha parido un estudio cinematográfico. Y que Depredador es otro de los bichos con más poderío que se haya podido imaginar.
El uno es un animalejo que sólo vive para matar y repoducirse para dominar el Universo. El otro es una especie superior con algunos principios y comportamientos humanoides que le gusta jugar a matar Aliens.
“Alien el 8º pasajero” marcó un hito en el cine de ciencia-ficción y terror. Depredador no, pero también causó gran impacto.
Pero el bombazo que causaron estas pelis, sobretodo la primera, ya pasó. “Aliens vs. Predator” aprovecha la inercia del tirón comercial de estos dos entrañables seres y los enfrenta a ostias. Mientras transcurre la peli a uno le dan ganas de hacerse amigo de Predator, hasta que descubre que le da lo mismo matar Aliens que capullos humanos. Al principio van apareciendo muchos personajes. Pero muchos, como en las pelis de catástrofes, y piensas: “Como nos tengan que explicar la vida de toda esta peña lo tenemos claro”. Menos mal que los Aliens se los van cargando uno a uno y Predator de dos en dos.
Peli de acción sin muchas pretensiones, un poco oscura, sin argumento destacable, muy visual. Se deja ver, más que nada por el carisma de los dos mohtrus.
El uno es un animalejo que sólo vive para matar y repoducirse para dominar el Universo. El otro es una especie superior con algunos principios y comportamientos humanoides que le gusta jugar a matar Aliens.
“Alien el 8º pasajero” marcó un hito en el cine de ciencia-ficción y terror. Depredador no, pero también causó gran impacto.
Pero el bombazo que causaron estas pelis, sobretodo la primera, ya pasó. “Aliens vs. Predator” aprovecha la inercia del tirón comercial de estos dos entrañables seres y los enfrenta a ostias. Mientras transcurre la peli a uno le dan ganas de hacerse amigo de Predator, hasta que descubre que le da lo mismo matar Aliens que capullos humanos. Al principio van apareciendo muchos personajes. Pero muchos, como en las pelis de catástrofes, y piensas: “Como nos tengan que explicar la vida de toda esta peña lo tenemos claro”. Menos mal que los Aliens se los van cargando uno a uno y Predator de dos en dos.
Peli de acción sin muchas pretensiones, un poco oscura, sin argumento destacable, muy visual. Se deja ver, más que nada por el carisma de los dos mohtrus.
5 oct 2008
El arte de amar – Erich Fromm (1959)
Con este librito he aprendido mucho sobre psicología y sobre otras cosas, como sobre la ideología de Freud, del que no sabía nada, ni siquiera de su misoginia.
Pero la verdad es que es un compendio protohippy de ideas utópicas para cambiar el mundo desde comportamientos que deberían seguir todos los habitantes de este planeta, tales como disciplina, concentración, respeto... sí hijo sí.
Define el amor no como un sentimiento, algo que le pasa a uno sin poder evitarlo, si no como una acción, algo que se realiza con plena consciencia.
También dice que debemos seguir el ejemplo de las tradiciones orientales, como la china y la india, en el que el culto al amor y al respeto a través de la meditación les lleva a vivir la vida de una forma más satisfactoria y plena.
Sí, sí. Me hacen mucha gracia todos estos que se fijan en estas tradiciones como el ejemplo a seguir. ¿A qué les ha llevado tanta buena onda y buen rollete? A un país con ansias imperialistas como China, que te fusilan sólo por decir “u” cuando toca decir “a”, donde la gente vive sin derechos ni respeto de ninguna clase, rodeados de miseria y mentira. O como India, donde los componentes de las clases más bajas de una sociedad brutalmente jerarquizada tienen menos derechos que una vaca, con miseria, enfermedad, falta de higiene y muerte por doquier, con el dedo permanentemente a punto de apretar el botón de la bomba atómica sobre su propio vecino. Todo un ejemplo a seguir, sí señor.
Prefiero lo que tengo aquí, que con todas sus injusticias, contradicciones, hipocresía y demás exquisiteces al menos se puede vivir tranquilo y se puede decir lo que se piensa sin que te peguen un tiro.
Siempre pensaré que el ejemplo a seguir actualmente de civilizaciones de éxito social, político y económico son los países nórdicos, Suecia y Noruega, son la guía que los países de este mundo deberían imitar.
Pero la verdad es que es un compendio protohippy de ideas utópicas para cambiar el mundo desde comportamientos que deberían seguir todos los habitantes de este planeta, tales como disciplina, concentración, respeto... sí hijo sí.
Define el amor no como un sentimiento, algo que le pasa a uno sin poder evitarlo, si no como una acción, algo que se realiza con plena consciencia.
También dice que debemos seguir el ejemplo de las tradiciones orientales, como la china y la india, en el que el culto al amor y al respeto a través de la meditación les lleva a vivir la vida de una forma más satisfactoria y plena.
Sí, sí. Me hacen mucha gracia todos estos que se fijan en estas tradiciones como el ejemplo a seguir. ¿A qué les ha llevado tanta buena onda y buen rollete? A un país con ansias imperialistas como China, que te fusilan sólo por decir “u” cuando toca decir “a”, donde la gente vive sin derechos ni respeto de ninguna clase, rodeados de miseria y mentira. O como India, donde los componentes de las clases más bajas de una sociedad brutalmente jerarquizada tienen menos derechos que una vaca, con miseria, enfermedad, falta de higiene y muerte por doquier, con el dedo permanentemente a punto de apretar el botón de la bomba atómica sobre su propio vecino. Todo un ejemplo a seguir, sí señor.
Prefiero lo que tengo aquí, que con todas sus injusticias, contradicciones, hipocresía y demás exquisiteces al menos se puede vivir tranquilo y se puede decir lo que se piensa sin que te peguen un tiro.
Siempre pensaré que el ejemplo a seguir actualmente de civilizaciones de éxito social, político y económico son los países nórdicos, Suecia y Noruega, son la guía que los países de este mundo deberían imitar.
1 oct 2008
El acueducto. Capítulo VIII.
(Para ver el capítulo I pinchar aquí).
-Querido sobrino, mi gastado cuerpo no da para más. Seguir buscando ya no tiene sentido-. A tío Miguel se le entrecerraban los ojos, era de los que el despertador biológico no le dejaba dormir más allá de las ocho de la mañana. Lo que naturalmente implicaba que todo lo que fuese estar despierto después de las doce era asumir riesgos innecesarios de quedarse dormido en cualquier parte. Recalcando enfáticamente la palabra “cualquier”-.
Eran las dos de la madrugada. Juan Luis y tío Miguel se habían recorrido media ciudad buscando a Blas. Estaciones, bares, zonas de paseo, establecimientos de recreo de dudosa reputación. La búsqueda fue infructuosa, aunque tampoco esperaban más.
-Si Blas no quiere dejarse ver, no hay quien le encuentre.
-Eso espero, Juanlu.
-Nosotros ya no podemos hacer más, mañana será otro día.
-Hazme un favor y sigue hablando.
-¿Por qué? ¿Piensas mejor cuando finges escucharme? –preguntó Juan Luis mientras conducía el viejo 127-.
-No digas chorradas. Me estoy durmiendo, y ya sabes que tengo mal despertar.
-Por si acaso, deja el bastón atrás.
Juan Luis guardaba bien fresco en la memoria el día en el que en una
situación similar a la de esa noche le intentó despertar y tío Miguel le arreó un bastonazo en la rodilla que le dejó cojo una semana. –“¿Por qué me despiertas, cabeza de bellota?”-. Dijo entonces después del garrotazo y antes de darse cuenta de que estaban en el hangar.
-El bastón no lo dejo ni pa dormir.
-Pues gaste usted cuidado, maese Peñalba, que no llevo la armadura puesta.
Tío Miguel esbozó una sonrisa sin fuerzas y miró a su sobrino con melancolía. Era la viva imagen de su padre, el hermano de tío Miguel, muerto en accidente de tráfico pocos años atrás. Juan Luis hablaba a veces en ese lenguaje de novelas caballerescas con la misma solemnidad y grandilocuencia que su padre. Había aspectos en los que no se parecían demasiado, pero su sentido del humor era exactamente igual.
Poco antes del accidente Juan Luis se había independizado. Había encontrado un empleo bastante estable en una pequeña escuela privada donde impartía clases de repaso por las tardes, además tenía sus propios clientes. Daba clases a domicilio a niños ricachones que se resistían a seguir los pasos de sus padres, y durante los fines de semana se dedicaba a corregir mecanoscritos para un editorial. Así pudo compaginar sus estudios y pagarse el alquiler de un pequeño estudio. Su madre se quedó sola y Juan Luis quiso volver al piso donde vivía, pero ella prefirió dejarle hacer su vida y se fue a vivir con sus hermanas, una viuda y la otra soltera, al barrio limítrofe. La mayoría de las veces que iba a visitarlas no estaban en casa, siempre se iban de andurreo por ahí, tiendas, paseos, bingo, partidas de cartas, cafés, reuniones de tupperware, de tuppersex... Mejor, pensaba Juan Luis. La vida sigue.
A Juan Luis le gustaba estar solo, pero a veces se le comían las cercanas paredes del estudio. Por suerte, ahora que había acabado la carrera, trabajaba también por la mañana dando clases a adultos de enseñanza básica e informática. Procuraba no estar demasiado tiempo en casa. La Minerva era su segunda vivienda, y Blas era con quien compartía buena parte de sus horas libres, aparte de tío Miguel.
A raíz del accidente los lazos entre tío y sobrino se estrecharon aún más de lo que ya estaban. Cada uno encontraba en el otro lo que echaban en falta en sus vidas. Prácticamente nunca salía el tema, tampoco hacían falta palabras, se conocían lo suficiente como para no tener que hablar de ello. Cuando Juan Luis tenía verdadera necesidad acudía a Blas, que escuchaba paciente sin opinar ni aconsejar, justo lo que necesita alguien que lo único que quiere es desahogarse. Blas sabía escoger el momento de tomar las riendas. Con su pericia oratoria era capaz de sacar a Juan Luis del pozo más profundo. Generalmente se les unía algún amiguete, era entonces cuando Blas descorchaba su portentosa imaginación y arrancaba las exclamaciones de asombro del amiguete y las carcajadas disimuladas de Juan Luis, que se lo miraba con cariño agradecido, cosa que Blas percibía y recibía con agrado.
-Ya llegamos tío.
-¿Eh?
-Cuidado con el bastón. Ya llegamos –dijo Juan Luis, deseando tener a mano un par de puntales para ayudar a su tío a mantener los ojos abiertos-.
Juan Luis paró el coche y abrió la puerta del hangar. El pitido de marcha atrás retumbó en las paredes del garaje. Se apeó y fue a ayudar a tío Miguel a salir del coche.
-Venga, pa casa.
-(...).
-Mierda –se quejó Juan Luis por lo bajo-.
Mirando el bastón de reojo dio un pequeño empujoncito en el hombro de su tío.
-Que ya estamos en casa.
-Brrrffsss –bufó tío Miguel-.
-Mierda –por lo bajo-, ¡eh, tío! –más alto-, ¡tío Miguel! –aún más-, ¡QUE YA HEMOS LLEGADO!
Tío Miguel pegó un brinco cual canguro asustado, abrió los ojos pero la gorra se le deslizó hacia delante y se los tapó. Blandió su bastón y lanzó un ataque con un swing que ni Severiano Ballesteros en sus buenos tiempos. Juan Luis, ya preparado, lo esquivó de refilón, pasó rozando su hombro derecho. Tío Miguel lanzó otro estacazo a tientas, Juan Luis se tiró al suelo hacia la izquierda con una palomita que ni Íker Casillas burlando con certeza la segunda embestida bastonil.
-Maldito seas, lacayo del Diablo, ¿por qué me despiertas? –gritó tío Miguel quitándose la gorra de los ojos-.
-Que ya estamos en casa, Gladiéitor.
-Te he dicho que no dejases que me durmiera.
-Ahora la culpa será mía.
-Grrrffrrr –mugió tío Miguel, saliendo del coche con dificultad pero ya calmado-.
-¿Te acompaño hasta arriba?
-No hace falta, llego solo. Perdona.
-Nada nada, así compruebo que estoy en forma.
-Buenas noches Juanlu, cierra bien cuando salgas.
-Adiós –se despidió, contento y orgulloso de mantener intacta su integridad física, mirando a tío Miguel subir la escalera que llevaba a las habitaciones, esperando que alcanzase su objetivo por si acaso.
“A eso le llama mal despertar, ¡casi me rompe la crisma! Menos mal que ya sé por dónde van a ir los tiros”.
Juan Luis se reía para sí. Se imaginaba que cualquiera que hubiese visto la escena hubiese pensado que estaba atacando a tío Miguel para robarle o algo peor, y hubiese llamado a la policía, o le hubiesen dado una paliza entre los dos, y tío Miguel, una vez despierto, le hubiese arreado un bastonazao al otro, por entrometerse, y…
“Qué imaginación, cada vez me parezco más a Blas”.
Con un caminar parsimonioso fue sorteando calles, apretando su chaqueta contra el cuerpo para combatir la cada vez más fría noche. Al quedarse solo, la imagen de Diana y su maravilloso culo se volvió a alojar en su cabeza.
“Qué casualidad, estoy justo delante de La Minerva, y aún está abierta”.
De casualidad nada.
Un pequeño diablillo rojo se le apareció a la izquierda de su cabeza y le dijo: -“Qué bien te sentará un café calentito”-. Al instante, un angelito vestido con una túnica blanca y con un aro resplandeciente coronando su testa entró en escena por la derecha diciendo: -“No le hagas caso, sabes que el café después no te dejará dormir”-. Juan Luis se quedó parado delante de la puerta esperando los argumentos de sus nuevos amigos.
“Ella te está esperando dispuesta a pasar contigo una noche de pasión”.
“Mañana tienes cosas que hacer, y es muy tarde”.
“La noche es joven”.
“Esa chica no te conviene, no la conoces de nada, recuerda las palabras de tu madre”.
“Tu madre se lo pasa bomba a su manera, hazlo tú a la tuya”.
“Estás cansado, es muy tarde”.
-Eso ya lo has dicho, no vale repetir –intervino Juan Luis-.
“Mejor un copazo que un cafetito”.
“Ya sabes cómo acabas muchas veces”.
“Alfonso está tocando el piano”.
“No son horas de músicas”.
“No escuches más a este petardo y entra de una vez, los tres sabemos que lo estás deseando”.
El angelito se quedó mudo, la última frase del diablillo había sido demasiando poderosa.
Los personajillos se difuminaron y Juan Luis entró en La Minerva. Estaba todo recogido y a media luz. Todas las sillas dormían encima de las mesas. Sólo quedaba Alfonso tocando una suave pieza al piano y los otros dos intentando articular alguna palabra inteligible con sus respectivos codos apoyados en la barra. Diana no estaba.
Dedicó un cansino saludo a los otros dos, uno de ellos le hizo una reverencia que a punto estuvo de dar con su frente contra el suelo. Se acercó a Alfonso y se quedó allí escuchando la dulce tonada, en silencio, disfrutando de la melodía y del grácil movimiento de manos de Alfonso, que se desplazaban por el teclado como virutas de seda arrulladas por una suave brisa.
-Hoy estás inspirado –susurró Juan Luis cuando Alfonso concluyó la pieza-.
-Toca oftra, San.
-Que no es “toca otra”, es “tócala de nuevo”, y se dice “Sam”, no “San”.
-Anda y que te den pol culo.
Los otros dos llevaban una cogorza encima de las que hacen época.
-Sírvete algo tú mismo, Juanlu, invita la casa, y ponles algo a aquellos dos, a ver si se derrumban ya.
Juan Luis se coló tras la barra y se sirvió un whisky con un cubito de hielo.
-Fllena aquí, niño.
-Eso, llena aquí, niño.
-¿For qué repites lo qfe yo digo?
-¿Yo?
-Sí, tú, ¿qfien va a ser?, el niño aún no ha afbierto la fboca.
-Disculpe usté, caballerete.
-Ya fveremos si te fdisculpo.
Juan Luis dejó a los otros dos con sus refinadas disertaciones filosóficas para volver con Alfonso. De camino hacia el rincón del piano miró de reojo al tablón. Había un nota nueva. El muchacho la leyó atentamente.
Cada segundo que pasa
se aclara el camino
se cierra el círculo
aumenta tu miedo
crece mi ansia.
Quiero lo que tienes
porque es mío
y ahora te quiero a ti
vivo, si puede ser
y si no muerto
aunque a mí me pese
y a ti te libere.
(Para ver el capítulo IX pinchar aquí).
-Querido sobrino, mi gastado cuerpo no da para más. Seguir buscando ya no tiene sentido-. A tío Miguel se le entrecerraban los ojos, era de los que el despertador biológico no le dejaba dormir más allá de las ocho de la mañana. Lo que naturalmente implicaba que todo lo que fuese estar despierto después de las doce era asumir riesgos innecesarios de quedarse dormido en cualquier parte. Recalcando enfáticamente la palabra “cualquier”-.
Eran las dos de la madrugada. Juan Luis y tío Miguel se habían recorrido media ciudad buscando a Blas. Estaciones, bares, zonas de paseo, establecimientos de recreo de dudosa reputación. La búsqueda fue infructuosa, aunque tampoco esperaban más.
-Si Blas no quiere dejarse ver, no hay quien le encuentre.
-Eso espero, Juanlu.
-Nosotros ya no podemos hacer más, mañana será otro día.
-Hazme un favor y sigue hablando.
-¿Por qué? ¿Piensas mejor cuando finges escucharme? –preguntó Juan Luis mientras conducía el viejo 127-.
-No digas chorradas. Me estoy durmiendo, y ya sabes que tengo mal despertar.
-Por si acaso, deja el bastón atrás.
Juan Luis guardaba bien fresco en la memoria el día en el que en una
situación similar a la de esa noche le intentó despertar y tío Miguel le arreó un bastonazo en la rodilla que le dejó cojo una semana. –“¿Por qué me despiertas, cabeza de bellota?”-. Dijo entonces después del garrotazo y antes de darse cuenta de que estaban en el hangar.
-El bastón no lo dejo ni pa dormir.
-Pues gaste usted cuidado, maese Peñalba, que no llevo la armadura puesta.
Tío Miguel esbozó una sonrisa sin fuerzas y miró a su sobrino con melancolía. Era la viva imagen de su padre, el hermano de tío Miguel, muerto en accidente de tráfico pocos años atrás. Juan Luis hablaba a veces en ese lenguaje de novelas caballerescas con la misma solemnidad y grandilocuencia que su padre. Había aspectos en los que no se parecían demasiado, pero su sentido del humor era exactamente igual.
Poco antes del accidente Juan Luis se había independizado. Había encontrado un empleo bastante estable en una pequeña escuela privada donde impartía clases de repaso por las tardes, además tenía sus propios clientes. Daba clases a domicilio a niños ricachones que se resistían a seguir los pasos de sus padres, y durante los fines de semana se dedicaba a corregir mecanoscritos para un editorial. Así pudo compaginar sus estudios y pagarse el alquiler de un pequeño estudio. Su madre se quedó sola y Juan Luis quiso volver al piso donde vivía, pero ella prefirió dejarle hacer su vida y se fue a vivir con sus hermanas, una viuda y la otra soltera, al barrio limítrofe. La mayoría de las veces que iba a visitarlas no estaban en casa, siempre se iban de andurreo por ahí, tiendas, paseos, bingo, partidas de cartas, cafés, reuniones de tupperware, de tuppersex... Mejor, pensaba Juan Luis. La vida sigue.
A Juan Luis le gustaba estar solo, pero a veces se le comían las cercanas paredes del estudio. Por suerte, ahora que había acabado la carrera, trabajaba también por la mañana dando clases a adultos de enseñanza básica e informática. Procuraba no estar demasiado tiempo en casa. La Minerva era su segunda vivienda, y Blas era con quien compartía buena parte de sus horas libres, aparte de tío Miguel.
A raíz del accidente los lazos entre tío y sobrino se estrecharon aún más de lo que ya estaban. Cada uno encontraba en el otro lo que echaban en falta en sus vidas. Prácticamente nunca salía el tema, tampoco hacían falta palabras, se conocían lo suficiente como para no tener que hablar de ello. Cuando Juan Luis tenía verdadera necesidad acudía a Blas, que escuchaba paciente sin opinar ni aconsejar, justo lo que necesita alguien que lo único que quiere es desahogarse. Blas sabía escoger el momento de tomar las riendas. Con su pericia oratoria era capaz de sacar a Juan Luis del pozo más profundo. Generalmente se les unía algún amiguete, era entonces cuando Blas descorchaba su portentosa imaginación y arrancaba las exclamaciones de asombro del amiguete y las carcajadas disimuladas de Juan Luis, que se lo miraba con cariño agradecido, cosa que Blas percibía y recibía con agrado.
-Ya llegamos tío.
-¿Eh?
-Cuidado con el bastón. Ya llegamos –dijo Juan Luis, deseando tener a mano un par de puntales para ayudar a su tío a mantener los ojos abiertos-.
Juan Luis paró el coche y abrió la puerta del hangar. El pitido de marcha atrás retumbó en las paredes del garaje. Se apeó y fue a ayudar a tío Miguel a salir del coche.
-Venga, pa casa.
-(...).
-Mierda –se quejó Juan Luis por lo bajo-.
Mirando el bastón de reojo dio un pequeño empujoncito en el hombro de su tío.
-Que ya estamos en casa.
-Brrrffsss –bufó tío Miguel-.
-Mierda –por lo bajo-, ¡eh, tío! –más alto-, ¡tío Miguel! –aún más-, ¡QUE YA HEMOS LLEGADO!
Tío Miguel pegó un brinco cual canguro asustado, abrió los ojos pero la gorra se le deslizó hacia delante y se los tapó. Blandió su bastón y lanzó un ataque con un swing que ni Severiano Ballesteros en sus buenos tiempos. Juan Luis, ya preparado, lo esquivó de refilón, pasó rozando su hombro derecho. Tío Miguel lanzó otro estacazo a tientas, Juan Luis se tiró al suelo hacia la izquierda con una palomita que ni Íker Casillas burlando con certeza la segunda embestida bastonil.
-Maldito seas, lacayo del Diablo, ¿por qué me despiertas? –gritó tío Miguel quitándose la gorra de los ojos-.
-Que ya estamos en casa, Gladiéitor.
-Te he dicho que no dejases que me durmiera.
-Ahora la culpa será mía.
-Grrrffrrr –mugió tío Miguel, saliendo del coche con dificultad pero ya calmado-.
-¿Te acompaño hasta arriba?
-No hace falta, llego solo. Perdona.
-Nada nada, así compruebo que estoy en forma.
-Buenas noches Juanlu, cierra bien cuando salgas.
-Adiós –se despidió, contento y orgulloso de mantener intacta su integridad física, mirando a tío Miguel subir la escalera que llevaba a las habitaciones, esperando que alcanzase su objetivo por si acaso.
“A eso le llama mal despertar, ¡casi me rompe la crisma! Menos mal que ya sé por dónde van a ir los tiros”.
Juan Luis se reía para sí. Se imaginaba que cualquiera que hubiese visto la escena hubiese pensado que estaba atacando a tío Miguel para robarle o algo peor, y hubiese llamado a la policía, o le hubiesen dado una paliza entre los dos, y tío Miguel, una vez despierto, le hubiese arreado un bastonazao al otro, por entrometerse, y…
“Qué imaginación, cada vez me parezco más a Blas”.
Con un caminar parsimonioso fue sorteando calles, apretando su chaqueta contra el cuerpo para combatir la cada vez más fría noche. Al quedarse solo, la imagen de Diana y su maravilloso culo se volvió a alojar en su cabeza.
“Qué casualidad, estoy justo delante de La Minerva, y aún está abierta”.
De casualidad nada.
Un pequeño diablillo rojo se le apareció a la izquierda de su cabeza y le dijo: -“Qué bien te sentará un café calentito”-. Al instante, un angelito vestido con una túnica blanca y con un aro resplandeciente coronando su testa entró en escena por la derecha diciendo: -“No le hagas caso, sabes que el café después no te dejará dormir”-. Juan Luis se quedó parado delante de la puerta esperando los argumentos de sus nuevos amigos.
“Ella te está esperando dispuesta a pasar contigo una noche de pasión”.
“Mañana tienes cosas que hacer, y es muy tarde”.
“La noche es joven”.
“Esa chica no te conviene, no la conoces de nada, recuerda las palabras de tu madre”.
“Tu madre se lo pasa bomba a su manera, hazlo tú a la tuya”.
“Estás cansado, es muy tarde”.
-Eso ya lo has dicho, no vale repetir –intervino Juan Luis-.
“Mejor un copazo que un cafetito”.
“Ya sabes cómo acabas muchas veces”.
“Alfonso está tocando el piano”.
“No son horas de músicas”.
“No escuches más a este petardo y entra de una vez, los tres sabemos que lo estás deseando”.
El angelito se quedó mudo, la última frase del diablillo había sido demasiando poderosa.
Los personajillos se difuminaron y Juan Luis entró en La Minerva. Estaba todo recogido y a media luz. Todas las sillas dormían encima de las mesas. Sólo quedaba Alfonso tocando una suave pieza al piano y los otros dos intentando articular alguna palabra inteligible con sus respectivos codos apoyados en la barra. Diana no estaba.
Dedicó un cansino saludo a los otros dos, uno de ellos le hizo una reverencia que a punto estuvo de dar con su frente contra el suelo. Se acercó a Alfonso y se quedó allí escuchando la dulce tonada, en silencio, disfrutando de la melodía y del grácil movimiento de manos de Alfonso, que se desplazaban por el teclado como virutas de seda arrulladas por una suave brisa.
-Hoy estás inspirado –susurró Juan Luis cuando Alfonso concluyó la pieza-.
-Toca oftra, San.
-Que no es “toca otra”, es “tócala de nuevo”, y se dice “Sam”, no “San”.
-Anda y que te den pol culo.
Los otros dos llevaban una cogorza encima de las que hacen época.
-Sírvete algo tú mismo, Juanlu, invita la casa, y ponles algo a aquellos dos, a ver si se derrumban ya.
Juan Luis se coló tras la barra y se sirvió un whisky con un cubito de hielo.
-Fllena aquí, niño.
-Eso, llena aquí, niño.
-¿For qué repites lo qfe yo digo?
-¿Yo?
-Sí, tú, ¿qfien va a ser?, el niño aún no ha afbierto la fboca.
-Disculpe usté, caballerete.
-Ya fveremos si te fdisculpo.
Juan Luis dejó a los otros dos con sus refinadas disertaciones filosóficas para volver con Alfonso. De camino hacia el rincón del piano miró de reojo al tablón. Había un nota nueva. El muchacho la leyó atentamente.
Cada segundo que pasa
se aclara el camino
se cierra el círculo
aumenta tu miedo
crece mi ansia.
Quiero lo que tienes
porque es mío
y ahora te quiero a ti
vivo, si puede ser
y si no muerto
aunque a mí me pese
y a ti te libere.
(Para ver el capítulo IX pinchar aquí).
30 sept 2008
!Fernando Alonso ganó en Singapur!!!!!
Invasión - Oliver Hirschbiegel (2007)
Remeic (¿o se escribe remake?) justito de la genial “La invasión de los ladrones de cuerpos”. ¿Qué sentido tiene hacer una peli que es copia de otra? Es como ver una peli que ya has visto. Lleva la moraleja de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, recontada y resabida, nada nuevo. Si se tiene algo mejor no es necesario verla, ni mucho menos. Salen Nicole Kidman y Daniel Craig (el nuevo James Bond) en un papel más que discreto, por no decir insustancial.
Un día escuché en la radio que Nicole Kidman era la única actriz de hoy en día que tenía el glamour y la brillantez de las estrellas de antaño, como Ava Gardner, Liz Tailor y Rita Hayworth, verdaderas estrellas, y pensé que podía tener razón, pero después de ver el esperpéntico retoque que se ha hecho en los labios el título se le ha deformado de una forma grotesca. ¿Qué ha hecho esa moza? ¿No era lo suficientemente guapa? ¿Quería serlo aún más? ¿Por qué? ¿Para qué?
Señoras y señores estrellas de cine: no os entiendo, estáis bobos. Eso que hacéis con vuestros caretos es repugnante, y dice mucho de vosotros.
He aquí un par de muestras de lo comentado, abstenerse los que sufran del corazón, esto puede provocar emociones fuertes.
Un día escuché en la radio que Nicole Kidman era la única actriz de hoy en día que tenía el glamour y la brillantez de las estrellas de antaño, como Ava Gardner, Liz Tailor y Rita Hayworth, verdaderas estrellas, y pensé que podía tener razón, pero después de ver el esperpéntico retoque que se ha hecho en los labios el título se le ha deformado de una forma grotesca. ¿Qué ha hecho esa moza? ¿No era lo suficientemente guapa? ¿Quería serlo aún más? ¿Por qué? ¿Para qué?
Señoras y señores estrellas de cine: no os entiendo, estáis bobos. Eso que hacéis con vuestros caretos es repugnante, y dice mucho de vosotros.
He aquí un par de muestras de lo comentado, abstenerse los que sufran del corazón, esto puede provocar emociones fuertes.
Accidente de moto
Acabo de ver un accidente de moto, hace pocas horas. Iba subiendo por la C-13 dirección Tremp, en el primero de los dos túneles de Camarasa, el largo. Cuando llevaba recorrido medio túnel he visto aparecer un motero que, creo, iba pasado en la curva de izquierdas de la entrada del túnel. Se ha chocado contra la pared repetidas veces. La pared no es como la de los túneles modernos, no es lisa, es roca viva. Después de darse un montón de porrazos contra esa pared parecía que iba a mantener el equilibrio, pero el bordillo de la pequeña acera se lo ha impedido y se ha caído al suelo. Se ha quedado estirado boca abajo en el asfalto inmóvil. Al momento ha aparecido un coche que iba en la dirección del motero y sus dos ocupantes, una pareja mayor, se han bajado para atender al accidentado. Justo cuando me iba a bajar del camión, cuando por fin he podido deshacerme del puto cinturón, el señor del coche me ha dicho que llamase a una ambulancia lo más rápido posible. El motero intentaba arrastrarse como podía, con la intención más que nada instintiva, de salir del asfalto, ha hecho un gran esfuerzo y se ha vuelto a quedar inmóvil. Le he visto una mano ensangrentada, por lo demás no parecía tener daños, al menos visibles. Como no hay cobertura he tenido que seguir el camino esquivando trozos de moto, viendo como de los demás coches que paraban no se bajaba nadie. Cuando he salido de los túneles ya tenía cobertura y he llamado a los mossos. Después de una corta pero intensa conversación me han dicho que ya iba una ambulancia hacia el lugar del accidente.
Me hubiese gustado quedarme allí para atender al motero, pero alguien tenía que hacer la llamada. Sé que no hacía falta, que ya había alguien, y posiblemente él estaría inconsciente, pero me he quedado con las ganas de hacer algo más, de hablarle, intentar tranquilizarlo, decirle que la ambulancia ya estaba en camino, que todo iba a salir bien.
Se te encoge el corazón cuando ves algo así.
“Esperemos que no sea grave”, le he dicho al mosso, que ha atendido mi llamada (por cierto, rapidísimo), “Esperemos que sea así, gracias por su llamada”, me ha dicho el mosso.
Me hubiese gustado quedarme allí para atender al motero, pero alguien tenía que hacer la llamada. Sé que no hacía falta, que ya había alguien, y posiblemente él estaría inconsciente, pero me he quedado con las ganas de hacer algo más, de hablarle, intentar tranquilizarlo, decirle que la ambulancia ya estaba en camino, que todo iba a salir bien.
Se te encoge el corazón cuando ves algo así.
“Esperemos que no sea grave”, le he dicho al mosso, que ha atendido mi llamada (por cierto, rapidísimo), “Esperemos que sea así, gracias por su llamada”, me ha dicho el mosso.
22 sept 2008
Olvídate de mí – Michel Gondry (2004)
Es una peli rara. Me gustan las pelis raras, como “Memento” o “Cómo ser John Malkovich”. Pero ésta no tiene nada de surrealista, al contrario, se unen el más crudo realismo y la más pura fantasía para reflejar lo absurda, difícil y contradictoria que puede llegar a ser una relación de pareja.
Papelazo del dúo protagonista, Jim Carrey y Kate Winslet (la de Titanic), sobretodo de ella. Jim Carrey parece desmarcado definitivamente (aunque nunca se sabe) de su eterno papel del humor de muecas.
La trama, al principio resulta difícil de seguir, pero poco a poco se va aclarando y uno ya no tiene la sensación de estar viendo una paranoia de una mente desquiciada.
Creo que la intención del autor es darle la importancia que tiene al pasado, a los recuerdos, aunque no sean buenos, al fin y al cabo somos lo que fuimos, y de todo se aprende.
Recomendable para quien tenga ganas de ver peli rara pero no complicada, y nada recomendable para el que quiera ver a Jim Carrey haciendo el bobo.
Papelazo del dúo protagonista, Jim Carrey y Kate Winslet (la de Titanic), sobretodo de ella. Jim Carrey parece desmarcado definitivamente (aunque nunca se sabe) de su eterno papel del humor de muecas.
La trama, al principio resulta difícil de seguir, pero poco a poco se va aclarando y uno ya no tiene la sensación de estar viendo una paranoia de una mente desquiciada.
Creo que la intención del autor es darle la importancia que tiene al pasado, a los recuerdos, aunque no sean buenos, al fin y al cabo somos lo que fuimos, y de todo se aprende.
Recomendable para quien tenga ganas de ver peli rara pero no complicada, y nada recomendable para el que quiera ver a Jim Carrey haciendo el bobo.
eXistenZ - David Cronenberg (1999)
Ésta, como “Olvídate de mí”, también es una peli rara, no en vano es de David Cronenberg. Va sobre juegos de realidad virtual. El lío es que dentro del juego, los personajes se ponen a jugar a otro juego, y dentro de éste a otro, lo que le lleva a uno a plantearse si en algún momento de la película ha habido algún momento de realidad real.
Al que haya jugado a videojuegos le resultará familiar momentos en el que un personaje secundario del juego se queda repitiendo un mismo movimiento a la espera de que el principal, o sea, el que lleva el jugador, pase por cierto sitio o realice cierta acción. Esto pasa en la peli, pero son personajes reales los que lo interpretan. Resulta realmente curioso ver a un señor moviendo la cabeza en un bucle sin fin y con la mirada perdida, como en los juegos.
La peli no es ninguna obra de arte, y los actores, entre ellos Jud Law, en un papel más que discreto, no lucen demasiado, pero es entretenida y curiosa.
Ciencia-Ficción sin naves espaciales.
Al que haya jugado a videojuegos le resultará familiar momentos en el que un personaje secundario del juego se queda repitiendo un mismo movimiento a la espera de que el principal, o sea, el que lleva el jugador, pase por cierto sitio o realice cierta acción. Esto pasa en la peli, pero son personajes reales los que lo interpretan. Resulta realmente curioso ver a un señor moviendo la cabeza en un bucle sin fin y con la mirada perdida, como en los juegos.
La peli no es ninguna obra de arte, y los actores, entre ellos Jud Law, en un papel más que discreto, no lucen demasiado, pero es entretenida y curiosa.
Ciencia-Ficción sin naves espaciales.
19 sept 2008
Amigo del alma
Ayer Isabel y J.C.Alonso fueron a dar un paseo por las calles del pueblo a las doce de la noche, y de paso tomar un café. Pasaron por delante de un bar pero parecía haber mal ambientillo, había un tipo con barba justo a la entrada que no hacía muy buena pinta. Pasaron de largo. Recorrrieron el pueblo de cabo a rabo y sólo encontraron bares que hacían buen uso del verbo “cerrar”, tanto en su forma de participio como de gerundio. Volvieron al garito del principio y entraron. El tipo de barba seguía allí, tranquilo y solitario. Además, había una chica embarazada con un carrito, una mulatilla que correteaba por todo el local y un par de grupos de personas charlando afablemente. Lo del mal ambientillo, por suerte, resultó ser una mera suposición.
Isabel y JCA se tomaron sus consumiciones, las pagaron, y se dispusieron a irse a casa, ya era tarde.
Estaban casi a punto de salir cuando una voz tronó desde la barra.
-¡Ei, tío, qué passa!
“Mierda, es el tío de la barba, me parece que se dirige a mí” –pensó JCA-. Si el saludo hubiese sido un poco menos efusivo posiblemente hubiese respondido con un seco “Adéu” y hubiese pasado de largo, pero decidió mirar hacia el origen del bramido. Una vez sus ojos hallaron su objetivo, descubrió que detrás de aquella barba se escondía un amiguete…, bueno, un amiguete no, un tío con el que estuvo trabajando en una obra durante dos o tres meses. El barbudo se avalanzó hacia JCA para fundirse con él en un caluroso abrazo. JCA, sorprendido, adoptó la postura de la doncella recatada bailando un “agarrao” y le puso ligeramente la mano en el costado para corresponder educada pero discretamente al amigable gesto. El contacto de su mano con aquel orondo cuerpo le sugirió un inequívoco parecido a un enorme tonel con la madera rancia y bufada por el mal uso y el paso del tiempo.
-¡Qué passa tío! –dijo el barbudo-.
-Joder, no te había conocido con esa barba. Estás mu gordo –contestó JCA, derrochando simpatía y aprovechándose del exceso de confianza del de la barba-.
A todo esto Isa observaba atentamente la escena a una distancia prudencial, analizando la situación desde un punto de vista psicológico.
-Es un flipe –el barbas hizo caso omiso de las palabras de su interlocutor-, hoy me he encontrao tres colegas que hacía la tira que no veía, uno de hace diez años, el otro… no sé… y tú…pueeees.
-Pues por lo menos cinco o seis años.
-Noooo –dijo el barbudo, sin tener muy claro si era mucho más o mucho menos que cinco o seis años-.
-¿Y ahora cómo te va?
-Bueno, antes estaba con aquella mujer, tú sabes (¿yo sé?, pensó JCA), estaba en Sort, y… nooo… bueno…
-Cosas que pasan, pero ¿y ahora cómo te va? –dijo JCA, intentando dejar de lado el pasado-.
-Es que aquella tía… bueno, qué te voy a contar que no sepas…
JCA alucinaba, no tenía ni idea ni de que estuviese en Sort, ni de que estuviese con una tía, y ni mucho menos de que se hubiesen separado-.
-Vale vale, pero ¿ahora cómo te va?
-¿Y tú qué haces?
-Pues yo muy bi…
-Yo feliz –interrumpió el tonel parlante, deseando únicamente escuchar su propia voz. Tras su pelaje facial se adivinaba una sonrisa amarga-.
-Pues malegro hombre, y…
-Feliz, tío –volvió a interrumpir, esta vez señalando con la mano abierta al carrito y a su conductora (por lo visto iban juntos). En ese momento la mulatilla correteadora aparació por allí y también fue señalada por la mano abierta-.
-No me digas que todo esto es tuyo –dijo JCA, exhibiendo sus exquisitos modales-.
-Pues ya ves, ¡eh, cariño!, dale la vuelta al carro, que mi colega vea a mi churumbel.
La chica giró el carrito ipso facto mostrando a su ocupante. Isabel y JCA miraron sin saber qué decir. La chica tenía mirada de lobo, o de hiena. No pronunció palabra.
-Feliz, tío. Quién me iba a decir a mí.
-Eso digo yo.
-Dos y otro en camino, bueno, la que corre (la mulata) no es mía, esa ya estaba, es de ella y… y los otros dos sí son míos, a ver, el del carro y el que está en camino. Ya lo ves, feliz.
-Ya veo –dijo JCA-.
Isa seguía observando la escena con los ojos cada vez más abiertos.
-Cariño, cariño, ven que os presento… ostia, ¿tú cómo te llamas?, que no me acuerdo –dijo el tonel, dando una prueba irrefutable de que su amistad con JCA llegaba hasta lo más hondo del corazón-.
-Juan Carlos, ¿y tú cómo te llamas, que yo tampoco me acuerdo? –dijo JCA, aportando más pruebas y dejando de lado ya por completo sus refinadas formas-.
-Yo Mengano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es
Un momento, aquí hay un pequeño error. Para no utilizar elementos peyorativos en esta rica muestra literaria procederé a un sutil cambio en la última frase, para eso la repetiré íntegramente.
-Yo Fulano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es Mengana.
-Hola Mengana, encantado –Mengana no pronunció palabra-.
JCA se prestó raudo a presentar a Isabel, quien a buen seguro estaba deseosa de conocer a tan excelsa pareja. Besos. Mengana siguió sin pronunciar palabra.
-Pues nada tío, ayer llegué a las cinco de la mañana ¿eh cariño?, a las cinco, ¿te acuerdas? –Mengana no hizo ni el menor gesto, su mirada lobunohienesca seguía alojada en su semblante- y claro, te encuentras a alguien y… a las cinco tío, y ella, claro, es que la otra, ¿eh cariño? ¿la otra? es que no, porque, uno lo que tiene que hacer es, pues eso…
-Ya ya –dijo JCA, mientras con un ojo miraba atento a Fulano y con el otro trazaba una línea discontinua hasta la botella de cerveza vacía que había en la barra, percatándose de que era Voll Damm, una marca que con facilidad se te sube a la cabeza y te la desenrosca-.
Dado el nulo verbo de Mengana, Isa seguía observando la escena de aquellos grandes amigos con interés.
-Es que claro, te lías te lías, y acabas a las cinco, pero uno de diez, el otro de cinco, y luego… y ahora, pues ya lo ves, tres churumbeles, pero bien, feliz…
JCA, convencido de que un duendecillo perverso se había apoderado de la capacidad de discernimiento de Fulano, dio un cortito pero perceptible paso atrás para ir preparando la huida.
-¿Te acuerdas en la obra? Pagaban poco, a mí me pagó aquel de bigote, el…, no, el otro ¿cómo se llamba? tres churumbeles, primero uno de diez, otro de cinco ¿eh cariño? ¿eh?
-Bueeno –otro pasito atrás, ahora no le cabía la menor duda de que Fulano se había comido un éxtasis como la rueda de un camión-.
Isa estaba encantada de tan agradable conversación.
-Así es la vida, a veces… es que con aquella tía, bueno, ¿qué te voy a decir que no sepas?
-Bueeeeeeno, nos vamos a ir que es tarde y mañana hay que currar, ya sabes, currar.
-Ei tío, me alegro mucho de haberte visto, nos vemos otro día, pa comer, mejor un fin de semana, que claro, claro, ¿eh, cariño? –ni mu-.
-Por supuesto, ya nos veremos otro día más tranquilamente, venga, nos vemos.
Isa y JCA salieron por fin del bar y recibieron el aire fresco de la noche con gratitud. Entre risas incontenibles y expresiones lastimosas fueron comentando la jugada hasta llegar a casa. El encuentro de JCA con su grandísimo amigo del alma fue una experiencia irrepetible, pero se fueron a dormir con la incertidumbre de no conocer la voz de Mengana, que no pronunció palabra.
Isabel y JCA se tomaron sus consumiciones, las pagaron, y se dispusieron a irse a casa, ya era tarde.
Estaban casi a punto de salir cuando una voz tronó desde la barra.
-¡Ei, tío, qué passa!
“Mierda, es el tío de la barba, me parece que se dirige a mí” –pensó JCA-. Si el saludo hubiese sido un poco menos efusivo posiblemente hubiese respondido con un seco “Adéu” y hubiese pasado de largo, pero decidió mirar hacia el origen del bramido. Una vez sus ojos hallaron su objetivo, descubrió que detrás de aquella barba se escondía un amiguete…, bueno, un amiguete no, un tío con el que estuvo trabajando en una obra durante dos o tres meses. El barbudo se avalanzó hacia JCA para fundirse con él en un caluroso abrazo. JCA, sorprendido, adoptó la postura de la doncella recatada bailando un “agarrao” y le puso ligeramente la mano en el costado para corresponder educada pero discretamente al amigable gesto. El contacto de su mano con aquel orondo cuerpo le sugirió un inequívoco parecido a un enorme tonel con la madera rancia y bufada por el mal uso y el paso del tiempo.
-¡Qué passa tío! –dijo el barbudo-.
-Joder, no te había conocido con esa barba. Estás mu gordo –contestó JCA, derrochando simpatía y aprovechándose del exceso de confianza del de la barba-.
A todo esto Isa observaba atentamente la escena a una distancia prudencial, analizando la situación desde un punto de vista psicológico.
-Es un flipe –el barbas hizo caso omiso de las palabras de su interlocutor-, hoy me he encontrao tres colegas que hacía la tira que no veía, uno de hace diez años, el otro… no sé… y tú…pueeees.
-Pues por lo menos cinco o seis años.
-Noooo –dijo el barbudo, sin tener muy claro si era mucho más o mucho menos que cinco o seis años-.
-¿Y ahora cómo te va?
-Bueno, antes estaba con aquella mujer, tú sabes (¿yo sé?, pensó JCA), estaba en Sort, y… nooo… bueno…
-Cosas que pasan, pero ¿y ahora cómo te va? –dijo JCA, intentando dejar de lado el pasado-.
-Es que aquella tía… bueno, qué te voy a contar que no sepas…
JCA alucinaba, no tenía ni idea ni de que estuviese en Sort, ni de que estuviese con una tía, y ni mucho menos de que se hubiesen separado-.
-Vale vale, pero ¿ahora cómo te va?
-¿Y tú qué haces?
-Pues yo muy bi…
-Yo feliz –interrumpió el tonel parlante, deseando únicamente escuchar su propia voz. Tras su pelaje facial se adivinaba una sonrisa amarga-.
-Pues malegro hombre, y…
-Feliz, tío –volvió a interrumpir, esta vez señalando con la mano abierta al carrito y a su conductora (por lo visto iban juntos). En ese momento la mulatilla correteadora aparació por allí y también fue señalada por la mano abierta-.
-No me digas que todo esto es tuyo –dijo JCA, exhibiendo sus exquisitos modales-.
-Pues ya ves, ¡eh, cariño!, dale la vuelta al carro, que mi colega vea a mi churumbel.
La chica giró el carrito ipso facto mostrando a su ocupante. Isabel y JCA miraron sin saber qué decir. La chica tenía mirada de lobo, o de hiena. No pronunció palabra.
-Feliz, tío. Quién me iba a decir a mí.
-Eso digo yo.
-Dos y otro en camino, bueno, la que corre (la mulata) no es mía, esa ya estaba, es de ella y… y los otros dos sí son míos, a ver, el del carro y el que está en camino. Ya lo ves, feliz.
-Ya veo –dijo JCA-.
Isa seguía observando la escena con los ojos cada vez más abiertos.
-Cariño, cariño, ven que os presento… ostia, ¿tú cómo te llamas?, que no me acuerdo –dijo el tonel, dando una prueba irrefutable de que su amistad con JCA llegaba hasta lo más hondo del corazón-.
-Juan Carlos, ¿y tú cómo te llamas, que yo tampoco me acuerdo? –dijo JCA, aportando más pruebas y dejando de lado ya por completo sus refinadas formas-.
-Yo Mengano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es
Un momento, aquí hay un pequeño error. Para no utilizar elementos peyorativos en esta rica muestra literaria procederé a un sutil cambio en la última frase, para eso la repetiré íntegramente.
-Yo Fulano (el nombre del sujeto no viene al caso ponerlo aquí). Mira cariño, éste es Juan Carlos, ésta es Mengana.
-Hola Mengana, encantado –Mengana no pronunció palabra-.
JCA se prestó raudo a presentar a Isabel, quien a buen seguro estaba deseosa de conocer a tan excelsa pareja. Besos. Mengana siguió sin pronunciar palabra.
-Pues nada tío, ayer llegué a las cinco de la mañana ¿eh cariño?, a las cinco, ¿te acuerdas? –Mengana no hizo ni el menor gesto, su mirada lobunohienesca seguía alojada en su semblante- y claro, te encuentras a alguien y… a las cinco tío, y ella, claro, es que la otra, ¿eh cariño? ¿la otra? es que no, porque, uno lo que tiene que hacer es, pues eso…
-Ya ya –dijo JCA, mientras con un ojo miraba atento a Fulano y con el otro trazaba una línea discontinua hasta la botella de cerveza vacía que había en la barra, percatándose de que era Voll Damm, una marca que con facilidad se te sube a la cabeza y te la desenrosca-.
Dado el nulo verbo de Mengana, Isa seguía observando la escena de aquellos grandes amigos con interés.
-Es que claro, te lías te lías, y acabas a las cinco, pero uno de diez, el otro de cinco, y luego… y ahora, pues ya lo ves, tres churumbeles, pero bien, feliz…
JCA, convencido de que un duendecillo perverso se había apoderado de la capacidad de discernimiento de Fulano, dio un cortito pero perceptible paso atrás para ir preparando la huida.
-¿Te acuerdas en la obra? Pagaban poco, a mí me pagó aquel de bigote, el…, no, el otro ¿cómo se llamba? tres churumbeles, primero uno de diez, otro de cinco ¿eh cariño? ¿eh?
-Bueeno –otro pasito atrás, ahora no le cabía la menor duda de que Fulano se había comido un éxtasis como la rueda de un camión-.
Isa estaba encantada de tan agradable conversación.
-Así es la vida, a veces… es que con aquella tía, bueno, ¿qué te voy a decir que no sepas?
-Bueeeeeeno, nos vamos a ir que es tarde y mañana hay que currar, ya sabes, currar.
-Ei tío, me alegro mucho de haberte visto, nos vemos otro día, pa comer, mejor un fin de semana, que claro, claro, ¿eh, cariño? –ni mu-.
-Por supuesto, ya nos veremos otro día más tranquilamente, venga, nos vemos.
Isa y JCA salieron por fin del bar y recibieron el aire fresco de la noche con gratitud. Entre risas incontenibles y expresiones lastimosas fueron comentando la jugada hasta llegar a casa. El encuentro de JCA con su grandísimo amigo del alma fue una experiencia irrepetible, pero se fueron a dormir con la incertidumbre de no conocer la voz de Mengana, que no pronunció palabra.
15 sept 2008
The Black Hole - Tibor Takács (2006)
Ésta es la peor película que he visto en mucho, pero que mucho tiempo. Incluyo cualquier bodrio tipo cine de barrio que hayan podido dar por la tele. Es tan mala que ni siquiera hace reír. El caso es que parecía algo. A mí me gusta la ciencia-ficción, y una peli sobre agujeros negros me llamó mucho la atención. Pero esto es realmente terrible. No llegué ni al la media hora, los párpados me pesaban toneladas, y como no había nada que ver me rendí a un sueño la mar de agradable, mucho mejor que estar soportando un esperpento así de espantoso.
Amigo lector, si tienes un mínimo de aprecio a tu tiempo libre, no se te ocurra verla.
Amigo lector, si tienes un mínimo de aprecio a tu tiempo libre, no se te ocurra verla.
14 sept 2008
Viaje al centro de La Tierra
Ayer fui al cine otra vez, al mismo cine en el que vi La Momia, y la peli que vi también está protagonizada por el mismo tipo, Brendan Fraser.
Esta vez no salí decepcionado. Con La Momia salí con los ojos destrozados por la mala calidad de la imagen, pero esta vez, no sé si por el buen estado de la película, por la calidad del proyector o por lo que sea, la peli se veía bien, aparte de una raya verde que apareció a media peli atravesando la pantalla de arriba abajo y en el mismísimo centro de la imagen, y que se quedó allí, de okupa, hasta que acabó la peli. Pero al menos no temblaba todo y pude conservar la vista en su estado inicial.
La peli está enfocada a un público infantil y juvenil, de hecho fui con mi hija Ami y su coleguilla Nur. Está bien, sin demasiadas pretensiones. Acción y aventura, el omnipresente tiranosaurus-rex, y otros tópicos del género. Para pasar el rato. Ya está, no tengo nada más que decir.
Bueno sí. La peli está hecha para ver en un cine 3D, donde seguro que impresiona mucho más, pero el cine de esta clase que tengo más cerca está a 200 kilómetros.
Ahora sí. Adiós.
Esta vez no salí decepcionado. Con La Momia salí con los ojos destrozados por la mala calidad de la imagen, pero esta vez, no sé si por el buen estado de la película, por la calidad del proyector o por lo que sea, la peli se veía bien, aparte de una raya verde que apareció a media peli atravesando la pantalla de arriba abajo y en el mismísimo centro de la imagen, y que se quedó allí, de okupa, hasta que acabó la peli. Pero al menos no temblaba todo y pude conservar la vista en su estado inicial.
La peli está enfocada a un público infantil y juvenil, de hecho fui con mi hija Ami y su coleguilla Nur. Está bien, sin demasiadas pretensiones. Acción y aventura, el omnipresente tiranosaurus-rex, y otros tópicos del género. Para pasar el rato. Ya está, no tengo nada más que decir.
Bueno sí. La peli está hecha para ver en un cine 3D, donde seguro que impresiona mucho más, pero el cine de esta clase que tengo más cerca está a 200 kilómetros.
Ahora sí. Adiós.
12 sept 2008
El juego del ángel – Carlos Ruiz Zafón (2008)
Podría empezar de muchas maneras pero prefiero hacerlo diciendo que si “La sombra del viento” me gustó, éste me ha gustado aún más.
Lo estaba leyendo en un bar de Linyola y tuve que sacar mi pequeño cuaderno con tapa de piel para anotar este también pequeño fragmento lleno de significado:
“Las buenas palabras son bondades vanas que no exigen sacrificio alguno y se agradecen más que las bondades de hecho”.
Si hubiese tomado nota de todos los fragmentos de la calidad de éste ocuparía todo el espacio que me presta Google para escribir mis cosillas. También podría haber puesto aquí, aunque sólo fuese, uno o dos fragmentos más, pero la tarea de dejar el libro y sacar el cuadernillo para ponerme a escribir habría sido demasiado dura. Como lo era el dejar de leer para reengancharme al tajo, o luchar para comprender las líneas borrosas que se aparecen ante la vista agotada por el sueño.
Un ambiente oscuro y tétrico rodea casi toda la historia, iluminada por las tronchantes conversaciones entre David Martín e Isabella, sobrecargadas de un cinismo hilarante.
Carlos Ruiz es un mago de las palabras. No hay que tener prisa en leer, hay que pelear contra la impaciencia de querer saber qué pasará en la siguiente página para poder disfrutar lo máximo posible de la escritura de este genio que entremezcla las palabras de una manera magistral.
Es más difícil de seguir que “La sombra del viento”. La trama se enreda en nudos que no se desatan hasta el final, y está aderezada por elementos irreales y fantasiosos, como de otra dimensión, que uno intenta explicarse sin éxito, lo que sin duda alguna contribuye a engancharte en la lectura de una manera enfermiza. Todo es más oscuro y tétrico que en su anterior novela, que ya es decir. Pero si en “La sombra del viento” el eje de la historia, que es Daniel, cede parte de su protagonismo a Fermín Romero de Torres, en ésta se centra sobre el personaje de David Martín. Hay muchos otros personajes secundarios de los que destacaría a Isabella, que es la que le da a la historia la luz que le falta en su trama.
Lectura obligada para todo aquél amante de los libros.
Estimado lector, si no has leído el libro te recomiendo que lo hagas antes de seguir leyendo esto, porque voy a hablar del final, y leer un libro como éste con una idea preconcebida y sabiendo qué pasará es como poco pecaminoso, por no hablar del perderse la experiencia de disfrutar de su lectura en toda su extensión.
El final te deja con la mirada perdida. No es una historia fácil de entender al cien por cien. Da a la interpretación. O eso creo yo desde mi humilde opinión. He terminado el libro hace poco más de una hora. Justo al acabar he estado andando en círculos un rato para intentar aclararme, para reconstruir la historia que se me había contado. Podría compararlo como el observador que admira un cuadro de Dalí. Vaya usted a saber qué demonios estaba pensando o sintiendo aquel hombre cuando pintó aquello. El caso es que el cuadro es bonito, se disfruta mucho observándolo, te hace sentir, que es lo fundamental, y cada uno siente lo propio. Con este libro pasa lo mismo, vaya usted a saber qué sentía Carlos Ruiz cuando escribió esta novela. Cada uno sentirá y entenderá cosas diferentes cuando la lea. Ahí está la magia.
Yo parto de la idea de que el patrón, Corelli, es el Diablo. Con mayúscula. Pero, según he leído por ahí, el Diablo no es un ser todopoderoso, no es el dios del mal, no es un dios. Es un ángel caído. Para hacer según qué cosas necesita de una mano ejecutora. Se sirve de todas las triquiñuelas posibles para conseguirlo, utiliza a los hombres.
Al final de la novela David deja el manuscrito que le encargó el patrón en el cementerio de los libros olvidados, justo en el mismo sitio en el que encontró “Lux Aeterna”, que era el manuscrito de Marlasca. Al ojear los libros que hay por allí se da cuenta de que todos los que hay en ese cuarto tratan de lo mismo. Yo lo que entiendo aquí es que el Diablo, desde tiempos inmemoriales, se ha servido de escritores que han narrado para él la historia de la Humanidad, y se han ido relevando uno tras otro. El anterior a David fue Marlasca, un hombre atormentado por la muerte de su hijo. El problema es que Marlasca se vuelve completamente loco y no le sirve. El manuscrito que escribe para él es un devaneo inteligible sobre el descenso a los infiernos. Cuando lo deja de utilizar, escoge a David, y desde muy jovencito, le hace vivir en un mundo irreal que sólo él puede ver. Le hace caer enfermo, le hace ver cosas que sólo existen en su imaginación. Entonces pacta con él el continuar viviendo, ayudado por una suma de dinero importante, a cambio de que escriba para él una religión. David escribe una creencia que ensalza al guerrero por encima de todo. No por casualidad al poco tiempo estalla la Guerra Civil Española seguida de la Segunda Guerra Mundial. Al patrón le gusta, pero David se revela y deja de acudir a sus citas. La única que lee el manuscrito es Cristina, al intentar quemarlo se le aparece el Diablo y hace que pierda la razón para acabar suicidándose.
Al final, el patrón, por un lado, está agradecido por escribir para él lo que deseaba, pero por otro desea vengarse de David por tener la osadía de enfrentarse a él, y al mismo tiempo reconoce que el eliminar a Cristina no fue justo. Por eso se la devuelve, para que la vea crecer, se vuelva a enamorar de ella y la pueda disfrutar toda su vida. Pero a la vez le da la eterna juventud, tanto por venganza como por agradecimiento, para que la vea envejecer y morir sin poder hacer nada. Por eso David decide que cuando muera se adentrará en el mar con su cadáver para estar con ella por toda la eternidad.
Esta es la primera conclusión que me ha salido justo después de leer el libro, pero tengo que comentarlo con la gente que lo ha leído, lo que puede que cambie mi lectura.
Wikienlace.
Lo estaba leyendo en un bar de Linyola y tuve que sacar mi pequeño cuaderno con tapa de piel para anotar este también pequeño fragmento lleno de significado:
“Las buenas palabras son bondades vanas que no exigen sacrificio alguno y se agradecen más que las bondades de hecho”.
Si hubiese tomado nota de todos los fragmentos de la calidad de éste ocuparía todo el espacio que me presta Google para escribir mis cosillas. También podría haber puesto aquí, aunque sólo fuese, uno o dos fragmentos más, pero la tarea de dejar el libro y sacar el cuadernillo para ponerme a escribir habría sido demasiado dura. Como lo era el dejar de leer para reengancharme al tajo, o luchar para comprender las líneas borrosas que se aparecen ante la vista agotada por el sueño.
Un ambiente oscuro y tétrico rodea casi toda la historia, iluminada por las tronchantes conversaciones entre David Martín e Isabella, sobrecargadas de un cinismo hilarante.
Carlos Ruiz es un mago de las palabras. No hay que tener prisa en leer, hay que pelear contra la impaciencia de querer saber qué pasará en la siguiente página para poder disfrutar lo máximo posible de la escritura de este genio que entremezcla las palabras de una manera magistral.
Es más difícil de seguir que “La sombra del viento”. La trama se enreda en nudos que no se desatan hasta el final, y está aderezada por elementos irreales y fantasiosos, como de otra dimensión, que uno intenta explicarse sin éxito, lo que sin duda alguna contribuye a engancharte en la lectura de una manera enfermiza. Todo es más oscuro y tétrico que en su anterior novela, que ya es decir. Pero si en “La sombra del viento” el eje de la historia, que es Daniel, cede parte de su protagonismo a Fermín Romero de Torres, en ésta se centra sobre el personaje de David Martín. Hay muchos otros personajes secundarios de los que destacaría a Isabella, que es la que le da a la historia la luz que le falta en su trama.
Lectura obligada para todo aquél amante de los libros.
Estimado lector, si no has leído el libro te recomiendo que lo hagas antes de seguir leyendo esto, porque voy a hablar del final, y leer un libro como éste con una idea preconcebida y sabiendo qué pasará es como poco pecaminoso, por no hablar del perderse la experiencia de disfrutar de su lectura en toda su extensión.
El final te deja con la mirada perdida. No es una historia fácil de entender al cien por cien. Da a la interpretación. O eso creo yo desde mi humilde opinión. He terminado el libro hace poco más de una hora. Justo al acabar he estado andando en círculos un rato para intentar aclararme, para reconstruir la historia que se me había contado. Podría compararlo como el observador que admira un cuadro de Dalí. Vaya usted a saber qué demonios estaba pensando o sintiendo aquel hombre cuando pintó aquello. El caso es que el cuadro es bonito, se disfruta mucho observándolo, te hace sentir, que es lo fundamental, y cada uno siente lo propio. Con este libro pasa lo mismo, vaya usted a saber qué sentía Carlos Ruiz cuando escribió esta novela. Cada uno sentirá y entenderá cosas diferentes cuando la lea. Ahí está la magia.
Yo parto de la idea de que el patrón, Corelli, es el Diablo. Con mayúscula. Pero, según he leído por ahí, el Diablo no es un ser todopoderoso, no es el dios del mal, no es un dios. Es un ángel caído. Para hacer según qué cosas necesita de una mano ejecutora. Se sirve de todas las triquiñuelas posibles para conseguirlo, utiliza a los hombres.
Al final de la novela David deja el manuscrito que le encargó el patrón en el cementerio de los libros olvidados, justo en el mismo sitio en el que encontró “Lux Aeterna”, que era el manuscrito de Marlasca. Al ojear los libros que hay por allí se da cuenta de que todos los que hay en ese cuarto tratan de lo mismo. Yo lo que entiendo aquí es que el Diablo, desde tiempos inmemoriales, se ha servido de escritores que han narrado para él la historia de la Humanidad, y se han ido relevando uno tras otro. El anterior a David fue Marlasca, un hombre atormentado por la muerte de su hijo. El problema es que Marlasca se vuelve completamente loco y no le sirve. El manuscrito que escribe para él es un devaneo inteligible sobre el descenso a los infiernos. Cuando lo deja de utilizar, escoge a David, y desde muy jovencito, le hace vivir en un mundo irreal que sólo él puede ver. Le hace caer enfermo, le hace ver cosas que sólo existen en su imaginación. Entonces pacta con él el continuar viviendo, ayudado por una suma de dinero importante, a cambio de que escriba para él una religión. David escribe una creencia que ensalza al guerrero por encima de todo. No por casualidad al poco tiempo estalla la Guerra Civil Española seguida de la Segunda Guerra Mundial. Al patrón le gusta, pero David se revela y deja de acudir a sus citas. La única que lee el manuscrito es Cristina, al intentar quemarlo se le aparece el Diablo y hace que pierda la razón para acabar suicidándose.
Al final, el patrón, por un lado, está agradecido por escribir para él lo que deseaba, pero por otro desea vengarse de David por tener la osadía de enfrentarse a él, y al mismo tiempo reconoce que el eliminar a Cristina no fue justo. Por eso se la devuelve, para que la vea crecer, se vuelva a enamorar de ella y la pueda disfrutar toda su vida. Pero a la vez le da la eterna juventud, tanto por venganza como por agradecimiento, para que la vea envejecer y morir sin poder hacer nada. Por eso David decide que cuando muera se adentrará en el mar con su cadáver para estar con ella por toda la eternidad.
Esta es la primera conclusión que me ha salido justo después de leer el libro, pero tengo que comentarlo con la gente que lo ha leído, lo que puede que cambie mi lectura.
Wikienlace.
9 sept 2008
Ahora o nunca - Rob Reiner (2007)
Ayer vi una película. Parece que sea un hecho trivial, la diferencia es que últimamente he visto pelis. Ayer vi una película de verdad. “Ahora o nunca” es un peliculón. Es un duelo interpretativo entre dos monstruos, Jack Nicholson y Morgan Freeman. Impecables los dos. Actuaciones que te llegan al alma. Estos sí que son actores de verdad, perfectos en todos los trabajos que hacen, siempre al más alto nivel. La película exige ese alto nivel y ellos responden a la perfección. Por supuesto nadie duda de su calidad, pero tampoco nadie dudaría por la de por ejemplo Al Pacino. Pues yo sí. Desde mi humilde opinión dudo de Al Pacino y de todo aquél que no se entregue en cuerpo y alma a ese trabajo tan especial que realizan, que lo exige. Ser actor no es cualquier cosa, tienen que convencer, que hacer sentir, y otras muchas cosas, y estos dos tipos lo hacen.
La historia es preciosa y emotiva, hace reír y llorar, te hace mezclar las lágrimas de alegría con las de tristeza, te indigna y te regocija, te hace pensar, en definitiva, te hace sentir, y si te descuidas acabas con un nudo en la garganta.
Pero ¡ojo!, es un drama, pero no un dramón, la idea básica de la película es el disfrutar la vida hasta el último momento, y ellos lo hacen, y con ellos el que la ve.
Un diez enorme por Jack Nicholson y Morgan Freeman, y otro por la película. Recomendable al cien por cien.
La historia es preciosa y emotiva, hace reír y llorar, te hace mezclar las lágrimas de alegría con las de tristeza, te indigna y te regocija, te hace pensar, en definitiva, te hace sentir, y si te descuidas acabas con un nudo en la garganta.
Pero ¡ojo!, es un drama, pero no un dramón, la idea básica de la película es el disfrutar la vida hasta el último momento, y ellos lo hacen, y con ellos el que la ve.
Un diez enorme por Jack Nicholson y Morgan Freeman, y otro por la película. Recomendable al cien por cien.
7 sept 2008
El acueducto. Capítulo VII.
(Para ver el capítulo I pinchar aquí).
A unos cien metros de allí había una pequeña plazoleta capitaneada por una bonita y antigua fuente seca desde la que se divisaba perfectamente el portal y la ventana del comedor del piso del desaparecido. Desde allí, sentado semiagazapado en un banco, expiaba Blas.
Nada más doblar la esquina por la que le vio esfumarse Juan Luis paró un taxi y fue hasta su casa. Durante el trayecto intentó tranquilizarse, pensar, dominar su respiración angustiosa y parar sus temblores. El impacto había sido fuerte pero él sabía que se repondría. Podía controlar las emociones, por profundas que fuesen, de eso tenía experiencia. En el momento de apearse del taxi y atravesar el umbral de la portería ya tenía su mente funcionando al cien por cien. Lo único que le iba a ritmo anormal era el corazón, que bombeaba con inusitada potencia, lo que le ayudó a trepar por la escalera saltando los escalones de tres en tres.
Al plantarse ante la puerta y sacar la llave recordó que el paño de la cerradura se quedaba imperceptiblemente girado hacia la izquierda si se cerraba de golpe, sólo quedaba recto si se le daba una vuelta a la llave desde fuera. El paño estaba perfectamente vertical, parecía que allí no había entrado nadie, o al menos nadie que no tuviese la llave ni conociese sus costumbres.
Entró con cuidado, enseguida encendió la luz... todo correcto, todo obsesionadamente ordenado como él siempre lo dejaba. Si hubiese entrado alguien lo sabría, ¡vaya si lo sabría!
Cogió el par de cosillas que necesitaba y se fue. Mientras bajaba las escaleras escuchó cómo se abría la puerta del primer piso. En él vivía Marita, un personaje muy peculiar, tanto como la relación que tenía con ella.
-Buenas noches Marita.
-Ebusna chones Lbas. Eh Sechudaco udirros natse. ¿Aspa loga? –Marita tenía un pequeño defectillo en el habla-.
-¿Has escuchado ruidos antes? Ah, sí, de pronto me ha embargado la duda de si había apagado el fuego, hoy he hecho un cocido, y he subido corriendo las escaleras. Menudo susto. Pero nada, todo está en orden –mintió Blas-.
-Son hacemso yomares, Lbas.
-Todavía no Marita, aún somos jóvenes, y por mucho tiempo, un despiste lo tiene cualquiera, no nos entierres tan pronto que todavía rebosamos vida.
-Et oprdísa equard nu rota, netgo llegatas sarecas, és equ et tusgan.
-¡Tienes galletas caseras! Maldición, qué mal me sabe cariño, pero tengo que irme, me están esperando, sabes que me encanta estar contigo pero hoy no puedo, de verdad.
-Acundo nietmes on penos tatnas exsucas. Seta zev et croe, troo ída saré.
-Te las sabes todas, creo que eres la única persona en el mundo que me conoce de verdad.
-Ya tesás timinendo troa zev.
-¡Qué mala eres! Adiós guapetona, nos vemos pronto.
-Seo serope, Lbas. Ya sebas déndo setyo.
Blas se fue hacia la plaza. Se quedaría allí observando, durante horas si fuese necesario. Si alguien quería algo de él posiblemente pasaría por allí. “Ni por encima de mi cadáver, aunque sólo sea por honor” pensó.
El miedo se había transformado en rabia y el sudor frío en rubor de odio. Ahora mismo deseaba enfrentarse cara a cara con el autor de esa nota.
Un lejano pitido hizo salir a Blas de sus atropelladas divagaciones. Curiosamente al mismo tiempo vio el 127 verde fosforito de tío Miguel aparcando milagrosamente casi al lado de su portal. Le acompañaba Juan Luis, que parecía esconderse de algo. Por un momento dudó de ellos... pero no, no podía ser. Sería una broma demasiado macabra, no era su estilo.
Después de un corto espacio de tiempo volvieron a la calle. Vio cómo hacían gestos de duda y con los brazos señalaban hacia todos los puntos cardinales. No tardaron en subir al coche y partir. “Ese pitido... –pensó Blas- juraría que era del 127”.
Sin darle más importancia a la extravagancia ocasional de tío Miguel se enfrascó de nuevo en sus pensamientos.
“Juan Luis Peñalba, buen mozo, y perspicaz, no sé como me pilla pero últimamente rara es la vez que no me atrapa en una mentira. Y como es tan puñetero el cabroncete no me deja pasar ni una. Tiene talento, no como los dos chavalotes que desde hace poco frecuentan La Minerva, ésos se lo tragan todo. O como los otros dos, que aún creen que de joven fui actor de spaguetti westerns, aunque es lógico, lo de escuchar no se les da muy bien, las palabras de los demás les entran por una oreja y, casi sin rozar el cerebro, les salen por la otra. Con tío Miguel es mejor hablar de política, siempre que la premisa principal sea “todos los políticos son unos chorizos”. Cuando me lanzo espontáneamente a contar una de mis batallitas siempre me dice “Gavilán, no empieces”. Juan Luis y él son las dos únicas personas con quien no tengo más remedio que mostrarme franco. Es trabajoso pero sienta bien. En realidad son lo más parecido a amigos que tengo, lo que no sé es si ellos me consideran igual”.
Blas pensó en Marita, su vecina de jeroglífico hablar. Le gustaba, y él a ella. Habían tenido algún escarceo amoroso pero cuando sucedía, siempre por pura inercia, él se excusaba diciendo que no era hombre para ella, ni para ella ni para ninguna mujer. Marita aceptaba con desilusión la situación consciente de que su defecto en el habla le quitaba todo su atractivo. Pero Blas, o Lbas, como le llamaba ella, no pensaba así. Al principio de conocerla, y de esto hacía ya mucho tiempo, no le entendía ni una palabra, como todo el mundo, pero a base de practicar consiguió pillarle el truco. Consistía en escuchar con mucha atención cada sonido que salía de su boca y reordenarlos como una secuencia lógica. Para conseguirlo era necesario un truco. Había que escuchar esos sonidos de la misma manera que se observa un cuadro en tres dimensiones con una figura oculta. Para descubrir esa figura hay que desenfocar la imagen, mirar al cuadro pero intentar ver lo que hay dentro, la figura aparece como por arte de magia. Al principio cuesta pero con práctica no hay cuadro que se te pueda resistir más de unos segundos. Fue como aprender un nuevo idioma. Marita estaba encantada con él por eso. Nadie había hecho por ella ese esfuerzo, ni su propia familia. Blas era la única persona en el mundo a quien se podía dirigir sin obtener como respuesta un “¿Qué dices?”, o “¿Tú hablas chino o qué?”. Así era en el mejor de los casos, siempre había algún cafre que se la quedaba mirando como si fuese idiota y algunos hasta soltaban una carcajada. Eso la hería hasta el centro del alma. Cuando pasaba eso estaba días sin salir de casa para otra cosa que no fuera trabajar en su puesto de costurera de un gran taller de confección. Allí al menos la respetaban por su gran eficiencia. Pero Lbas era diferente, con él podía tener conversaciones completas, con él había descubierto que le encantaba hablar, el problema era que cuando se emocionaba con algún tema su secuencia de sonidos se volvía mucho más caprichosa y anárquica y Blas tenía que decirle “Para el carro nena, que te embalas”.
Recordó el día en que Marita le contó que fue al médico para, al menos, buscar una causa a su problema. El médico le dijo que su defecto sólo se daba en una de cada seis mil millones de personas. Marita agarró la silla y se la estampó en la cabeza. Semejante desfachatez no merecía menos. El matasanos la denunció y hubo juicio, pero el juez, aburrido y desesperado, decidió anular la vista dejándolo todo en papel mojado.
Habían pasado más de dos horas desde que se fueron Juan Luis y tío Miguel, lo suficiente como para empezar a olvidarse de lo que estaba haciendo allí. Su mente divagaba ya sin orden ni concierto, se estaba quedando frío. La noche había caído ya sobre la ciudad como un manto opaco.
Entonces apareció alguien. Y se coló en su portal. Pudo ver poco de él, pero la suave luz de las farolas le dejó intuir que era un tipo menudo, ataviado con un sombrero negro y lo que pareció un jersey de lana de un color rojizo y oscuro. Clavó sus ojos en la ventana del comedor. El corazón se le empezó a acelerar, le latía con fuerza. Trascurrió un breve lapso de tiempo y atisbó una leve luz que se movía dentro de su casa. “Ese cabrón tiene llave, ¿cómo puede ser?” Aunque rememoró las veces que se había olvidado las llaves dentro de casa y con dos orquillas de Marita había podido forzar fácilmente la vieja cerradura. El intruso corrió las cortinas que Blas había dejado deliberadamente abiertas. La luz iba y venía, se apagaba y se encendía. “Lo tengo yo, no vas a encontrar nada, busca, busca... pero no me rompas nada, por favor”.
A los quince minutos el tipo asomó la cabeza por el umbral del portal, miró a ambos lados de la calle y echó a andar en dirección a la plazoleta de la fuente. Había vuelto a dejar las cortinas como estaban. “Viene hacia aquí” –se susurró Blas a sí mismo-. “Se está acercando, ¿sabrá que estoy aquí?, ¿tendrá algún secuaz apostado en algún escondrijo?” Blas escudriñó la oscuridad pero no vio a nadie. Con aquella negra noche lo lógico era no poder ver a nadie que se quisiese ocultar. El tipo era menudo, sí. Más de lo que con poca fortuna intentaban disimular los altos tacones de sus botines de charol, que sin querer, reflejaban algún haz de luz extraviado de las cansinas farolas. El hombrecillo estaba ya a pocos metros de la plazoleta. El ala del sombrero proyectaba sombras sobre su rostro que impedía que se le pudiese delatar. Cabeza ligeramente inclinada hacia delante, pasos cortos pero firmes, manos en los bolsillos...
Blas tuvo el impulso de abalanzarse sobre él, derribarlo, amoratarlo a golpes, interrogarlo haciendo el papel de poli malo y el de poli cabrón. Pero lo reprimió. Podía ser demasiado arriesgado, es posible que ese tipo fuera armado. Y lo que buscaba no estaba en la casa. El hombrecillo pasó a pocos metros de Blas sin levantar la mirada, parecía absorto en sus cavilaciones, ajeno a todo lo que le rodeaba. Blas se lo comió con la vista como un lobo hambriento mientras comenzaba ya a alejarse. “Lo dejaré para más adelante” pensó, tranquilizando artificialmente su conciencia. “Ten por seguro que nos encontraremos” rumió, envalentonándose desde su pasiva postura, haciendo suyas las palabras que con toda probabilidad pasaban por la mente de su opositor.
Dejó pasar unos minutos y volvió a casa, esta vez subió las escaleras con cuidado para no alertar a Marita. El paño estaba ligeramente desviado de su posición. Entró en casa y bajó la persiana del comedor, que era la única que daba a la calle. Encendió las luces y pudo darse cuenta de que todo estaba en perfecto estado. “Menos mal”. Al margen de algún pequeño detalle invisible para cualquier otra persona. Cajones cerrados de forma imperfecta, patas de muebles desalineados de las rayas de las baldosas, colchas y sábanas con imperceptibles arrugas... Aquel elemento había registrado todo pero sin demasiado empeño, sin dejar rastro. Estaba claro que no quería que Blas supiese que había estado allí. Lo que parecía evidente era que a lo que buscaba era al inquilino del piso.
Pero aquel no era lugar seguro. No podía quedarse en allí. El tipo no parecía tener ninguna prisa en actuar pero nadie podía asegurar que tramase volver allí con otras intenciones. Sin perder un segundo bajó a la calle y mirando intranquilo hacia todos lados empezó a caminar instintivamente en dirección a donde vivía Juan Luis.
(Para ver el capítulo VIII pinchar aquí).
A unos cien metros de allí había una pequeña plazoleta capitaneada por una bonita y antigua fuente seca desde la que se divisaba perfectamente el portal y la ventana del comedor del piso del desaparecido. Desde allí, sentado semiagazapado en un banco, expiaba Blas.
Nada más doblar la esquina por la que le vio esfumarse Juan Luis paró un taxi y fue hasta su casa. Durante el trayecto intentó tranquilizarse, pensar, dominar su respiración angustiosa y parar sus temblores. El impacto había sido fuerte pero él sabía que se repondría. Podía controlar las emociones, por profundas que fuesen, de eso tenía experiencia. En el momento de apearse del taxi y atravesar el umbral de la portería ya tenía su mente funcionando al cien por cien. Lo único que le iba a ritmo anormal era el corazón, que bombeaba con inusitada potencia, lo que le ayudó a trepar por la escalera saltando los escalones de tres en tres.
Al plantarse ante la puerta y sacar la llave recordó que el paño de la cerradura se quedaba imperceptiblemente girado hacia la izquierda si se cerraba de golpe, sólo quedaba recto si se le daba una vuelta a la llave desde fuera. El paño estaba perfectamente vertical, parecía que allí no había entrado nadie, o al menos nadie que no tuviese la llave ni conociese sus costumbres.
Entró con cuidado, enseguida encendió la luz... todo correcto, todo obsesionadamente ordenado como él siempre lo dejaba. Si hubiese entrado alguien lo sabría, ¡vaya si lo sabría!
Cogió el par de cosillas que necesitaba y se fue. Mientras bajaba las escaleras escuchó cómo se abría la puerta del primer piso. En él vivía Marita, un personaje muy peculiar, tanto como la relación que tenía con ella.
-Buenas noches Marita.
-Ebusna chones Lbas. Eh Sechudaco udirros natse. ¿Aspa loga? –Marita tenía un pequeño defectillo en el habla-.
-¿Has escuchado ruidos antes? Ah, sí, de pronto me ha embargado la duda de si había apagado el fuego, hoy he hecho un cocido, y he subido corriendo las escaleras. Menudo susto. Pero nada, todo está en orden –mintió Blas-.
-Son hacemso yomares, Lbas.
-Todavía no Marita, aún somos jóvenes, y por mucho tiempo, un despiste lo tiene cualquiera, no nos entierres tan pronto que todavía rebosamos vida.
-Et oprdísa equard nu rota, netgo llegatas sarecas, és equ et tusgan.
-¡Tienes galletas caseras! Maldición, qué mal me sabe cariño, pero tengo que irme, me están esperando, sabes que me encanta estar contigo pero hoy no puedo, de verdad.
-Acundo nietmes on penos tatnas exsucas. Seta zev et croe, troo ída saré.
-Te las sabes todas, creo que eres la única persona en el mundo que me conoce de verdad.
-Ya tesás timinendo troa zev.
-¡Qué mala eres! Adiós guapetona, nos vemos pronto.
-Seo serope, Lbas. Ya sebas déndo setyo.
Blas se fue hacia la plaza. Se quedaría allí observando, durante horas si fuese necesario. Si alguien quería algo de él posiblemente pasaría por allí. “Ni por encima de mi cadáver, aunque sólo sea por honor” pensó.
El miedo se había transformado en rabia y el sudor frío en rubor de odio. Ahora mismo deseaba enfrentarse cara a cara con el autor de esa nota.
Un lejano pitido hizo salir a Blas de sus atropelladas divagaciones. Curiosamente al mismo tiempo vio el 127 verde fosforito de tío Miguel aparcando milagrosamente casi al lado de su portal. Le acompañaba Juan Luis, que parecía esconderse de algo. Por un momento dudó de ellos... pero no, no podía ser. Sería una broma demasiado macabra, no era su estilo.
Después de un corto espacio de tiempo volvieron a la calle. Vio cómo hacían gestos de duda y con los brazos señalaban hacia todos los puntos cardinales. No tardaron en subir al coche y partir. “Ese pitido... –pensó Blas- juraría que era del 127”.
Sin darle más importancia a la extravagancia ocasional de tío Miguel se enfrascó de nuevo en sus pensamientos.
“Juan Luis Peñalba, buen mozo, y perspicaz, no sé como me pilla pero últimamente rara es la vez que no me atrapa en una mentira. Y como es tan puñetero el cabroncete no me deja pasar ni una. Tiene talento, no como los dos chavalotes que desde hace poco frecuentan La Minerva, ésos se lo tragan todo. O como los otros dos, que aún creen que de joven fui actor de spaguetti westerns, aunque es lógico, lo de escuchar no se les da muy bien, las palabras de los demás les entran por una oreja y, casi sin rozar el cerebro, les salen por la otra. Con tío Miguel es mejor hablar de política, siempre que la premisa principal sea “todos los políticos son unos chorizos”. Cuando me lanzo espontáneamente a contar una de mis batallitas siempre me dice “Gavilán, no empieces”. Juan Luis y él son las dos únicas personas con quien no tengo más remedio que mostrarme franco. Es trabajoso pero sienta bien. En realidad son lo más parecido a amigos que tengo, lo que no sé es si ellos me consideran igual”.
Blas pensó en Marita, su vecina de jeroglífico hablar. Le gustaba, y él a ella. Habían tenido algún escarceo amoroso pero cuando sucedía, siempre por pura inercia, él se excusaba diciendo que no era hombre para ella, ni para ella ni para ninguna mujer. Marita aceptaba con desilusión la situación consciente de que su defecto en el habla le quitaba todo su atractivo. Pero Blas, o Lbas, como le llamaba ella, no pensaba así. Al principio de conocerla, y de esto hacía ya mucho tiempo, no le entendía ni una palabra, como todo el mundo, pero a base de practicar consiguió pillarle el truco. Consistía en escuchar con mucha atención cada sonido que salía de su boca y reordenarlos como una secuencia lógica. Para conseguirlo era necesario un truco. Había que escuchar esos sonidos de la misma manera que se observa un cuadro en tres dimensiones con una figura oculta. Para descubrir esa figura hay que desenfocar la imagen, mirar al cuadro pero intentar ver lo que hay dentro, la figura aparece como por arte de magia. Al principio cuesta pero con práctica no hay cuadro que se te pueda resistir más de unos segundos. Fue como aprender un nuevo idioma. Marita estaba encantada con él por eso. Nadie había hecho por ella ese esfuerzo, ni su propia familia. Blas era la única persona en el mundo a quien se podía dirigir sin obtener como respuesta un “¿Qué dices?”, o “¿Tú hablas chino o qué?”. Así era en el mejor de los casos, siempre había algún cafre que se la quedaba mirando como si fuese idiota y algunos hasta soltaban una carcajada. Eso la hería hasta el centro del alma. Cuando pasaba eso estaba días sin salir de casa para otra cosa que no fuera trabajar en su puesto de costurera de un gran taller de confección. Allí al menos la respetaban por su gran eficiencia. Pero Lbas era diferente, con él podía tener conversaciones completas, con él había descubierto que le encantaba hablar, el problema era que cuando se emocionaba con algún tema su secuencia de sonidos se volvía mucho más caprichosa y anárquica y Blas tenía que decirle “Para el carro nena, que te embalas”.
Recordó el día en que Marita le contó que fue al médico para, al menos, buscar una causa a su problema. El médico le dijo que su defecto sólo se daba en una de cada seis mil millones de personas. Marita agarró la silla y se la estampó en la cabeza. Semejante desfachatez no merecía menos. El matasanos la denunció y hubo juicio, pero el juez, aburrido y desesperado, decidió anular la vista dejándolo todo en papel mojado.
Habían pasado más de dos horas desde que se fueron Juan Luis y tío Miguel, lo suficiente como para empezar a olvidarse de lo que estaba haciendo allí. Su mente divagaba ya sin orden ni concierto, se estaba quedando frío. La noche había caído ya sobre la ciudad como un manto opaco.
Entonces apareció alguien. Y se coló en su portal. Pudo ver poco de él, pero la suave luz de las farolas le dejó intuir que era un tipo menudo, ataviado con un sombrero negro y lo que pareció un jersey de lana de un color rojizo y oscuro. Clavó sus ojos en la ventana del comedor. El corazón se le empezó a acelerar, le latía con fuerza. Trascurrió un breve lapso de tiempo y atisbó una leve luz que se movía dentro de su casa. “Ese cabrón tiene llave, ¿cómo puede ser?” Aunque rememoró las veces que se había olvidado las llaves dentro de casa y con dos orquillas de Marita había podido forzar fácilmente la vieja cerradura. El intruso corrió las cortinas que Blas había dejado deliberadamente abiertas. La luz iba y venía, se apagaba y se encendía. “Lo tengo yo, no vas a encontrar nada, busca, busca... pero no me rompas nada, por favor”.
A los quince minutos el tipo asomó la cabeza por el umbral del portal, miró a ambos lados de la calle y echó a andar en dirección a la plazoleta de la fuente. Había vuelto a dejar las cortinas como estaban. “Viene hacia aquí” –se susurró Blas a sí mismo-. “Se está acercando, ¿sabrá que estoy aquí?, ¿tendrá algún secuaz apostado en algún escondrijo?” Blas escudriñó la oscuridad pero no vio a nadie. Con aquella negra noche lo lógico era no poder ver a nadie que se quisiese ocultar. El tipo era menudo, sí. Más de lo que con poca fortuna intentaban disimular los altos tacones de sus botines de charol, que sin querer, reflejaban algún haz de luz extraviado de las cansinas farolas. El hombrecillo estaba ya a pocos metros de la plazoleta. El ala del sombrero proyectaba sombras sobre su rostro que impedía que se le pudiese delatar. Cabeza ligeramente inclinada hacia delante, pasos cortos pero firmes, manos en los bolsillos...
Blas tuvo el impulso de abalanzarse sobre él, derribarlo, amoratarlo a golpes, interrogarlo haciendo el papel de poli malo y el de poli cabrón. Pero lo reprimió. Podía ser demasiado arriesgado, es posible que ese tipo fuera armado. Y lo que buscaba no estaba en la casa. El hombrecillo pasó a pocos metros de Blas sin levantar la mirada, parecía absorto en sus cavilaciones, ajeno a todo lo que le rodeaba. Blas se lo comió con la vista como un lobo hambriento mientras comenzaba ya a alejarse. “Lo dejaré para más adelante” pensó, tranquilizando artificialmente su conciencia. “Ten por seguro que nos encontraremos” rumió, envalentonándose desde su pasiva postura, haciendo suyas las palabras que con toda probabilidad pasaban por la mente de su opositor.
Dejó pasar unos minutos y volvió a casa, esta vez subió las escaleras con cuidado para no alertar a Marita. El paño estaba ligeramente desviado de su posición. Entró en casa y bajó la persiana del comedor, que era la única que daba a la calle. Encendió las luces y pudo darse cuenta de que todo estaba en perfecto estado. “Menos mal”. Al margen de algún pequeño detalle invisible para cualquier otra persona. Cajones cerrados de forma imperfecta, patas de muebles desalineados de las rayas de las baldosas, colchas y sábanas con imperceptibles arrugas... Aquel elemento había registrado todo pero sin demasiado empeño, sin dejar rastro. Estaba claro que no quería que Blas supiese que había estado allí. Lo que parecía evidente era que a lo que buscaba era al inquilino del piso.
Pero aquel no era lugar seguro. No podía quedarse en allí. El tipo no parecía tener ninguna prisa en actuar pero nadie podía asegurar que tramase volver allí con otras intenciones. Sin perder un segundo bajó a la calle y mirando intranquilo hacia todos lados empezó a caminar instintivamente en dirección a donde vivía Juan Luis.
(Para ver el capítulo VIII pinchar aquí).
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